¿Por qué todas somos «Mujercitas»?

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Imagen de la película que se estrenó en 1949
Imagen de la película que se estrenó en 1949

Un libro celebra los 75 años de la segunda película que homenajeó a la novela de Louisa May Alcott. Las luces y sombras de las hermanas March siguen más vigentes que nunca

06 dic 2024 . Actualizado a las 19:23 h.

«Creo que es una injusticia que haya jóvenes feas que tengan montañas de cosas». En la primera escena de la película Mujercitas, la que se estrenó en 1949, Amy March dejaba claro cuál era su lugar en el mundo y qué posición deseaba alcanzar. Envidiosa y con la vanidad por las nubes, la más pequeña de las cuatro hermanas es incapaz de generar rechazo en las acérrimas amantes de la historia con la que Louisa May Alcott se ganó un nombre en la historia de la literatura. Tampoco se repudia la conservaduría de la a veces anodina Meg, o el servilismo de Beth. Ni se juzga el afán de protagonismo de una Josephine que llega a resultar cargante. Las mujercitas tienen aristas, sombras e incoherencias, y aun así son las cuatro hermanas más queridas del cine.

No es que haya una obra audiovisual que ha marcado a hordas de adolescentes, es que cada generación ha tenido su propia versión. Del universo Mujercitas han formado parte actrices como Katherine Hepburn, Winona Ryder, Kirsten Dunst o Emma Watson. Y, por supuesto, la icónica Elizabeth Taylor, encargada de poner voz, y sobre todo ojos, a esas frases políticamente incorrectas que alguna vez todas hemos pensado. El filme de Marvyn LeRoy cumple ahora 75 años, y ha sido la excusa perfecta para que cuatro apasionados de la obra y milagros de estas hermanas le rindan homenaje en forma de libro.

Lucía Tello, César Bardés, Juan Laborda y José Madrid celebran la película más conocida y vitoreada a través de anécdotas del rodaje, trufando las páginas con referencias al resto de largometrajes, porque, como dejan claro: «De Mujercitas no hay película mala», más bien, como aclara Madrid, «cada una es hija de su tiempo». Y mientras muchas abuelas crecieron adorando las adaptaciones quizás más fieles a la novela, las millennials y la generación Z lloraron, rieron y reflexionaron con dos versiones algo más libres y feministas.

El contexto siempre ha sido el mismo: un humilde matriarcado en pleno proceso bélico en los Estados Unidos de mitad del siglo XIX. El envoltorio podría no atraer demasiado en la actualidad y, sin embargo, hasta Greta Gerwig se propuso contar la historia de las hermanas March antes de poner rumbo a Barbieland. Lo hizo, probablemente, atraída por los sentimientos universales que araña esta novela, y el complejo y excepcional trato que hizo Alcott de unos personajes que, de un primer vistazo, pueden pecar de ñoños y manidos.

El amor, la decepción, la tristeza, la ira, la responsabilidad y una sororidad que cala más que cualquier eslogan parido en una reunión de expertos en márketing son los elementos que hacen de Mujercitas una pieza fundamental para entender el comportamiento humano desde un prisma femenino. «Aunque sean películas de esas que ves una tarde tonta en Navidad, no hay que llevarse a engaño. Su mensaje es potentísimo y, sobre todo, las películas hacen un retrato muy completo de la mujer en todas sus facetas. En la ficción, los personajes suelen tener un rasgo muy acusado, pero estas hermanas se parecen mucho a cómo somos en la vida real: complejos. Por eso es posible tener un poco de la timidez de Beth un día y otro el descaro de Jo, incluso puedes empatizar con Amy cuando se pone una pinza en la nariz para hacerla más pequeña», cuenta el coautor de este nuevo libro.

Para él, la película de 1949 es «la más bonita visualmente». Y, efectivamente, deja escenas que podrían intercambiarse por un cuadro de Monet en el Museo D'Orsay de París. «Recomiendo verla porque además consigue esa desconexión de la realidad a la que solo se llega con el cine del Hollywood clásico, que permite una huida hacia un lugar mejor, aunque en realidad no lo sea».

Para muchas chicas, la casa de los March sí fue ese lugar mejor, aunque el padre corriese peligro en la guerra y no les llegase el dinero ni para café. Jo marcó a todas esas jóvenes que no sabían por qué se sentían diferentes, que no entraban en unos moldes que las ceñían al ver, oír —sonreír— y callar. El personaje que es el alter ego de Louisa May Alcott peleó para relacionarse con chicos sin que esto supusiese un interés romántico; acabó con su más preciado bien, la larguísima cabellera, para contribuir a la economía familiar, pero también para desafiar los límites de lo establecido; y rechazaba el matrimonio como idea única de felicidad femenina. Que a piques de comenzar el 2025 este discurso siga siendo revolucionario evidencia que debería haber Mujercitas para rato.