Los expertos aluden a los nuevos parques de pesca cubiertos como un posible factor de riesgo Influyen tanto las normas de la UE como la forma de operar el buque, sin olvidar la mala suerte.
12 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Como Eros, Neptuno tampoco entiende de edades. En sólo nueve meses lo ha demostrado hasta en cuatro ocasiones, al engullir a otros tantos pesqueros que apenas sí llevaban seis años en activo. Y de forma tan voraz que ni siquiera dio una oportunidad a sus tripulantes. Los sucesos del O Bahía , Enrique el Morico , Nuevo Pilín y Siempre Casina , barcos nuevos y modernos que se suponían seguros, han tirado por tierra la convicción de que la siniestralidad de la flota está estrechamente ligada a la antigüedad de los barcos. «¿Qué pasa aquí?», se pregunta Antonio Pérez Olveira, subdirector xeral de Estructuras Pesqueiras, que admite estar tan sorprendido como otros muchos con lo que ha pasado y reclama una investigación seria y una reflexión profunda para determinar dónde está el fallo. Fomento se ha parado a hacer esa reflexión. Ha llevado esos cuatro naufragios al banco de pruebas para obtener unas conclusiones que arrojen luz sobre la estabilidad y flotabilidad de estas embarcaciones. Sólo entonces dejará de hablarse de causas y no de hipótesis. «Un barco pequeño es seguro». En eso coinciden todos los ingenieros navales consultados, que insisten en que los buques que están navegando han pasado todas las pruebas de estabilidad y flotabilidad que exige la ley. Ahora bien, otra cosa es que algunas modalidades de barcos «cumplan los márgenes de forma más ajustada que otras», señala Fernando López Peña, director del departamento de Ingeniería Naval y Oceánica de la Escuela Politécnica Superior de Ferrol. Un barco de 12 metros no suele exponerse a condiciones oceánicas extremas y uno de más de 24 cumple con holgura las condiciones de estabilidad. El problema radica en los que están a medio camino, «que comparten muchas características con la bajura, pero hacen mareas de altura», señala Ramón Núñez Rivas, presidente de la Fundación Marqués de Suances, a la que se le ha encargado el estudio de los cuatro últimos naufragios. Pero ¿por qué? En un siniestro marítimo no hay una única causa. Al contrario, suele obedecer a un cúmulo de circunstancias con un nefasto efecto redundante. Las amenazas son varias: influyen desde las exigencias de construcción impuestas por la UE, las licencias de construcción, las deficientes inspecciones, la forma de operar el buque por parte del patrón y de la tripulación, el oleaje, el clima y, por supuesto, el albur. «Os pesqueiros teñen menos metros de eslora do que deberían», apuntan desde la escuela de Marina Civil de A Coruña. Las normas de la UE, que para contener el esfuerzo pesquero impiden que la nueva construcción tenga más toneladas que el barco que se entrega al desguace, obligan a concentrar en pocos metros todos los avances técnicos y comodidades. Y «eso es un grave error. ¿Por qué un armador que quiere invertir dinero se ve impedido de tener el barco con pasillos amplios en lugar de tener que contentarse con una ratonera? Es un sinsentido, como si quieres un Mercedes y te obligan a comprar un Clío», reflexionan los ingenieros. El colectivo admite que es necesario mejorar los exámenes a los que se someten los pesqueros, pues «en ningún país del mundo es obligatorio hacer pruebas en la cresta de la ola y ahí se escapan muchas deficiencias». También ponen pegas los expertos en rescate, que critican que la comisión de investigación esté obligada a guardar silencio sobre unas conclusiones a las que se sacaría más provecho si saliesen a la luz.