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La selección española ejerció su apostolado camino de la Eurocopa

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO

GALICIA

Alberto Martín

Los jugadores recorrieron el tramo final de la Ruta Xacobea entre una multitud

06 jun 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

?amino de Portugal, la selección española hizo una divina parada en Compostela con tiempo suficiente para ejercer el apostolado futbolístico entre una multitud de fieles aficionados y cumplir con la invocación al Apóstol Santiago en la catedral. Desde que los jugadores llegaron a la Porta do Camiño, pasadas las doce del mediodía, hasta que accedieron al Hostal dos Reis Católicos, cerca ya de las dos de la tarde, el trazado xacobeo del casco antiguo fue como un gran río de piedra. Un río revuelto con ganancia para los seguidores de la selección, que nunca sospecharon la posibilidad de ver tan de cerca a sus idólos. Verlos y, en algunos casos, incluso tocarlos. Sin olvidar las fotos y los autógrafos. Sosiego en el aeropuerto No había mucha expectación en Lavacolla para recibir al combinado de Iñaki Saéz. De hecho, los futbolistas apenas se toparon con un centenar de aficionados en su recorrido desde la escalerilla del avión Honduras, que llegó treinta minutos antes del horario previsto, hasta el autobús aparcado junto a la terminal de pasajeros. Otra cosa fue el entusiasmo que desbordaron miles de personas en las calles compostelanas. Nada más pisar la rúa Casas Reais, se pudo oír en boca de Morientes una expresión significativa: «No puede ser, esto no puede ser». Pero fue. Y los jugadores, mezclados con la muchedumbre, pusieron buena cara a la avalancha. La escena que se encontró el colectivo después de bajar del autobús quedó resumida en pocas palabras por un integrante de la comitiva: «Parece cosa de Berlanga». Desde el principio, Morientes y Raúl fueron los más solicitados por el gentío; Joaquín y Casillas, los más requeridos por las jovencitas; Capdevila, Juanito y Aranzubia los que pasaron más inadvertidos. «Amunt Valencia» Albelda, que vive pegado a una perenne sonrisa, debió pensar por momentos que estaba en casa. En varias ocasiones escuchó el «Amunt Valencia» y en todas correspondió. Se le pregunta, antes de alcanzar la catedral, si llegarán con gasolina a la Eurocopa. Y responde, mirando a su alrededor, con los espacios muy achicados: «Después de esto, ya veremos». Futbolistas, técnicos y empleados de la federación fueron llegando a la primera línea de meta, en el corazón del Obradoiro, como los ciclistas en una etapa de alta montaña, en pequeñas tandas, a borbotones. Por el camino se toparon con algún despistado, desconocedor de la singular peregrinación previa a la Eurocopa: «Oye, tú, ¿aquél no es Cañizares?» Los salpicados episodios de histeria protagonizados por algunas de las seguidoras más jóvenes contrastaron en la plaza con el sosegado debate de un grupo más talludo, más interesado en el análisis y repaso de los adonis que en la resistencia que ofrecerán Rusia, Grecia y Portugal a partir del sábado. Foto de grupo Tras el reagrupamiento en el Obradoiro para la foto de familia con la catedral como fondo y marco esplendoroso, quedaba la invocación al Apóstol. El combinado nacional se aprestó a recorrer de nuevo algo más de cien metros para poder acceder al templo por la puerta de la Inmaculada. Cada vez había más gente y menos espacio. Por todas partes salían brazos, libretas y cámaras hacia un colectivo que, al menos ayer, acreditó la virtud de la paciencia. Todo resultó superlativo en una jornada sin incidentes, en la que uno de los pocos sustos lo dio un can habituado a acompañar a su dueño en el Arco de Palacio para apelar a la generosidad de los transeúntes. El perro, acostumbrado al trajín del Xacobeo, aguantó con sorpresa las primeras oleadas. Hasta que se le fueron un poco los nervios, sin más trascendencia que el sobresalto del momento. Los integrantes de la selección, que probablemente nunca vivieron tan de cerca eso que se llama baño de multitudes, ganaron la catedral con ganas de tomarse un respiro. Pero dentro del recinto santo también había mucha animación.