David Hernández de la Fuente, traductor de los grandes filósofos estoicos: «No persigas al camarero en el banquete de la vida, te dice Epicteto»

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El profesor que contribuyó a convertir «Las Meditaciones» en bestseller rescata al esclavo que enseñó a Marco Aurelio a ser libre. La pasión por los estoicos crece y ayuda a aliviar el malestar ante la impotencia y el caos de hoy

08 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Este esclavo de Hierápolis (hoy Pamukkale, Turquía) tuvo, en el año 50, una vida de esclavo sin nombre («Epicteto» significa «comprado») y fue maestro de filosofía en Roma tras lograr la libertad. Este esclavo, Epicteto, nos hace libres con las lecciones de su Manual de vida, que introduce y traduce David Hernández de la Fuente, el también traductor de las Meditaciones de Marco Aurelio, que preparan su quinta edición en Arpa.

­—Qué incomodo leer a Epicteto.

—Epicteto es un caso singular de la antigüedad clásica. Es autor de uno de los dos grandes textos del estoicismo romano, aunque escrito en griego, junto con Marco Aurelio. Últimamente se reivindica mucho como una guía para nuestros días. No es una filosofía sencilla. El estoicismo está alejado de nuestros gustos y comodidades actuales.

­—¿En qué nos ayuda este manual?

—Nos enseña a alejarnos de aquellas cosas que, en apariencia, son bienes, pero que nos hacen esclavos.

­—¿Qué tienen en común Epicteto y Marco Aurelio y qué no?

—Yo también tuve el honor de traducir las Meditaciones de Marco Aurelio para esa misma editorial. Y este libro de otro gran maestro del estoicismo se complementa bien con el anterior. Epicteto no escribió nada, lo que tenemos en este Manual son apuntes de sus lecciones orales tomados por un romano. Esta es una guía de cómo estar sereno ante los problemas. Pero Marco Aurelio es lo contrario que Epicteto, no es un esclavo, sino un emperador que en su intimidad escribía un diario que no publicó, que mantuvo en secreto. Es decir, las Meditaciones no son un libro escrito para que lo leamos. ¿Qué relación tienen los dos? Que cultivan el estoicismo, y el emperador aprende de un esclavo cómo ser libre.

­—¿Qué es el estoicismo y cómo podemos aplicarlo a la lectura de un caso como el escándalo de Errejón?

—El estoicismo nace fundado por Zenón de Citio (hacia el 300 a. de C.) en Atenas. En esa época, la helenística, nace el epicureísmo, fundado por Epicuro en una escuela llamada El Jardín. Las dos escuelas se centran en lograr la libertad y la serenidad en un mundo complicado que se parece mucho al nuestro.

­—¿Redefine Epicteto la buena vida?

—Para los antiguos griegos, la felicidad es algo reservado a los dioses. Lo que podemos hacer nosotros es tener buena vida, una vida que vea cuáles son los verdaderos bienes. ¿Es un bien el dinero, es un bien la fama? Casos como el que mencionas de Errejón, o de corrupción económica, o la presión de la fama en las redes sociales, cuestionan esos valores que se venden como buenos y no lo son. Lo importante, te dice el estoicismo, es ser dueño de uno mismo, tener serenidad interior.

­—Leyendo algunas cosas de este manual puede parecer que invita a la resignación. «En cuanto a tu padre, lo propio es que cuides de él, y aguantar si te golpea».

—El secreto, para encajar cualquier golpe o herida, es ser dueño de ti mismo, pese a todo. Epicteto tuvo un amo cruel, que, para poner a prueba sus convicciones, lo sometió a un potro de tortura. ¡Le rompió la pierna! Y, aun así, se mantuvo en su dominio, le dijo: «Lo único que has conseguido es tener un esclavo cojo, a mí no me haces daño». Sí, es una filosofía dura, una especie de ascética. Es cultivar esa fortaleza interior que te permitirá ser libre. Libre del dolor, de la enfermedad, de la buena y la mala fama, del placer, del éxito. Hay dos lecciones: cumplir tu misión en pos de la virtud y la idea del refugio interior, intentar comprender el sentido que lo gobierna todo.

—¡Este libro incluye a Quevedo! El manual de Epicteto también en verso...

—Quevedo lo tradujo en verso. Quevedo tuvo una época muy mala, cuando lo exilian y lo meten en la cárcel. Ahí se metió a traducir a estoicos.

—Con lo poco estoico que resulta Quevedo...

—Fíjate que tampoco le pega nada el estoicismo a un emperador que después de sus batallas y ratos bárbaros se mete a meditar. Es la necesidad de encontrar la esencia de lo humano en la voz de la razón, que para los estoicos es la diosa que lo conecta todo. El dolor, el mal, son parte de la naturaleza, dice Marco Aurelio, aunque no lo podamos entender.

—¿Estoicos y epicúreos se parecen?

—Sí, en muchas cosas, como en esa idea de tener una vida buena, serena, a través de la virtud y el conocimiento. Vivir bien es disfrutar de la vida, y hacerlo correctamente. Bien tiene esos dos sentidos. La diferencia entre epicúreos y estoico es el sentido de las cosas. ¿Azar o sentido? Otra cosa en la que están de acuerdo es en que solo la filosofía te puede salvar.

—¿Receta estoica para el día a día?

—Vivir según la naturaleza. Hay un pasaje muy bonito de Epicteto que dice que en la vida hay que comportarse como en un banquete. Si pasa una bandeja ante ti, coge lo que puedas, pero si pasa de largo no te estires, no intentes coger lo que ha pasado. No vayas más allá de tu deseo, y así obra con tu mujer, tus hijos, los cargos públicos, la riqueza. Coge lo que venga y sé moderado. Si en la vida haces así, como en un banquete, llegarás a ser digno compañero de los dioses. Pero si no tomas lo que se presenta ante ti, sino que incluso lo desdeñas, dice Epicteto, ¡serás también casi divino!