Antonio Bonet, premio Torrente Ballester de narrativa en castellano: «Kafka está en el fondo de este "thriller" claustrofóbico»

María Salgado
María Salgado REDACCIÓN / LA VOZ

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Antonio Bonet de Luna, guionista y escritor.
Antonio Bonet de Luna, guionista y escritor. cedida

Guionista de cine, debuta como novelista con «La soledad de los reptiles»

10 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La angustia de desconocer el origen de todos tus males. El protagonista de su primera novela se levanta una mañana con resaca y empieza a perderlo todo —su pareja, su trabajo, su casa y hasta su ciudad— sin saber el porqué. El filólogo, guionista y productor de cine Antonio Bonet de Luna (Madrid, 1970) aúna el absurdo, la crítica social y el humor en su debut literario, La soledad de los reptiles, obra ganadora del XXXVI premio Torrente Ballester de narrativa en lengua castellana, concedido por la Diputación de A Coruña. El madrileño, que identifica las influencias kafkianas de este «thriller claustrofóbico», recibe el galardón con entusiasmo y esperanza porque «lo cambia todo», confiesa, y lo confirma como escritor.

­—¿Cuándo empezó a escribir?

—Antes sentía vocación por el cine, mientras la literatura era como un hobby, pero con el tiempo se ha ido convirtiendo en primordial. Empecé escribiendo guiones de cortos de ficción que lograron funcionar y ganar premios, como Clases de ruso, con Luis Tosar; y Las viandas, con José María Pou. También he sido galardonado por guiones para largometrajes, pero no llegaron a hacerse las películas.

­—¿Cómo surgió la escritura de esta historia?

—Esta novela fue primero un cuento que escribí hace diez años. Se me ocurrió la historia de un hombre al que todo el mundo empieza a darle de lado, sin que haya ninguna explicación para ello. Escribí el cuento, que tendría siete u ocho páginas, y lo titulé Relato kafkiano, con un toque de humor, algo de thriller y de absurdo. Luego hice el máster de narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid y el primer año nos pidieron escribir una novela de unas 30.000 palabras y decidí convertir este relato en una novela corta, que llamé Los tres días de la ponzoña. Pero al reescribirla, unos años después, fui añadiendo cosas, se fue expandiendo y se acabó transformando, sin yo planearlo, en una novela larga. Pasó de ser un cuento de siete páginas a una novela de 60.000 palabras.

­—¿En qué está inspirada? ¿Es autoficción?

—Suelen ocurrírseme historias de este tipo, también tengo un cortometraje al estilo. No sé de dónde sale la inspiración, está Kafka en el fondo de este thriller claustrofóbico. De los clásicos, es el autor que más me ha podido influir. Pero también hay mucho humor y crítica social. Hay un reflejo de que la sociedad puede ser verdaderamente terrible en muchas ocasiones.

­—La manera en que van expulsando al protagonista de su propia vida me recordó a Casa tomada, de Julio Cortázar.

—Pues me encanta Casa tomada. No he pensado en ella al escribir esta historia, pero es muy posible que me haya influido porque es uno de mis cuentos favoritos.

—¿Es más cuentista que novelista?

—No, realmente creo que soy las dos cosas, pero sí que empecé escribiendo cuentos. No me lancé a escribir una novela de repente. Estuve durante muchos años escribiendo cuentos, que aún sigo reescribiendo. De hecho, al premio Torrente Ballester envié también un libro de cuentos, Los once principios de Cornelius W. Sillitoe, y quedó entre los diez últimos seleccionados para el premio de narrativa en castellano. Es un orgullo.

—¿Por qué decidió presentarse?

—Es un premio prestigioso, siempre había oído hablar de él. Lo que me daba miedo es que no hay una editorial detrás y por eso pensaba enviar solo el libro de cuentos, pero al final mandé también la novela y menos mal que lo hice porque sino no lo habría ganado... (Risas).

—¿Tenía expectativas?

—Me gusta mucho mi novela, pero no esperaba ganar porque siempre envían muchísimas obras. Aunque sea buena y guste, es muy difícil ganar este tipo de premios. La verdad es que no lo mandas por mandar, siempre lo mandas con la esperanza de ganar, pero no tenía grandes expectativas. Pensaba que podía gustar, y gustar mucho, pero de ahí a que fuera la que más podía gustar para ganar el premio, no.

—¿Es este su primer premio literario?

—Sí, yo solo había ganado premios por cortometrajes, pero hace ya más de veinte años. Este es mi primer premio literario y me da una alegría enorme porque me confirma que puedo hacer esto, que valgo para esto. Este premio para mí lo cambia todo, me da esperanza para seguir escribiendo.

—¿Qué le ocurre a su protagonista?

—Es un hombre al que se le empiezan a torcer las cosas. Primero, con su pareja; luego, en el trabajo; después, con la comunidad de vecinos... Y va in crescendo hasta que tiene problemas con toda la ciudad. Está escrita como si fuera un thriller claustrofóbico, pero llena de absurdo kafkiano y humor. Creo que tiene profundidad y carga social, pero también es entretenida y mantiene al lector enganchado desde el principio al final.

—Ese final, que no contaremos, está escrito para que perdure en la memoria.

—Pues no estaba proyectado, surgió así mientras escribía. La novela se iba a terminar en el capítulo anterior. Ese final surgió solo, espontáneamente.

—¿Por qué ese título?

—No me convencía el título de la novela corta, Los tres días de la ponzoña; luego lo llamé Fauna abisal, en el primer borrador de novela larga; y finalmente, La soledad de los reptiles, porque me gusta jugar con la ambigüedad y el protagonista sueña una noche que tiene ojos de reptil.

—¿Cuáles son sus referentes literarios?

—La novela que me habría gustado escribir es El proceso, de Kafka. Me parece la idea más genial de la literatura: un hombre al que procesan y no sabe el porqué. Me gusta mucho Cosmos, de Gombrowicz; los cuentos de Cortázar; Dublineses, de Joyce... Acabo de leer Una tumba para Boris Davidovich, de Danilo Kis, que es un libro de relatos y me ha encantado; los cuentos de Dino Buzzati, y Un verdor terrible, de Labatut.

—Creo que es usted filólogo.

—Estudié Empresariales y más tarde, Filología Inglesa. Trabajaba en el departamento de riesgos de un banco, pero me presenté a la Escuela de Cine de Madrid, me seleccionaron, estudié Dirección y monté una productora. La banca era un mundo más seguro, pero hice lo que tenía que hacer.

—¿Algún proyecto en el escritorio?

—Sí, quiero reescribir el libro de relatos que presenté al Torrente Ballester y una segunda novela, titulada No quedará ni el recuerdo.