
«Al deportista le cuesta cada vez más definir lo bueno o malo que es», afirma este psicólogo del rendimiento
24 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Los casi 30 años al frente del departamento de Psicología del Deporte del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat cargaron a Pep Marí (Girona, 1964) de experiencias que ahora comparte en conferencias como la brindada ayer en Arteixo, dentro de las jornadas de Actualización de Entrenadores de la Federación Galega de Fútbol. Concluida la charla, repasa en una entrevista la evolución de su profesión en el ámbito deportivo: «Empezamos actuando casi exclusivamente sobre los jugadores y ahora es común la actuación sobre el cuerpo técnico. Además, nos centramos cada vez más en la comunicación y gestión de personas. Por último, creo que se ha acentuado nuestro rol clínico, por encima de la mejoría de rendimiento».
—Han ganado peso y respeto.
«Hay un ejemplo claro: si antes fallaba el psicólogo, la culpa era de la psicología, que no servía para nada. Si fallaba el preparador físico, nadie cuestionaba el valor de la preparación física. Ahora, se entiende que si no hay resultados la responsabilidad estará en el profesional, no en la profesión. También aprecio que cada vez más deportistas comparten que trabajan con un psicólogo».
—También son varios los entrenadores que se adjudican el rol de psicólogo en sus equipos.
—Es que hay mucho entrenador que confunde la psicología con el don de gentes. Cuidado con esto. Hay personas carismáticas, pero que carecen de método; y para llegar a una plantilla, a un grupo, es imprescindible el método. Cuando el entrenador se adjudica el papel de psicólogo suele ser cuestión de exceso de ego.
—Alguno se mete demasiado en el papel. Se escuchan algunas charlas motivacionales a niños...
—El entrenador que en sus charlas trata a chavales como si fueran adultos, les está haciendo daño.
—Están siendo muy frecuentes las retiradas o las pausas en la carrera de los deportistas asociadas a la fatiga mental. ¿Por qué?
—En muchos casos me encuentro un problema de expectativas. Llega un punto en que el deportista piensa que está en su mano lograr cosas de las que realmente no va a ser capaz. Normalmente, convencido y presionado por el entorno. A los deportistas les cuesta cada vez más definir lo buenos o malos que son. Y de ahí se pasa a la frustración. La felicidad está en la proximidad entre expectativas y capacidades. Creer, o querer, no es poder. Son consignas peligrosas que se lanzan desde el desconocimiento, o desde una perspectiva interesada.
—¿Se da una sobreprotección?
—Con mucha frecuencia, y estamos afectando al proceso de madurez del deportista. Hay un estudio estadounidense sobre los factores que más influyen en el deterioro acentuado de la salud mental. Trabajaron sobre tres: la pandemia, la exposición a las pantallas y la sobreprotección. La conclusión fue que el más importante es este último.
—¿Qué diferencia al futbolista del resto de deportistas?
—La presión que sufre y debe tolerar. Es mucha más de lo habitual, y no tiene que ver con lo que hace, que es lo mismo que el resto de deportistas, sino con la trascendencia que tiene lo que hace. He trabajado con futbolistas profesionales que me han pedido ayuda para jugar en casa, ante su afición. Consideraban que ese escenario restaba a su juego. Es algo que no me ha pedido ningún deportista de otra disciplina.
—¿Y cómo se trabaja algo así?
—Pues controlando lo controlable. No estando pendiente de lo que expresa el entorno durante el juego, sino de lo que debo hacer para cumplir mi función. Y hablo de hacer, no de conseguir; de lo que depende del propio futbolista, porque tener éxito depende de más factores que del trabajo individual. A partir de ahí, se intenta que el jugador relativice. Normalmente, a través de la comparación; que entienda que cualquier comentario externo tiene un peso inferior a otros problemas que ha afrontado.
—El jugador no es el único permeable a esa crítica. Son contados los clubes capaces de sostener proyectos a largo plazo.
—Ese es el mal del fútbol: la falta de confianza real para el desarrollo de proyectos. Al final, vale todo para conseguir resultados inmediatos. No se tolera el fracaso y así no hay manera de trabajar la persistencia en el esfuerzo y la superación. Y no olvidemos que lo normal es fracasar.
—Eso se dice muy a menudo, pero se asume poco.
—Exactamente. El cortoplacismo y la intolerancia al error se lo cargan todo. Es parte del problema de haber sustituido el deporte por el espectáculo puro. El deporte debe transmitir valores; y si no lo hace, hablamos de otras cosas. Negocio, espectáculo... Todo lícito; pero no deporte. Si un club tiene seis o siete entrenadores en tres años, el problema no es el entrenador. Y esto afecta también a nuestro trabajo, claro. Un psicólogo necesita tiempo.
«En el deporte se están olvidando de la salud mental de los árbitros»
«El salto que nos falta es que la psicología sirva a otros estamentos, más allá del futbolista. Al entrenador, mejorando su gestión del grupo, y a la directiva, en su toma de decisiones. Cuando llegué al Espanyol, Lotina me dijo: ‘‘Creo que donde más te van a necesitar es en la directiva, por el control de expectativas. Están vendiendo que vamos a pelear por competiciones europeas cuando la plantilla es para salvar la categoría’’», comparte Marí al repasar el rol del psicólogo dentro del fútbol actual.
—Nos olvidamos del árbitro
—Cierto. Y es muy importante. En el deporte se están olvidando de la salud mental del árbitro; y un árbitro profesional es un deportista de alto rendimiento.
—¿Cómo han cambiado las reglas del juego en su profesión?
—Destacaría el impacto de las redes sociales. Su efecto es múltiple. El deportista las usa para mover a la compasión, para promover una disculpa ante lo sucedido en el campo: la suerte, el árbitro... Evita afrontar la realidad. Suponen una distracción; el móvil debería estar prohibido desde mucho antes hasta mucho después de competir. Además, contribuyen a colocar al individuo por encima del colectivo, del equipo.
—¿No tienen nada bueno?
—Bien usadas son una herramienta para compartir el trabajo del profesional. Para que el aficionado entienda qué hay detrás de lo que ve durante el partido. No hablamos de mostrar resultados, sino de dar a conocer el proceso.
—El factor mental escapa del control de datos, cada vez más popular en todos los deportes.
—Y eso acaba generando problemas de adaptación. Porque pasamos por alto cómo funcionará el deportista en otro ambiente. Para mí, la variable psicológica más importante es la de compromiso: cuánto está dispuesto a poner la persona en determinadas circunstancias para llegar al objetivo. Algo que no miden los datos.