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Gonzalo Arca: «Sigo pensando que aún lo tengo todo por delante»

FUGAS

cedida

El folk rock americano, en su más amplia acepción, y en las vivencias que lleva grabadas a fuego, se sustenta «Ni el tiempo ni la distancia», el primer disco en castellano del músico vilagarciano afincado en Ourense

28 mar 2025 . Actualizado a las 16:28 h.

Lleva Gonzalo Arca (Vilagarcía, 41 años) varias décadas procurando fortuna en esto de la música. Lo intentó con un par de grupos y después en solitario, cantando en inglés con un registro sonoro apegado al folk rock americano. Lo intentó desde los garitos, desde la calle e incluso participando en el talent La Voz. Y lo vuelve a intentar con un álbum, por primera vez en castellano, en el que amplía sonoridades y amplifica evocaciones.

Sin desprenderse de su bagaje roquero —«porque es de donde vengo», dice—, en Ni el tiempo ni la distancia, Arca se acerca con sutileza y gusto al hard rock setentero, al rock sureño, a la Americana e incluso a la ranchera, en diez canciones que versan sobre sus vivencias y experiencias personales, relatadas con igual dosis de poética que de crudeza. También habla y mucho de su empecinamiento por materializar sus ilusiones y defender su proyecto, sea cual sea el contexto de la industria musical. De caer y levantarse una y mil veces.

—¿Qué querías contar con este disco y cómo lo querías contar?

—El disco habla básicamente de mis vivencias, de mis experiencias personales. Hablo sobre personas, lugares y situaciones vividas que llevo marcadas a fuego. Tenía ganas de contar todo ese asunto.

—Y de contarlo en castellano.

—Sí, ya hacía tiempo que tenía ganas de hacer algo en castellano, por aquello de que la gente no entiende lo que dices y se pierde la mitad de la canción. Y aquí está.

—¿Te ha costado componer en castellano?

—La verdad es que no. Sí que sientes un poco esa desnudez de que eres consciente de que todo el mundo va a estar entendiendo lo que estás contando, pero, al final, por lo que pude comprobar, eran más mis prejuicios que otra cosa. Esos prejuicios de creer que el rock suena mejor en su lengua materna, en inglés.

—De este disco se ha escrito que está «cargado de nostalgia y de heridas». ¿Es así?

—Sí. En este disco trato de personas a las que quise y quiero mucho y llevo siempre presentes, de situaciones vividas con esas personas... Todas las historias del disco están muy interconectadas entre sí.

—En «Y llegaron los lobos astutos» dices que «la soledad es el precio que paga un valiente». ¿Lo has pagado tú?

—Sí, claro. Cuando tomas tus propias decisiones y sigues un camino incierto, pues sí, a veces te sientes solo y caminas solo. Pero finalmente no importa si vas alcanzando el objetivo que te marcaste antes de arrancar.

—Ya hablabas de la soledad en tu anterior disco, «Alone the dark». Es un tema recurrente en ti.

—Sí, pero es que realmente yo me lo gestiono todo bastante solo, paso mucho tiempo solo... Hablo solo incluso. O sea que sí, debe ser que soy un poco solitario (se ríe).

—Sigo con citas de tus canciones que creo que te definen. En «Todo irá bien» dices: «Nunca es tarde, vuelve a levantarte, aún lo tienes por todo por delante». ¿Te sientes así todavía?

—Sí. Pero es que en el momento en el que dejes de sentirte así, apaga la radio y vete a casa. Yo pienso que nunca es tarde y que siempre tienes margen y tiempo para seguir haciendo lo que te gusta, para seguir hacia adelante aprendiendo de lo que vas viviendo, y que eso te sirva para mejorar.

—También dices: «Vive lo que haces, deja de torturarte». ¿Te has torturado o te torturas mucho?

—Bueno, yo tengo mis cosas, sí. Mis torturas y mis historias, como todo el mundo. Pero intento hacer lo que digo en la canción: vivir cada momento, vivir lo que estoy haciendo, sentirlo y disfrutarlo y no hacer demasiado caso a los lastres que acarreo, a esas heridas y a esos arañazos.

—«Disfruta mientras tu cuerpo aguante», cantas en otro momento. ¿Cómo te sientes de fuerzas?

