Ricardo Arias, único superviviente del naufragio del «Arosa», regresó ayer a Vigo La emoción y el nerviosismo se reflejaban en el rostro de Ricardo Arias poco antes de poder volver a abrazar a sus familiares. El único superviviente del naufragio del «Arosa» llegó ayer al aeropuerto de Vigo tras vivir una verdadera odisea en Irlanda. El joven marinense aseguró que lo más duro de la tragedia fue «ver como mis compañeros se ahogaban y no poder hacer nada».
06 oct 2000 . Actualizado a las 07:00 h.Ricardo Arias García, el único superviviente de la tragedia del arrastero Arosa en las costas de Irlanda, llegó ayer a Vigo procedente de Galway. Tras tres días de incertidumbre, su madre y su hermano pudieron abrazarlo. Nada más llegar a tierras gallegas, Ricardo aseguró que, de momento, no pensaba volver a embarcarse y explicó que lo más duro de todo lo que había vivido hasta el momento fue ver «como se morían mis compañeros y que no podía hacer nada por ayudarlos». Indicó que esta ha sido «una de las vivencia más horribles de mi corta vida como tripulante». El joven marinense indicó que tras el embarrancamiento del pesquero y despúes de una lucha de treinta minutos en un mar embravecido consiguió asirse de unas piedras situadas a tan sólo veinte metros del barco. Según explicó, desde las rocas pudo ver como varios de sus compañeros «se ahogaban irremisiblemente y eran tragados por el mar». «Estuve agarrado en la roca _dijo_ y vi como peleaban contra el mar y se hundían, pero no podía ayudarlos porque si lo hacía yo también podía morirme». Mientras estuvo en esa penosa situación, Ricardo asegura que «sufrí hasta que creí morir; el tiempo se me hizo interminable». El joven marinense reiteró en Vigo la misma versión que relató ante el juez que instruye el caso por el embarrancamiento del pesquero. En este sentido, dijo que «tras oír un golpe muy fuerte, el buque embarrancó en muy poco tiempo». Reiteró que la vía de agua que se produjo en una de las bodegas de refigeración del pescado, no guarda relación con el hundimiento. Precisamente dijo que «cuando ocurrió la tragedia, el Arosa regresaba a puerto para refugiarse del temporal y reparar definitivamente la avería que se había producido en el sistema de refigeración». Dijo que la situación más dura que vivió una vez a salvo en el hospital irlandés fue ver «como los familiares de mis compañeros llegaban a Irlanda para recoger sus cadáveres».