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«Mileva Einstein, Teoría de la Tristeza»: Einstein y la banalidad del mal

mercedes boado

FUGAS

Slavenka Drakulic hace una recreación de la relación de Mileva Maric con Einstein. Es su propia «teoría de la tristeza» de Mileva que discurre en paralelo a la teoría de la relatividad de su marido

11 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Mileva Einstein, Teoría de la Tristeza (Galaxia Gutenberg) es una novela basada en hechos reales cuya lectura me parece aconsejable, en parte por la importancia de los personajes que involucra, pero también por las reflexiones que suscita en torno a la noción del mal. Noción muy ambigua y, como tal, susceptible de ser manipulada, aminorada, disculpada.

De ello habla la filósofa alemana Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, en el que cuenta su experiencia como corresponsal de la revista The New Yorker en el proceso contra Adolf Eichmann, exoficial de las SS con una participación fundamental en la ejecución de la «solución final», la maquinaria de asesinato industrializado que terminó con la vida de seis millones de personas. Hannah nos cuenta cómo lo monstruoso de Eichmann no eran su sadismo o fanatismo, sino, paradójicamente, su absoluta normalidad. Se veía a sí mismo como un burócrata gris que se limitó a cumplir órdenes con eficiencia, sin sentimiento de culpa, sin reflexionar en el impacto moral de sus actos. Es ese mal que no emana de la perversidad, sino de la inercia burocrática y acrítica lo que Hannah acuña como «banalidad del mal».

En Mileva Einstein, teoría de la tristeza, Slavenka Drakulic, hace una recreación de la relación de Mileva Maric (1875-1948) con Einstein. Es su propia «teoría de la tristeza» de Mileva que discurre en paralelo a la teoría de la relatividad de su marido.

Mileva fue una niña de talento precoz cuyo padre luchó para que pudiese acceder a una educación muy superior a la que entonces se permitía a las mujeres. física y matemática. Aceptada en la Escuela Politécnica de Zúrich, una de las pocas universidades europeas que entonces admitían mujeres, llega a obtener mejores calificaciones que su futuro marido.

Allí Albert y ella se conocen, convirtiéndose en amigos inseparables, amantes y colaboradores. Un año antes de su matrimonio nace Lieserl y esta hija marcará el inicio de las «tres tristezas profundas» de las que habla Slavenka. Para Albert ser padre antes del matrimonio sería un desprestigio y un riesgo para su carrera. Por eso la niña es dada en adopción, y fallece poco tiempo después. Albert no la llegó a conocer. «Cuando perdí a Lieserl me perdí a mí misma», escribe Slavenka. Se casan en 1903 y Mileva, renunciando a su carrera, se convierte en colaboradora fundamental del primer período profesional de Albert. Ese que culminó en 1905, su prodigiosamente prolífico annus mirabilis, con la publicación de cuatro artículos que, cada uno por separado, cambiaron para siempre la Física. ¿Cuánto hay de Mileva en esos trabajos? Numerosos indicios apuntan a que bastante.

Seguirán los hijos Hans Albert y Eduard. Y en 1910, a raíz del nacimiento del segundo, Albert empieza a distanciarse de Mileva. El motivo, haberse enamorado de su prima Elsa. Cuando su infidelidad deja de ser un secreto, Albert escribe una carta a Mileva en la que le enumera «las condiciones bajo las cuales estoy dispuesto a reanudar la vida en común contigo».

Con la versión íntegra de esta vergonzosa lista (¡real, no ficcionada!) de condiciones de rendición, alienación y esclavitud (que Mileva rechazó) arranca la novela en la que Slavenka Drakulic nos muestra un Einstein poco aireado. Portento de imaginación, sin duda, pero también cobarde, egoísta y cruel en lo íntimo. La conducta de Einstein podría dar a Arendt otro ejemplo de su concepto de «banalidad del mal». Maldad sin paliativos, pero infligida con la normalidad de un burócrata porque, al fin y al cabo, la sociedad de entonces convertía en normal lo intolerable.

Mercedes Boado es catedrática de Latín

«Mileva Einstein, teoría de la tristeza»

Slavenka Drakulic

Galaxia Gutenberg200 páginas

18,50 euros