DEPORTIVO Paco Flores siempre se cruza con el Deportivo en el peor momento. Su continuidad como técnico del Espanyol («el cuarto match ball», como le gusta decir a él) depende de lo que ocurra mañana en Montjuic.
29 nov 2001 . Actualizado a las 06:00 h.La biografía del entrenador no apunta en su favor para este fin de semana. Su debut como técnico de Primera División en marzo de 1997 fue ante el Deportivo. Flores acababa de relevar a Vicente Miera en el banquillo (que dejó el equipo en el puesto 19 en una Liga de 22). El conjunto coruñés le empujó un poco más al descenso (0-1) con un gol de Naybet. Pero el trabajo posterior de Flores fue más que bueno y el Espanyol acabó la temporada en el duodécimo puesto. El presidente se lo agradeció devolviéndolo a los despachos, de donde lo sacó tres años más tarde. Entonces ocupó el hueco del argentino Miguel Ángel Brindisi. Comenzó ganando en Mestalla, salvó al equipo sin apuros de última hora y el presidente le cedió el banquillo «de por vida». Flores canjeó la confianza por un noveno puesto en la Liga siguiente y la gesta de una Copa del Rey. Ahora, sin haber pisado los tres últimos puestos, cada partido del Espanyol es un ultimátum para el entrenador, salvado siempre allí donde pincha el Deportivo, con triunfos ante el Rayo Vallecano, el Tenerife y el Mallorca. Pero Flores, además de un estratega, ha sido el padre futbolístico que apadrinó a jugadores como los deportivistas Sergio y Capdevila. «Paco Flores es un entrenador que ha significado mucho en mi carrera futbolística -dijo ayer el centrocampista catalán-, pero tanto él como yo estamos por encima de toda esta situación. Si el Deportivo logra ganar, él no me va a decir que soy culpable de que le pudiesen destituir». Si el Espanyol pierde, Flores tienes muchas opciones de volver a su despacho de Montjuic, circunstancia que, según él, no se debe solamente al juego del equipo. «Habrá que pedir daños y perjuicios al colegio arbitral en caso de que me cesen», se queja.