Enrique Lojo, guionista de «En fin»: «Tengo amigos de 25 años que te dicen 'Desde que nací, el mundo está en crisis'»

A. LÓPEZ PENIDE

FUGAS

Enrique Lojo, en el centro.
Enrique Lojo, en el centro. Victor Parreño

La nueva serie de Amazon, con marcado acento gallego, muestra que no es necesaria una epidemia zombi, basta el egoísmo para desatar el apocalipsis

11 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En el último instante, y contra todo pronóstico, el héroe de turno consigue salvar el planeta a costa, incluso, de su propia vida. ¿Pero qué ocurre con los millones de personas que ya se habían hecho a la idea de que no iba a haber un día del mañana? ¿Qué pasa con esa gente que ya había asumido el armagedón y se revela que, finalmente, la Tierra sigue girando? Una serie con marcado acento gallego, En fin, se podría decir que arranca justo en el momento en el que terminan las grandes películas de catástrofes. «Parte de un supuesto que hemos visto un montón de veces, pero que no sucede y eso no solo reconfigura la premisa de la historia, sino la vida de los protagonistas que estaban esperando que sucediese un apocalipsis», subraya el guionista coruñés Enrique Lojo aludiendo a un referente relativamente reciente, Los del túnel, «una película que sucede justo donde termina otra película».

Dirigida por David Sainz e interpretada por José Manuel Poga, Malena Alterio, Irene Pérez, Luisa Gavasa, Raúl Cimas, Daniel Mantero o Pepa Rus, entre otros, los seis capítulos de los que consta esta serie se apropian de «una premisa ya muy vista» para, acto seguido, «revertirla, darle la vuelta y romper la expectativa que puede tener un espectador, que ya está muy curtido». De este modo, apuestan por «construir una ficción desde el anticlímax» en el que quedan patentes toda clase de miserias humanas.

«Tengo amigos de 20 o 25 años y familiares que te dicen: 'Desde que he nacido, el mundo que conozco está en crisis. Yo no conozco la bonanza. Yo solo conozco el apocalipsis»

Miserias, muchas; grandezas, apenas ninguna. Ni Enrique Lojo, ni David Sainz parecen comulgar con aquello que se decía durante la pandemia de que la sociedad iba a salir mejor. Y es que cuando «tienes una aproximación a la obra desde cierta distancia te das cuenta de que es una obra con un carácter profundamente pesimista. No somos muy amables con los personajes. Hay bastante más miseria que bondad, aunque siempre hay algún atisbo de algo positivo, pero eso está siempre en un personaje, en el de Noa, que, al final, es el sujeto paciente de todos los errores de sus padres. Hay algo en la serie que dialoga mucho con este conflicto generacional que hay, de la generación Z que siente que siempre ha vivido una crisis perpetua. Tengo amigos de 20 o 25 años y familiares que te dicen: 'Desde que he nacido, el mundo que conozco está en crisis. Yo no conozco la bonanza. Yo solo conozco el apocalipsis'».

Esta generación se refleja en Noa, un personaje que siente que «toda esa herencia recibida viene de unos adultos que se han dedicado a quemar, a vivir, a disfrutar... y no han pensado en lo que le estaban dejando a los que venían después».

Y como contrapartida, «los adultos son todos bastante miserables, algunos activamente y otros de manera más colateral, pero, al final, casi todos ellos tienen sus miserias», remarca este guionista que comenzó su carrera en Voz Audiovisual, se curtió en Serramoura y dialogó una importante parte de sus secuencias sentado en la cafetería Universal de A Coruña, ciudad a la que rinde un mortuorio homenaje en el capítulo dos de una serie que se puede disfrutar en Amazon Prime.

Mención aparte se merece un reparto coral que busca solventar la «necesidad de mostrar un contexto muy amplio porque el punto de partida de este nuevo apocalipsis nos parecía tan rico y que potencialmente nos podía dar tantas cosas, que siempre te invitaba a abrir un poco el objetivo, a ver un poquito más en amplitud y explorar conflictos de todo tipo [...] Son todos muy distintos, pero intentamos siempre que todos ellos tengan un conflicto relacionado con la premisa, que todos ellos tengan esa carga de las cosas que hicieron cuando pensaban que no iba a haber consecuencias porque el mundo se iba a terminar», apunta.

El no-apocalipsis propuesto por En fin termina siendo un apocalipsis en toda regla. No hay gobierno, la gente está abandonada a su suerte, reina la anarquía, surgen bandas, aparecen sectas... «Sí, pero a la vez no sucede nada. Hay algo muy atractivo en entender el fin del mundo como una inercia fruto de unas acciones absolutamente cotidianas. No ha tenido que venir un meteorito a destrozarnos, ni unos alienígenas, ni una epidemia zombi... sino que las propias acciones fruto del egoísmo y de los excesos nos han conducido hacia un punto que podemos interpretar como un apocalipsis», subraya acotando que, si bien la idea germinó años antes de la pandemia, lo cierto es que esta vino a poner de manifiesto que «el fin del mundo podía suceder en un suspiro y era mucho más anodino y mucho más cotidiano de lo de lo que creíamos (...). En la serie, dentro de lo bizarra, excesiva y loca que puede ser, creo que hay algo muy poético en que todo tan grande suceda desde lo pequeño».

Lo cierto es que quienes se adentren en En fin descubrirán una de las series españolas más bizarras y extremas, en la que no faltan escenas gore, una serie de la que, por ahora, no ha trascendido oficialmente si habrá una segunda temporada, dado el final abierto de la primera. Mientras tanto, David Sinz y Enrique Lojo trabajan en nuevos proyectos conjuntos: «Casi todos están en una etapa muy temprana de desarrollo. Tenemos por ahí una película que es una especie de comedia con algo de superación personal, tipo comedia deportiva, y luego pues tenemos ahí varios proyectos que ojalá puedan ver la luz y a ver si hay suerte».