
La artista gallega, afincada en Londres, es la protagonista de la muestra «Stuck» del Museo de Arte Contemporáneo de Mallorca
21 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Coincidiendo con la nueva etapa promovida por la dirección del gallego David Barro en el Museo de Arte Contemporáneo de Palma de Mallorca, Es Baluard, la ciudad se convirtió en un epicentro de efervescencia artística, atrayendo a coleccionistas, críticos y creadores. En ese contexto, el Centro Cultural Casal Solleric inauguró una impactante muestra de Ángela de la Cruz, artista gallega afincada en Londres, bajo el comisariado del compostelano Iñaki Martínez. Tales motivos dieron pie a que numerosas personas dedicadas al mundo del arte nos trasladáramos a Palma y poder participar de estos acontecimientos que tuvieron una gran difusión social y mediática en la isla, aunque apenas fueran comentadas por la prensa en Galicia.
«STUCK»
Stuck (Atascado) fue el título de la exposición de Ángela de la Cruz, escogido, según dice ella misma, porque Stuck es una palabra muy gallega, como algo que ni entra ni sale. Sin embargo, nada más lejos del espíritu que domina la actual exposición, cuyo coherente planteamiento —aunque conformado por obras de diferentes períodos— evidencia cómo esta artista de reconocimiento internacional cuestiona radicalmente la manera tradicional de entender la pintura: una aparente brutalidad que, más que mostrar la idea de destrucción, nos remite a una profunda reflexión, no solo sobre los límites de la pintura, sino de la misma creación artística.
Nacida en A Coruña (1965), Ángela de la Cruz desarrolla su trayectoria en el contexto de la escena artística londinense, adonde se traslada en 1987, tras estudiar dos años de Filosofía en la Universidade de Santiago. Allí, de manera casi espontánea, inició una formación artística que fue desarrollando en diversas escuelas y universidades de Bellas Artes, como Goldsmiths College, donde obtuvo la diplomatura, que amplió con nuevos másteres y cursos específicos hasta adquirir la solidez y coherencia que desde entonces caracterizan su trabajo. Su singular creatividad pronto fue reconocida, primero en el Reino Unido y, poco después, a nivel internacional, especialmente tras su exposición en Viena en 1994, una notoriedad que aumentó significativamente cuando fue nominada al Premio Turner en el 2010.
ROMPIENDO LIMITES
Más allá de su currículo profesional, la trayectoria biográfica de Ángela es relevante porque se entrelaza con su obra, en una especie de simbiosis entre vida y creación. Su existencia quedó marcada por un accidente vascular que le dejó serias dificultades físicas, lo que le obliga a trabajar con asistentes que ejecutan sus instrucciones. Desde sus inicios, con un atrevimiento inusual, la artista lleva hasta el límite toda consideración sobre la pintura. No solo porque sus procedimientos trascienden lo que comúnmente entendemos por cuadro, convirtiéndolo en objeto, escultura o instalación, sino porque da un paso más allá, buscando —siempre dentro de una evidente condición abstracta— una confrontación entre los elementos que componen sus objetos pictóricos. Un ejemplo claro es Stuck, un gran lienzo negro de dimensiones expandidas sobre el bastidor donde debería encajarse. De este modo, la tela aparece plegada, hinchada o caída, con soportes que se rompen y se enfrentan a ella, en una alteración tosca e inmoderada de lo que entendemos por experiencia pictórica. La superficie plana del lienzo se vuelve volumétrica y puede colgarse como cuadro o apoyarse en el suelo o, incluso, presentarse como escultura suspendida insolentemente del muro. Sin embargo, frente a estas radicales tensiones en la estructura, los materiales siguen siendo los tradicionales: óleo o acrílico sobre lienzo, en un trabajo que se caracteriza por la insistente aplicación de la materia sobre la tela, y convertir el lienzo en una piel blanda, acharolada y brillante.
RASTROS DE LO HUMANO
Desde sus primeros años, Ángela de la Cruz otorga un sentido antropomórfico y metafórico a su obra. Su trabajo está atravesado por experiencias humanas esenciales y su proceso creativo evidencia una constante relación entre su biografía y su producción artística. Un ejemplo de ello es Ashamed (1995), la pieza que abría la exposición en Palma, un pequeño óleo blanco plegado en ángulos, resultado del dolor y la rabia tras la muerte de su padre, que la llevaron a destrozar la obra en la que trabajaba. Al rescatarla de su estado fragmentado —el reciclaje es una de sus tácticas favoritas—, descubre nuevas posibilidades espaciales en la disposición de la pintura en esquina. La obra creaba su propio espacio dentro del espacio expositivo, abandonando la planitud de cuadro de pared. Esta exploración espacial continúa en sus series volumétricas, como Box o Deflated —donde su silueta se mimetiza con las obras—, o en sus esculturas a partir de sillas de uso cotidiano, que evocan inevitablemente su propia silla de ruedas. Aunque su trabajo se enmarca dentro de la abstracción, sus planteamientos formales sugieren rastros de lo humano. Hay en sus obras una denuncia soterrada de los conflictos bélicos, un homenaje a las víctimas anónimas de catástrofes y atentados, a los cuerpos cubiertos bajo telas que recuerdan las imágenes de los medios de comunicación. Un ejemplo es Half Clutter, un lienzo doblado como una alfombra, que contiene en su interior un bastidor de aspecto antropomórfico.
En los últimos años, ha explorado esculturas autónomas, liberadas de la pared, a partir de objetos cotidianos: puertas y planchas apiladas que parecen esconder algo misterioso o sus cajas-féretros sostenidas por sillas, así como las propias sillas, solas o apiladas, intervenidas o no que adquieren nuevas lecturas. El reciclaje, la seriación y el reaprovechamiento de restos de algunas de sus obras le sirven para concebir nuevas piezas, si bien estas puede jugar con un sentido comercial evidente, nada tiene que ver con la producción industrial del minimalismo. Aquí cada pieza es única, hecha a mano, artesanal y distinta, aunque sea sutilmente.
Su legado ha marcado a una generación de creadores y ha conquistado colecciones de referencia internacional. Su obra es el testimonio de una lucha constante entre la fragilidad y la fuerza, entre el accidente y la intención. Y en ese equilibrio, su pintura sigue desafiándonos.
Marisa Sobrino Manzanares
catedrática de Historia del Arte de la USC