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¿Existe vida después de cometer un crimen terrible?

Sara Cabrero
Sara Cabrero REDACCIÓN / LA VOZ

FUGAS

Giovanni Previdi

El último fenómeno literario en Italia lo firma Silvia Avallone con su «Corazón negro», una historia de amor cimentada sobre la culpa y la redención de una joven tras cumplir una larga condena

07 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Hay vida después de cumplir una condena por cometer un crimen atroz? ¿Tienen derecho a reconducir su historia aquellos que ya han saldado las cuentas con la Justicia? ¿Queda espacio para que vivan un sentimiento tan pleno como es el del amor? ¿Hay lugar para el perdón? ¿O incluso para perdonarse a sí mismos? Es posible que muchos de los que se lanzan a responder tajantes a esas preguntas vean tambalear sus concepciones después de recluirse en las frías montañas del minúsculo pueblo de Sassaia que acoge la historia de amor de Bruno y Emilia. Uno víctima y otra victimaria que, a pesar de cargar ambos con una pesada mochila llena de secretos, son capaces de ir desnudándose poco a poco para tratar de alcanzar juntos la redención.

No es una historia de amor la que Silvia Avallone nos regala con su Corazón negro. Es mucho más. Es un viaje a ese profundo y oscuro agujero que queda en el interior de las personas después de asumir la más terrible culpa. Pero también es una historia sobre la vida que se va cultivando a su alrededor: «Ese hecho terrible que comete Emilia es como un cráter negro que no se rellena, pero alrededor de él es posible construir una vida nueva», explica la propia autora. Premio Elsa Morante, Corazón negro —que se ha convertido en todo un fenómeno literario en Italia, con más de 200.000 copias vendidas— aguanta la tensión hasta el final, porque permite al lector entender a la protagonista, acompañarla en su nueva vida tras el crimen sin saber hasta el final qué es eso tan terrible que la ha llevado a ese punto de partida.

­—Haces mucho hincapié y de forma muy cruda en las diferentes formas que tenemos los humanos de hacer frente al dolor.

—En la literatura, es posible hablar sobre el mal de forma más compleja comparado con cómo se trata en las redes o en el telediario. Gritamos al monstruo y nos compadecemos de la víctima. Pero la literatura es capaz de enseñarnos que no somos solo los errores que hemos cometido o el dolor que hemos sufrido. Somos una historia donde siempre hay posibilidad de cambiar. Para mí era importante explicar el mal, pero teniendo en cuenta ambas perspectivas: la de una persona que lo ha cometido y la de una persona que lo ha sufrido.

­—¿Por qué decidiste contar la historia de Emilia a través de la mirada de una víctima como es Bruno?

—Me resultó interesante pensar que la única forma que tenía para contar una historia sobre un acto cargado de maldad era a través de una historia de amor. Solo a través de la mirada de alguien que te quiere y que no te juzga es cuando puedes empezar a encarar tus culpas. Emilia trata de huir de lo que ha hecho durante los 15 años que permanece en la cárcel. Nunca habla sobre ello Y es justo cuando tiene la responsabilidad de amar cuando deja de huir de todo y se plantea qué es lo que ha hecho. Lo que siempre tuve claro es que no quería revelar hasta el final cuál era el crimen que había cometido Emilia. De hecho, yo misma dudé y hasta el final del libro no tuve claro cuál era ese delito.

­—¿Escribiste toda la historia sin saber cuál era el punto de partida?

—Sí, justo. Sabía más o menos cuál podía ser el marco de actuación, pero no sabía cómo quería que fueran los detalles. Empecé con este personaje porque en nuestra sociedad siempre hablamos de los crímenes cuando se cometen. Pero rara vez hablamos del después. ¿Qué pasa cuando una persona sale a la calle después de haber cumplido condena? La Constitución en Italia defiende que los criminales puedan reinsertarse. Yo no defiendo que Emilia se salve de todo, porque hay cosas que no se curan. Pero ella consigue salir porque el mundo de fuera le tiende la mano. Desde su padre, hasta quien le ofrece un trabajo, pasando por los trabajadores del Estado que pelean en el correccional para que estudie y se labre un futuro. Si no existiera esa red de apoyo tanto familiar como estatal, la esperanza no existiría.

—En el mundo de las redes sociales, creo que la historia de Emilia quedaría en el acto atroz que cometió y no iría más allá...

—No es casualidad que toda la novela suceda sin móvil. No hay móviles ni en la cárcel, ni en Sassaia. Hay una necesidad forzada de trabajar las relaciones humanas como un encuentro agotador y difícil que no se puede sustituir con una foto o con un like. Creo que todo el mecanismo que hay detrás de un me gusta quita cierta empatía y complejidad a las relaciones.