
Parece que ha dejado de llover y la primavera asoma. Me da vértigo el tiempo y su forma de correr. La vida, sin embargo, lleva sus propios ritmos más parecidos al canto suave de ese pájaro que canta sobre el tejado de la iglesia. A veces parece detenerse del todo, como el ave ahora mismo, que se ha quedado en silencio, pero el tiempo sigue sumando, lo ocupes bien o mal. En la novela que estoy leyendo también hay unos pájaros, aunque no cantan, hablan. Son Ami y Ama, dos cotorritas que viven con Inseon en una casa perdida en un pueblo de la montaña de la isla de Jeju. No sabía que existía, tampoco que los huesos de los pájaros son huecos por dentro, por eso pesan tan poco. Sus pulmones son tan diminutos que una caldera funcionando cerca podría matarlos. He buscado la isla en el mapa, primero en internet, pero luego en la bola del mundo de Tormentito. Qué pena no haber guardado la mía. Allá donde esté aún debe guardar la marca de mis dedos de tanto dar vueltas a mis sueños. La narradora viaja desde Seúl a la isla para hacerse cargo del pájaro de su amiga que yace en un hospital con los dedos cortados y cosidos de nuevo a la carne. No sé si esa amputación tiene algo de simbólico que adelanta metafóricamente lo que pasará después, aunque, en realidad, todo lo verdaderamente importante pasó antes. La llegada al hogar de su amiga tiene algo de odisea, una aventura extrema entre el viento y la nieve, que silencia al mundo. Hasta los animales se callan cuando aparece la nieve. También los supervivientes se callan sepultados por el silencio que sigue a las masacres. La madre muerta de Inseon era una niña cuando el Ejército americano mató a toda su aldea. Ancianos, niños, hombres, mujeres, bebés. Todos sospechosos de rojos insurgentes. Ahora ella también está muerta, pero quedan las huellas de su pregunta. Había podido ver cómo la nieve no se deshacía en las mejillas frías de sus padres, pero no estaba el cuerpo de su hermano. ¿Habría podido escapar? Dicen que los premios Nobel se suelen dedicar a la memoria histórica. No sé, pero Han Kang deja claro que al pasado sin resolver es Imposible decir adiós.