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«Los gallegos y los japoneses son tímidos y un poco cerrados al principio»

CRISTÓBAL RAMÍREZ SANTIAGO

GALICIA

PACO RODRÍGUEZ

Megumi Shiozawa, propietaria de un restaurante nipón en Santiago La japonesa Megumi Shiozawa vino dos veces a Santiago. A la segunda se quedó aquí, se casó con un gallego que habla multitud de idiomas y hace dos años abrió un restaurante en la avenida de Lugo compostelana. Ahora hay palos (simbólicamente hablando, claro) para comer en su reservado, auténticamente nipón. Sobre el carácter gallego dice que es «bastante parecido al japonés: ambos son un poco tímidos, algo cerrados, pero cuando se abren se consigue un amigo para toda la vida».

30 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Todo comenzó cuando Megumi trabajaba en una empresa en Japón y añoraba el viaje que había hecho por España adelante -sin pisar suelo gallego- con dos amigas antes de licenciarse en la universidad. Se despertó en ella el interés por el castellano y se puso a aprenderlo. Cuando llevaba tres años trabajando cogió la puerta y se plantó en Santiago por recomendación de una amiga que conocía la ciudad. -¿Y está arrepentida? -¡No, qué va! ¡Estoy muy contenta de seguir aquí! -¿No echa de menos su tierra natal? -No, e incluso ahora tengo más contacto con mis amigos que cuando me encontraba allá, y además está Internet. -¿Qué le gusta más de Galicia? -La naturaleza. -¿Y qué le disgusta? -Nada. -¿Nada? -Bueno, ustedes gritan mucho cuando hablan. -¿No me va a decir que somos impuntuales? -Sí, lo son, pero al final me he acostumbrado; si no, no hubiera podido vivir. -Si es propietaria de un restaurante es que está aquí de manera legal. -Claro. Tengo permiso de residencia. Estoy casada con un coruñés. -¿No sufrió algún acto racista en este tiempo? -No. Los niños a veces se fijan en mis ojos rasgados y hacen algún gesto, pero nada más. -¿Y la policía? -Sin problemas excepto una vez, hace cinco años, cuando un agente, en Santiago, me pidió la documentación, se la enseñé, estaba en regla y aun así me quiso llevar a la comisaría, a lo que me negué. Ellos tienen allí todos mis papeles. Le dije que los mirara y que yo no iba. Más adelante, en la comisaría -donde me trataron bien- dijeron que me habían confundido con una tailandesa ya que había varias prostitutas oriundas de ese país. Parece que se había equivocado aquel agente, ¿no cree? -Dicen que en su país las personas mayores son mucho más respetadas que aquí. -Sí, hay más respeto, lo que se debe a la influencia del taoísmo. -¿Qué es eso de huelga a la japonesa, donde trabajan como locos? -Yo no estudié nunca eso, nunca, desde que nací. En mi país si hay huelga no se trabaja, como en todos. -¿Le choca el carácter gallego? -No, nada. -¿Acabará pidiendo la nacionalidad española? -No. Aquí yo estoy en mi casa, pero si me hago española deberé ir a Japón como turista. Y eso no lo quiero hacer. Total, menos votar tengo todos los derechos.