María Belmonte, la autora que descifra «El murmullo del agua»: «En el caso del agua es mejor tenerla en exceso que echarla tanto en falta»

FUGAS

Los manantiales protagonizan el último título de la escritora que mejor sabe desplegar su amor por la belleza en sus diarios de viajes

09 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Podemos hacer un viaje por el mundo con el agua, dulce y salada, como hilo conductor, «porque allí donde vamos, el agua nos rodea, nos une y nos permite seguir con vida», cuenta María Belmonte. Historiadora y doctora en el área de Antropología Social, además de traductora con el sello Acantilado, Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2024, ha publicado joyas como Peregrinos de la belleza. Viajeros por Italia y Grecia, Los senderos del mar y En tierra de Dionisio.

Este verano vuelve a deleitarnos con su sabiduría en El murmullo del agua. Fuentes, jardines y divinidades acuáticas. Una invitación estimulante a la pausa y al goce de los sentidos.

­—Si le pedimos a alguien que cite un material lujoso, seguro que diría oro. O un diamante. ¿Y el agua?

—Vivimos en la cultura del bienestar y estamos acostumbrados a tenerlo todo al alcance de la mano. En el agua ni reparamos, porque basta con abrir un grifo y disponemos de ella. Pero esto no sucede en gran parte del planeta; hay un inmenso número de personas que no disponen de agua potable o tienen que andar kilómetros para conseguirla. Pero todo podría cambiar debido al cambio climático y entonces volveríamos no solo a apreciar, sino a venerar el agua como el bien más preciado.

­—De los viajes rememoramos paisajes, arquitectura, comida… y no reparamos en las fuentes. Seguro que en todos hay una.

—Las fuentes me han atraído desde pequeña. Recuerdo con cariño la que había, y hay todavía, en el parque de doña Casilda, en Bilbao, donde íbamos a jugar de pequeños y luego nos acercábamos a la fuente a saciar la sed. Luego están todas las fuentes que encuentras cuando viajas a pie, en el bosque o en mitad de un pueblo. Siempre son hitos importantes para un caminante. Estén donde estén, las fuentes nos llenan de alegría e inconscientemente nos transmiten tranquilidad, porque, junto a ellas, nos sentimos a salvo.

«Cuando te encuentras junto a una fuente y te detienes a escuchar el sonido del agua uno tiende a dejar de pensar en los problemas cotidianos y a concentrarse en lo más cercano»

­—Las personas que ideaban las fuentes y jardines del libro, más que ingenieros, eran filósofos del agua.

—El diseño de fuentes y los ingenios hidráulicos de la época renacentista exigían no solo pericia técnica, sino profundos conocimientos filosóficos. El cargo de superintendente de ríos y aguas, heredado de los romanos, era mucho más que un título de ingeniería. Significaba poseer un auténtico virtuosismo hidráulico y un total dominio de la circulación y el comportamiento del agua. La fama de estos polímatas llegó a ser tan grande que incluso se llegó a esperar de ellos que revelaran los principios secretos de la creación porque eran considerados magos.­

—¿La arquitectura del agua era equiparable a la monumental?

—Se complementaban. Los jardines renacentistas eran espacios simbólicos que se diseñaban mediante la colocación de estatuas alegóricas, fuentes, caminos de agua, cascadas, árboles, parterres, escaleras y grutas, todo un mundo para crear experiencias sensoriales con la ayuda de los sonidos del agua, el murmullo del viento en los árboles, los juegos de agua y la luz, la presencia de misteriosos autómatas y los tenues reflejos irisados que se movían en la penumbra de los grottos.

­—Entre las historias que cita, también hay leyendas inquietantes.

—Los romanos acuñaron la frase Numen in est… que significa «aquí habita una deidad». Para griegos y romanos los lugares en los que había una fuente, árboles frondosos y abundante vegetación estaban habitados por divinidades acuáticas, como las ninfas. Si eres perceptivo puedes captar esa aura mágica que envuelve a ciertos lugares. Esas sensaciones pueden volverse inquietantes en algunas circunstancias, como lo que narro en el libro sobre el lago de Nemi, cercano a Roma y cargado de leyendas desde la antigüedad y donde existió un antiguo templo dedicado a Diana del que todavía se conservan las ruinas.

­—El agua de sus textos nos habla de culturas, de historias y de Historia.

—Es inevitable. Cuando te aproximas al agua para escribir sobre ella, o para estudiarla, lo que se revela es un mundo inmenso, lleno de historias, leyendas y narraciones de todo tipo. Nuestro libro sagrado, la Biblia, comienza con la narración de un jardín en cuyo centro había una fuente de la que manaban los cuatro ríos que fecundan la Tierra. Y no debemos olvidar que nosotros somos agua en un sesenta por ciento.

­—En Galicia nos quejamos por la lluvia. ¿No valoramos la suerte que tenemos?

—Yo vivo en un lugar de Cataluña en el que llueve tan poco, que cada vez que veo caer agua del cielo, lo celebro. Creo que en el caso del agua, es mejor tenerla en exceso, que echarla tanto en falta.

­—¿A qué suena el murmullo del agua?

—Cuando te encuentras junto a una fuente y te detienes a escuchar el sonido del agua uno tiende a dejar de pensar en los problemas cotidianos y a concentrarse en lo más cercano, en el murmullo de las ramas de los árboles que se balancean por encima de ti, en el zumbido de los insectos, en el canto de las aves.