Noemí Sabugal: «Sabemos más de Marta que de lo que hay bajo la superficie del mar, y eso nos hace inventar cosas fascinantes» 

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Noemí Sabugal presentó la semana pasada en Galicia «Laberinto mar»
Noemí Sabugal presentó la semana pasada en Galicia «Laberinto mar» MARCOS MÍGUEZ

«Remojarse el alma en el mar siempre viene bien», sostiene la autora de «Los hijos del carbón», que visitó Galicia la semana pasada con una completa y fascinante cartografía de la vida y la historia de las costas españolas, un mapa humano altamente literario llamado «Laberinto mar»

19 oct 2024 . Actualizado a las 13:08 h.

A las hijas e hijos de la mar, «que somos todos» en este país, dedica Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) su enorme viaje, lleno de tesoros, testimonios y una memoria que se resiste a arrumbar al olvido la tragedia, por la vida y la historia de las costas españolas en Laberinto mar. El primer match con el mar de la autora que auscultó las cuencas mineras de este país en Los hijos del carbón fue el Cantábrico en Gijón, con las olas llenándole de arena el bañador. Decía Miguel Delibes, y recoge Sabugal, que «un verdadero nadador se hace en los ríos, en los lagos y en el mar».

Sabugal viaja al norte para hablar con los últimos cazadores de ballenas y con familias que siguen jugándose la vida en el mar. En el sur, explora las mismas costas que vieron partir a los descubridores que encumbran los libros de historia.

­—Este viaje nos salpica de memoria y realidad. Su crónica va desde las heroínas de Sálvora a las viudas del Villa de Pitanxo, de la desaparición del relevo y muchos oficios del mar a la llamada «terapia azul» de la natación y el mar. Retrata un mundo hoy un poco náufrago. ¿Por qué ha viajado de la montaña y la mina hasta el mar en esta aventura literaria?

—Yo soy nacida en la montaña central de León, y mi familia es una familia de mineros. Mi padre era minero, mis abuelos mineros... Pero defiendo que en este país nadie es ajeno al mar, ¡no debería! Somos un país que es casi una isla. Tenemos un trocito de tierra que nos une a Europa. Y eso nos ha determinado en muchísimas cosas, en lo histórico, lo social, lo laboral, lo económico, lo sentimental... Del mar bebemos, comemos, vivimos, y este era un tema que a mí me apasionaba de siempre.

­—Desde que de niña se bañaba con su hermana en el «furioso» Cantábrico...

—Sí. Mi abuelo, cuando se jubiló de la mina, se fue a vivir a Gijón, como tantos mineros. Porque decían que el agua, que el aire marino, era bueno para los pulmones de los silicóticos. Todos mis veranos fueron cantábricos. Empiezo el libro por ahí, por lo personal, pero la intención es, como en Los hijos del carbón, ser un espejo. Mucha gente se va a ver reflejada. Y, además, me interesaba el mapa humano del mar.

­—¿Son diferentes los duelos de la mina y el mar? Las viudas de los desaparecidos son víctimas eternas del mar...

—Sí. En la minería nadie se queda abajo. Puedes estar sepultado por toneladas de carbón y piedra, con el tiempo te van a sacar; el cuerpo en la mina se recupera. Pero en el mar no ocurre eso. Por eso quería hablar con las viudas de los muertos y los desaparecidos del Villa de Pitanxo.

­—¿Cómo hizo la selección de voces y referencias de su cartografía humana, salpicada de fuentes y luminosas leyendas?

—Yo parto de la imposibilidad de contarlo todo sobre el mar. El mar es infinito. A la vez que acoto la mirada y selecciono, el libro está muy abierto. ¿Cómo se hace esto? Con trabajo, fueron tres años y medio de investigación. Es investigar los lugares, ver qué descubres al llegar, que no siempre es lo que esperas.

­—No se olvidan las tragedias aéreas, quizá sí muchas del mar...

