Casi todo es frivolidad

Mercedes Corbillón

FUGAS

La escritora Milena Busquets, en una imagen de archivo.
La escritora Milena Busquets, en una imagen de archivo. Cristina Bazán | EFE

Milena Busquets es lo más parecido a perder el tiempo que se me ocurre. Digo esto como un piropo, nada me gusta más que las cosas inútiles...

09 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi Tesorito me ha llamado tres veces. Las dos primeras no me enteré. Le he dicho que estaba ocupada, pero en realidad estaba leyendo a Milena Busquets, que es lo más parecido a perder el tiempo que se me ocurre. Digo esto como un piropo, nada me gusta más que las cosas inútiles. Milena me fascina y al mismo tiempo me repele. Me gusta su ligereza, su frivolidad, su desapego, su palabra vaporosa y perfecta, su tendencia al placer, al hedonismo, su mirada sobre el amor, tan burguesa. No hay otra forma de mirar al amor porque el amor es burgués, definitivamente. Aunque lo sufren todas las clases sociales, solo los burgueses se lanzan a él con alegría, como quien se da un chapuzón en la piscina. Bueno, en una cala del Mediterráneo a la que te sumerges brincando desde la cubierta de un barco. En las vidas de las Milenas, las piscinas son sugerentes como pinturas de Hockney o simplemente privadas, panorámicas y con el mar al fondo, uno azul y transparente. En ellas todos se sienten parte de algo, de una élite que está destinada a definir la belleza, a hacerla en cada paso, con sus camisas sin planchar y sus pañuelos de seda que se desanudan con un golpe de viento.

Me gusta pensar que tengo su encanto, su liviandad, su desapego, su manera de vivir la vida como una fiesta, pero con más mérito porque yo desconozco cómo es envolverse en el tacto del cachemir y no tengo razones para pensar, como ella, que el esfuerzo es el camino para conseguir un Ferrari. Por supuesto, ella no piensa hacerlo, esforzarse, y en eso le doy la razón.

Eché una mirada al mar, envuelta en mi bata de Zara 100 % sintética y devolví la llamada a mi criatura, que se llama Ema, como un personaje de César Aira, Ema, la cautiva. A veces temo haberla marcado con ese nombre. Si las palabras importan, ¿por qué no habrían de hacerlo los nombres?

Mi Tesorito ha empezado a trabajar de educadora social en una residencia de ancianos. Una hija de Milena nunca trabajaría en una residencia de ancianos. Pondría el grito en el cielo por la cantidad de acrílico del uniforme, pero mi niña está preciosa y los residentes adoran su dulzura, su vocación. No todo, aunque casi, es frivolidad.