—La verdad que a nivel físico ahora mismo me siento mejor que nunca. Fue cumplir los 40, hice una serie de cambios en mis rutinas y estoy bastante mejor que a los 30. O sea, que me veo con cuerda para rato.

—Tu afán de resistencia siempre ha sido encomiable. ¿Nunca has pensado «esto no merece la pena, tiro la toalla»?

—No, en serio que no. Igual un día de esos que dices «a tomar por culo, estoy hasta los huevos de todo». Pero son diez minutos de mala hostia y ya está. Nunca se me pasó por la cabeza hacer otra cosa que no sea la que hago.

—¿Y por qué no triunfas?

—Esa es una buena pregunta. Supongo que porque no tengo el talento suficiente. O porque estoy siempre en el lugar equivocado. No lo sé. Pero tampoco es algo que me preocupe en exceso. Mientras pueda seguir haciendo lo que hago, que es lo que me gusta, y pueda mantenerme vivo gracias a ello, todo va bien. No me hace falta el éxito.

—Sin embargo, llegaste a participar en un «talent show» en televisión.

—Bueno, sí, eso fue un poco aquello de sujétame el cubata. Un colega me mandó el enlace para presentarme a La Voz, me pilló de domingo por la mañana medio resacoso, mandé un vídeo y a partir de ahí la cosa ya fue fluyendo. Hice un casting en Vigo. De 270 que nos presentamos me eligieron a mí para ir a las pruebas de Madrid. Y ya que estábamos, dije «pues vamos para allá». Yo era perfectamente consciente de a dónde iba, pero pensé que si salía una, dos o tres veces en televisión ante tres millones de personas, igual sonaba alguna flauta por alguna esquina. Pero sin más. Yo veía a los chavales que iban creyendo que se iban a convertir en estrellas y luego había allí unos dramas y unas historias tremendas. Yo tenía muy claro dónde estaba.

—¿Y no sonó ninguna flauta?

—No, no sonó, pero de todo aprendes.

—¿Qué aprendiste allí?

—Aprendí los entresijos de cómo se maneja el cotarro en televisión. Aprendí también a gestionar la paciencia. Y a gestionar los nervios ante situaciones que no controlas tú.

—Y del control absoluto, como es un programa de televisión, a la libertad absoluta, como es tocar en la calle.

—Pues sí. Empecé a tocar en la calle en la pandemia, porque, claro, no se podía tocar en ninguna sala ni en ningún bar. Así que probé y me gustó tanto que ya no lo dejé. Ahora, por la semana bajo la calle y toco un rato y el fin de semana tengo los conciertos.

—¿Qué te aporta tocar en la calle, más allá de las monedas?

—Me aporta felicidad, tranquilidad, relax y estar en contacto directo con la gente. También genero seguidores en redes y, de vez en cuando, me sale algún concierto.

—He escuchado decir que la calle es la mejor escuela.

—Desde luego que sí. Te pone en tu sitio porque ves que llamas la atención de mucha gente, pero también ves que a la mayoría no le importas una mierda.

—¿El rock es para los viejos?

—Puede ser, pero siempre está ahí. Desde que yo soy joven se lleva diciendo que es cosa de viejos y ahora ya soy yo viejo y ahí sigue. A mí ahora mismo el tema de los estilos ya no me quita el sueño. Lo que me importan son las canciones e intentar expresarlo lo que siento en cada momento. Y luego, el estilo en el que lo haga, ya me importa cada vez menos. Evidentemente me siguen saliendo ramalazos del rock porque es de donde vengo.

—¿Qué es lo que no cura ni el tiempo ni la distancia?

—Los recuerdos. Esas cosas que uno lleva dentro de sí para siempre. El tiempo y la distancia pueden amortiguarlas, pero no curarlas. Por más que te acostumbres a vivir con ellas y a gestionarlas, y que incluso formen ya parte de ti en un plano positivo, ni el tiempo ni la distancia las van a borrar.

—La última canción del disco se titula «Tengo miedo». ¿De qué?

—Cuanto más envejezco, más miedos tengo. Tengo miedo al avance inminente de la edad y a que el paso del tiempo no me permita hacer las cosas que tengo en mente hacer.

—Y si este disco no funciona, ¿lo volverás a intentar?

—Sí, sí, claro. Ni sé ni quiero hacer otra cosa.

  •  VILAGARCÍA SALÓN GARCÍA. VIERNES 4. 21.00 H. DESDE 15 EUROS