—El mar se ha llevado muchas vidas juntas, muchísimas. Como la galerna del sábado de Gloria, que se llevó 300 personas... Yo hablé con uno de los supervivientes de la galerna del 61. En el caso del Villa de Pitanxo, es muy importante que las voces de los protagonistas se escuchen en el libro.

«La literatura tiene esa parte depositaria de la memoria, y esta parte nació migrante. Entre mediados del siglo XIX y 1976 salieron de España cinco millones de españoles. Esta es una nación migrante y eso cualquiera en Galicia lo sabe...»

—¿Nos hemos ido desvinculando del mar con los años a marchas forzadas?

—El sector de la pesca está cada vez más pequeño y más precario. No tenemos esa conciencia del mar como elemento natural. Antes si salías del país, salías en barco o no salías... Hoy estamos perdiendo mucho con la extinción de oficios vinculados al mar. La caza de las ballenas, por ejemplo, sigue teniendo enseñanzas para el tiempo de hoy.... Y como dice una científica que cito en el libro, conocemos más la superficie de Marte que el fondo del mar. El mar tiene esa parte misteriosa que nos hace inventar cosas. Del mar vemos la superficie y que hay debajo no lo sabemos. Igual que cuenta la leyenda que los restos de Santiago fueron trasladados desde Haffa en una barca de piedra, en la costa Brava están los palacios de las sirenas de corales y estrellas de mar. Hay muchas historias de ciudades sumergidas. Hay muchas leyendas de ciudades sumergidas cuyas campanas se escuchan... Eso nos lleva también un poco a la visión del mar como elemento fascinador y elemento psicoliterario y artístico, es decir, como un elemento que ha estado en la pintura, en la literatura, en el cine, etcétera. Es decir, el mar es un tema infinito y fascinante.

—¿Qué hace la literatura por el mar?

—La literatura tiene esa parte depositaria de la memoria, y esa parte depositaria de la memoria nació migrante. Cito a una historiadora, que calcula que entre mediados del siglo XIX y 1976 salieron de España cinco millones de españoles. Esta es una nación migrante y eso cualquiera en Galicia lo sabe. No debemos olvidarlo hoy que somos una puerta de entrada para gente de toda Europa.

—Galicia brilla en su crónica con muchos figurones literarios de diversas épocas.

—Sí, sí, desde Rosalía de Castro, Risco, Manuel María... hasta gente que está ahora escribiendo del mar y desde el mar, como Xosé Iglesias (con el que presentó el libro en la librería coruñesa Moito Conto). Es un poeta marinero que tenéis aquí en el puerto de Ares. Xosé Iglesias, por ejemplo, no solamente hace poemas sobre el mar siendo él pescador; ha sido pescador de altura y ahora es de bajura, sino que también dibuja barcos que se convierten en ballenas, modela ballenas. Es decir, toda esta parte artística que tenéis ahí está muy presente, la he tenido muy presente. A Xesús Fraga con Virtudes (e misterios). Por supuesto, a Manuel Rivas, uno de los escritores a nivel nacional que más escriben sobre el mar. Hay escritores que escriben sobre el mar y hay otros que escriben sobre la playa, sobre la costa o sobre lugares de costa. Más a distancia, a una distancia de seguridad. Rivas es, sigue siendo, uno de los autores a nivel nacional que más tratan el mar.

—Aborda la natación como una suerte de meditación, con cierto escepticismo. ¿Es el mar una forma de terapia? «Remojarse el agua en el mar siempre viene bien», admite.

—Hay una vinculación psicológica con el mar. Aquí hablo con personas a las que la natación y el mar les han ayudado a superar depresiones. Me refiero al concepto «mente azul», de Wallace J. Nichols. Al mar como lugar de autoaceptación, no es que te cure, pero puede aportar calma. Puede ser un lugar de reflexión y de encuentro con uno mismo.