
Los Gammarelli, los sastres que han vestido a los pontífices desde 1798, han preparado vestimentas de tres tallas diferentes para el sustituto de Juan Pablo II
13 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Lunes, 16 de octubre de 1978. Seis y media de la tarde. El cardenal Karol Wojtyla abandona la capilla sixtina. El colegio cardenalicio acaba de decidir que el jovial cardenal de Cracovia sea el nuevo pastor de la Iglesia. El purpurado polaco entra en una angosta habitación, conocida como la camera lacrimatoria. Dentro le esperan tres baúles. En cada uno de ellos, un juego de vestiduras pontificias de color blanco, de tres tallas diferentes. El Papa se sienta. Espera por un Gammarelli. Unos minutos después, aparece uno de los sastres descendientes de la familia que desde 1798 viste a los papas de Roma. En un periquete, el modisto ajusta los ropajes a la atlética complexión del recién elegido obispo de Roma. Aquella tarde de octubre de 1978, Juan Pablo II eligió la talla más grande de las tres que habían preparado para el nuevo Papa esta saga de sastres con tienda abierta en el corazón de Roma, en la recoleta plaza de Minerva, a un tiro de piedra del Panteón. Local diminuto Hoy es miércoles por la mañana y en torno al escaparate de este vetusto establecimiento un enjambre de cámaras intentan fotografiar la vestimenta blanca que portará el sustituto de Juan Pablo II. Detrás de la pequeña cristalera, justo encima del cartel que acredita que aquella es una «sastrería para eclesiásticos», lo que se ve son tres sotanas papales, de tres tamaños distintos. «La atiendo durante cinco minutos. Si estamos con los periodistas, no podemos trabajar». Massimilian Gammarelli regenta con sus dos primos, Aníbal y Filippo, este diminuto local de apenas cincuenta metros cuadrados en el que desde hace doscientos años se cosen manualmente las ropas de los papas. La tradición se interrumpió únicamente durante el pontificado de Pio XII, que prefirió confiarse a un sastre amigo. ¿Cuánto cuesta vestir a un Papa? Los Gammarelli evitan las fotografías de frente y prefieren no comprometerse con las cifras. «Mucho menos que un traje de novia», especulan. En realidad, la cifra rondaría los 6.000 euros. Apostado tras un mostrador de madera y rodeado de sencillas fotografías de los últimos seis pastores de la Iglesia, Massimilian explica que «estos días el trabajo se multiplica por seis». El domingo -como muy tarde el lunes-, antes de que comience el cónclave, sabrán si el Vaticano es fiel a una costumbre de décadas y los convierte otra vez en los responsables del aspecto exterior del futuro pontífice. «Esperemos que sí», señala confiado. Los avala su reciente experiencia con Juan Pablo II, que desde que aquel 16 de octubre se enfundó un Gammarelli no los abandonó. Gustos papales Hasta la muerte: el pañuelo blanco que cubría el rostro del cadáver de Wojtyla llevaba el sello de estos artesanos. «Juan Pablo II era muy fácil de contentar. Prefería tejidos ligeros, quizás porque era polaco y tenía siempre calor». Los Gammarelli se abastecen de telas italianas -«excepto el 5% que traemos de otros países de Europa»-, confeccionadas con seda o lana en función del época del año. No sólo se ocupan de las ropas. Para el próximo Papa han preparado también tres juegos de zapatos de piel roja. Míticos son, por ejemplo, los calcetines de color escarlata de esta sastrería -30 euros el par-, que recibe encargos de jefes de Estado y reyes de los cinco continentes. Durante una tediosa reunión de altos representantes de los países de la Unión Europa, un ministro de Exteriores francés le espetó a un colega de mesa: «Mira, fíjate, llevo los mismos calcetines que los cardenales».