Un hueso humano de una escultura. Ese es el detonante de la nueva novela de Paula Hawkins, que conocimos cuando publicó «La chica del tren»
07 dic 2024 . Actualizado a las 10:22 h.Aquel oscuro y adictivo trío sobre el que hace diez años pivotó La chica del tren llevó a Paula Hawkins a convertirse en uno de los mayores fenómenos editoriales de la última década. 29 millones de libros y una película después, la escritora británica presenta su quinta novela, La hora azul, en la que la sucesiva subida y bajada de las mareas sobre una pequeña isla va conduciendo al lector en una historia que, aparentemente, gira sobre el mundo del arte pero que va un paso más allá. Porque una vez más Hawkins demuestra su prodigiosa capacidad de crear atmósferas asfixiantes y tensas en las que los crímenes crudos y sangrientos dan paso a otro tipo de delitos mucho más profundos y psicológicos. La guinda de su sublime receta la ponen los personajes, poliédricos y capaces de ir soltando pequeñas migas de pan en forma de pistas que el lector irá encajando en un puzle perfecto. La historia arranca después de que la Tate Modern descubre que el hueso utilizado en una de las esculturas más famosas de la fenecida artista Vanessa Chapman no pertenece a un animal, como se creía, sino que es parte de un esqueleto humano. Este casual hallazgo empieza a desenterrar el pasado y un hecho en concreto, la desaparición del marido de Chapman, circunstancias que arrastrarán como una marea que baja al resto de personajes como James o Grace.
—Habrá quien pueda caer en la tentación de pensar que el personaje de Grace es el antagonista de la historia, pero detrás de ella hay mucho más.
—Grace no es una villana al uso. Termina cometiendo actos terribles, pero este personaje responde al hecho de que yo no suelo escribir sobre héroes y villanos. Me gusta tratar personajes complejos que se encuentran en situaciones límite, empujados por una serie de circunstancias que conspiran contra ellos y que los llevan a hacer algo terrible.
—Vanessa utiliza trozos de cerámica rota que permanecen abandonados durante un tiempo para crear obras nuevas. Usted misma aseguró que ha intentado escribir otros géneros como comedias románticas, pero que decidió desecharlos porque no se ajustaban a lo que quería escribir. ¿Esos trozos de cerámica también son una metáfora de alguna experiencia suya?
—Cuando empecé a crear el personaje de Vanessa, pensaba mucho en el proceso de crear a partir de lo roto, de lo desechado. Me obsesioné con el tema después de ver una exposición de Lee Krasner, una artista que hace collage a partir de pintura rota. Esta forma de creación artística se quedó conmigo. Pensé mucho en eso escribiendo La hora azul porque yo intenté escribir otra novela durante mucho tiempo y me encontraba con un fracaso tras otro. Pero siempre trataba de salvar algunos trozos de la novela.
—La novela habla también mucho de la libertad del artista frente a la presión social. Ahora que se cumplen diez años del éxito de «La chica del tren», ¿en algún momento se ha sentido presionada o se sigue sintiendo libre?
—Creo que nunca se es totalmente libre de las presiones sociales. Tenemos que considerar que se puede llegar a cierto grado de libertad, pero siempre estamos incluidos en un contexto social. Obviamente se puede escribir algo totalmente oscuro que nadie lea, pero no sé si hay algún escritor que pretenda hacer algo que no lea nadie. ¿Cuánta atención prestamos a esas presiones sociales? Eso depende de cada uno. Yo puedo decir que en este momento hay dos grandes tendencias en el mundo literario: el cozy crime y el romantasy. No escribo ninguno de estos géneros, pero se trata también de lograr un equilibrio entre lo que quieres escribir y lo que es apetecible para el público. Yo he tenido muchísima suerte porque todo lo que quiero escribir suele ser de interés del público.
—Alguna vez ha dicho que, tras lograr el éxito de público, ahora lo que falta es el de la crítica. Una vez más está presente otra vez esa presión social. Y yo me pregunto: ¿qué hay más crítico que el público?
—Me parece una perspectiva muy interesante, porque creo que esa es una forma muy positiva de percibirlo. Pero es una cuestión difícil que nos pasa a todos los escritores que tenemos éxito comercial. Una vez que se logra, lo que quieres es un éxito de crítica. Si analizo el mundo de los escritores desde fuera, aquellos que reciben siempre excelentes reseñas, lo que quieren es vender libros. Al final, nunca estamos satisfechos. Los que venden, porque quieren el reconocimiento de la crítica. Los que tienen el reconocimiento de la crítica, porque lo que quieren es vender. De todas formas, creo que también se ha producido un cambio. Cuando era pequeña, las críticas que importaban eran las que se publicaban en los periódicos; pero las redes sociales han cambiado un poco el juego. Sin embargo, creo que todavía hoy seguimos con esa idea bastante anticuada de que las críticas que pesan son las de los medios.