Es la X que despeja las preferencias literarias del 2024. Un mundo atroz y deslumbrante. ¿Ficción? El juego de Lacey en «Biografía de X» es persuasivo. La mujer y el arte en busca de sentido... ¿Lo hay o no?
30 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Es una viuda la que arma pieza a pieza la biografía del año, un revuelo de realidades y ficciones que quizá solo puede interpretar desde la extravagancia un videoartista contemporáneo. La viuda que cuenta esta historia traicionando a su mujer es la viuda de X, y X es una incógnita para su pareja y para ti, lector. Pero no para Catherine Lacey, autora de esta obra maestra. ¿Qué hace Lacey en Biografía de X? Poner la segunda mitad del siglo XX patas arriba, llevando el misterio que es toda persona a una investigación periodística, una transmutación histórica, una sesión de psicoanálisis colectiva y a la pura epistemología.
X es varias mujeres, y algún hombre usado de seudónimo. Una superviviente que encumbra el síndrome de la impostora. Y su biografía, una distopía familiar, con recursos e ingredientes de la historia y la actualidad, cambiados a veces de sitio. El muro no está en Berlín, los códigos talibanes visten la moral y las costumbres de una mitad del territorio estadounidense, obras de vanguardia cambian de fecha, y otras son (imagino) pura invención de la autora de la novela, como el libro que consagra definitivamente a X, a ese sujeto múltiple que va dejando una colección de amantes heridos y de frases que hacen pupa dentro de la cabeza.
Lacey señaló en una entrevista que visualizó a X como Tilda Swinton. Yo, componiendo caprichosamente los triángulos de rostro de la portada del libro, veo a Lucia Berlín o a Anne Sexton.
Estados Unidos ha sufrido una Gran Desunión, se parte en dos, dos territorios que encarnan la pugna de progreso y fanatismo. Ningún detalle es casual en este puzle en el que encaja reventado y recosido el siglo XX, con David Bowie, con Susan Sontag, con Truman Capote, con Patti Smith, Kathy Acker, los beats o Emma Goldman, piedra angular del pensamiento feminista radical que vertebra la novela como espinazo del diablo. ¿Quién era «la mujer más peligrosa de América», murió Goldman asesinada?, se pregunta el lector que entra en el juego de Lacey y ve que va en serio y en broma. Connie Converse es otro rescate que da rigor a la aventura, esa cantautora outsider que no olió el éxito, y que 1974 se subió a un coche y nada más se supo de ella...
¿En pasado o en futuro se conjuga la imaginación armada de Lacey, tiene sentido hacerse la pregunta? ¿Se partirá América en Estados Desunidos? ¿Habrá violentos Guardianes de la Moralidad, al estilo de Afganistán, que bendigan los matrimonios y embarazos de niñas?
La tensión sentimental que apura la trama
El libro de Catherine Lacey es, en el relato, el único libro de C. M. Lucca, la viuda de X y premio Pulitzer de Periodismo de Investigación 1990. ¿De quién va esta biografía, de X o de su viuda? Lucca ha vivido a la sombra de X, recordada por algún reportaje de asesinatos en serie (que hace pensar en Ted Bundy). La muerte de su mujer le sirve una oportunidad de oro para resarcirse. Biografía de X puede leerse como un acto de amor o de venganza. El amor que une a las dos mujeres que sostienen la carpa del genial espectáculo de Biografía de X parece también una obsesión que aniquila. «El amor es un circuito cerrado. Nada hace que una persona sea más incomprensible para el resto del mundo que el hecho de estar enamorada», subrayamos. Volveremos a esto.
Esa relación amorosa extrema que revisita la identidad de una mujer como un siglo es la cuerda floja sobre la que camina, ¡corre!, la novela. «X hablaba a menudo de la verdad como si fuera un objeto estable y reluciente, pero también defendía la posición contraria: decía que la realidad era una ilusión cambiante, imposible de conocer. Yo la creía tanto cuando decía una cosa como la otra. Yo creía casi todo lo que ella me decía», escribe Lucca sobre X. Ese «casi» es la madriguera de Alicia por la que Lacey nos cuela hacia una nueva novela americana, que revela el poder de la literatura para poseernos pasando un dedo por la boca de la incógnita. Quizá no lo tienen ni el amor ni el arte, sopesa Lacey habitando su X, lo que no resta valor a la fabulosa aventura.