Firme defensor de la autonomía financiera de Galicia, el ribadense murió a los 95 años
16 dic 2021 . Actualizado a las 00:51 h.El economista y político Víctor Moro (Ribadeo, 1926) falleció este miércoles en su casa de Baíña a los 95 años tras una vida dedicada a defender una de sus grandes pasiones: Galicia. Preocupado por la que siempre fue su patria, este ribadense trabajó incansablemente en la evolución política y económica de su tierra, una empresa que lo llevó a ocupar diferentes cargos de responsabilidad en distintos estamentos de la Administración. A pesar de su incontestable trayectoria política, él mismo aseguraba en una entrevista publicada en 1981 en La Voz que nunca había sido «un político profesional, sino un político vocacional».
Pero su larga andadura arrancó lejos de estos estamentos. Moro inició su camino de la mano del Banco de España, donde en el año 1948 entró como técnico. Su saber hacer y su inconmensurable capacidad de trabajo impulsaron rápidamente su ascenso. A los dos años de llegar se convirtió en interventor del regulador. Entre los años 1962 y 1976 redirigió su carrera hacia la empresa privada y recaló en los despachos de Pescanova para ocupar el puesto de director general. Hasta que Calvo Sotelo se cruzó en su camino y se lo llevó a Madrid para formar parte del primer Gobierno ya en monarquía con Suárez al frente. Su función: capitanear el departamento de Pesca Marítima, dependiente del Ministerio de Comercio. Él mismo relataba poco después que, en un primer momento decidió resistirse, y que fue el propio rey Juan Carlos el que doblegó sus reticencias y lo convenció para aceptar: «Me recibió en Palacio para recordarme que vivíamos una nueva etapa apasionante y que todos estábamos obligados a entregar a España nuestra obligación y esfuerzo», relataba. No dejó batalla sin librar en materia de pesca. Fue una época complicada en la que se firmaron un sinfín de convenios con países como Canadá o Noruega. Años después, en el sector se lo llegó a bautizar como el «Marco Polo» de la pesca, en reconocimiento a su lucha por la defensa de los intereses de España en general, y de su Galicia en particular.
Un viraje político
Los que lo conocían destacaban ya entonces su capacidad de convicción, sus dotes políticas y su alto pragmatismo; unas cualidades que lo llevaron a encaminar su trayectoria hacia la política. En 1977 fue elegido como diputado por Pontevedra en las filas de la UCD, ocupando así un escaño en el Congreso de los Diputados; y dos años después decidió dar un paso al frente y encabezar la candidatura de la UCD al Concello de Vigo. Ganó, pero no logró acceder a la alcaldía tras un pacto de la izquierda que llevó a Manoel Soto Ferreiro a ocupar el cargo.
Ante las circunstancias, Moro dejó la política activa unos meses para volver a sus orígenes y recalar de nuevo en el Banco de España, donde acabó siendo el director de la sede en Vigo y en Cataluña. El gusanillo y la necesidad de seguir aportando a su querida Galicia volvieron a llevarle poco después a la primera línea política. Moro regresó como miembro de Coalición Galega, un intento de nacionalismo centrista en el que se le llegó a considerar la «esperanza blanca», un hombre destinado a acabar con el dominio de los partidos tradicionales.
Centró sus esfuerzos entonces en conseguir «facer unha Galicia máis próspera, máis culta, máis digna e politicamente respectada». Pregonaba por cada rincón de la comunidad la necesidad de su tierra de «deixar de laiarse e de acocharse con resignación no seu infortunio, adquirindo conciencia dunha vez por todas que a situación económica e social non é máis cá consecuencia de entregar o poder político en mans alleas». Ese nacionalismo fue su bandera hasta sus últimos días. Años después, de hecho, seguía pregonando que «el galleguismo auténtico tiene como objetivo el progreso económico, social y cultural de Galicia, la vigencia de su identidad y, sobre todo, no subordinar jamás los intereses generales del pueblo gallego al mantenimiento de las poltronas personales o las exigencias partidarias coyunturales».
Moro también pasará a la posteridad como uno de los primeros personajes públicos que defendió la fusión de las dos cajas gallegas cuando el debate ni siquiera formaba parte de la actualidad.
Fueron muchas las empresas —además de Pescanova— que lo reclamaron para capitanear sus proyectos. Entre ellas, Unión Fenosa, de la que formó parte entre 1997 y el 2002. También fue presidente en sus últimos años de la consultora Solventis y de la distribuidora Vima Foods.
Premios
Orden del Mérito Constitucional, Cruz del Mérito Naval o la Cruz de Sant Jordi son solo algunos de los reconocimientos a la larga trayectoria de este economista. Colaborador de La Voz de Galicia, también fue galardonado en el año 1988 con el XXX Premio Fernández Latorre de periodismo por su artículo El expolio energético de Galicia.
A pesar de haber hecho historia y de haber formado parte importante de la misma, si por algo destacó Moro fue por su sencillez. Para este economista lo primero siempre fue la familia. Casado con Genoveva Suárez, por la que sentía especial adoración, y padre de cuatro hijos, sus vástagos destacan de él su honestidad, su honradez y, sin duda su gran amor por Galicia. Gran conversador, en los últimos años decidió refugiarse en un pazo de Baíña, en Baiona, alejado del mundanal ruido y la contaminación. Allí dedicaba sus días a leer y disfrutar de los suyos.