Colisión brutal en la Antártida

GALICIA

Un gigantesco glaciar a la deriva del tamaño de Luxemburgo impacta contra una península de hielo, de la que secciona una franja de cinco kilómetros

05 abr 2019 . Actualizado a las 20:14 h.

El vaticinio se ha cumplido con cuatro meses de retraso. En diciembre pasado, científicos norteamericanos, australianos y europeos se frotaban las manos ante el anuncio inminente de «uno de los mejores acontecimientos de demolición del planeta». A partir de ese momento, la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) orientaron sus satélites para poner los ojos en un pequeño punto de la Antártida en el que se iba a producir de forma inexorable el gran choque de titanes que se había pronosticado. En el combate, dos gigantes frente a frente. Por un lado, un iceberg a la deriva de 160 kilómetros de largo y 2.500 metros cuadrados de superficie; por otro, una península de hielo de sesenta kilómetros de longitud. Pero los dos colosos hurtaron sucesivamente el espectáculo a los curiosos y los investigadores empezaron a temer que sus predicciones podrían haber fallado. Hasta que el pasado día 15 una imagen tomada por el satélite europeo Envisat, y difundida días después, reveló que la colisión se había producido. El gigantesco glaciar B-15A, de una superficie equivalente a Luxemburgo, golpeó brutalmente a la lengua de hielo Drygalski, a la que mutiló cinco kilómetros de su superficie. El duelo fue un tanto desigual, ya que, según los primeros datos, la mole a la deriva apenas se ha visto alterada por el choque. Pero el choque de titanes podría no haber vivido más que su primer capítulo. «Probablemente los mapas de la Antártida necesitarán ser corregidos», advierte la Agencia Espacial Europea en su página web, en un presagio de que lo que queda por venir quizás pueda ser aún mucho más brutal. Los expertos aseguran que el iceberg aún no ha terminado su recorrido por la lengua Drygalski, por lo que en los próximos días o incluso semanas se sucederán nuevos embates. De momento, lo que se desconoce son las repercusiones que tendrá esta voluminosa colisión, ya que tanto podría tener consecuencias positivas como negativas. Si, como todo apunta, el glaciar en su trayectoria fatal consigue salir del Estrecho de McMurdo -donde se encuentran una base norteamericana y otra neozelandesa- y abrirse camino hacia mar abierto, el paso quedaría desbloqueado. La mole de hielo, desde que en el 2003 se desgajó de su témpano madre, el B-15, mucho más grande y de un tamaño como la isla de Jamaica, ha bloqueado las corrientes oceánicas del estrecho y provocado una acumulación de hielo en el mar. Esta situación suponía un grave contratiempo para el abastecimiento de las bases científicas y, sobre todo, obligaba a las colonias de pingüinos a realizar un recorrido mucho mayor en dirección al mar en busca de alimento, por lo que se había producido una gran mortandad de la especie. Sin el tapón del B-15A, los pingüinos tendrán un respiro. La hipótesis más negativa, aunque en este caso es la menos probable, es que la plataforma de hielo, en los sucesivos choques, se quede incorporada a la península Drygalski, por lo que el embotellamiento del estrecho sería mucho mayor. Trampa El pasado mes de julio, cuando el iceberg se encaminaba en una trayectoria de colisión hacia la lengua de hielo, se quedó anclado de forma inesperada en los depósitos de material glacial que rodean a la península de Drygalski. De esta trampa salió hace unas semanas, aunque por efecto de las corrientes cambió de dirección y parecía que iba a pasar de largo sin que se produjese la temida colisión. La situación volvió a revertir hace unos días, justo en el momento en que el radar europeo Envisat posó sus ojos en el escenario del duelo para inmortalizar con su cámara el choque de los colosos de hielo. El Envisat lleva siguiendo la evolución del B15-A desde hace dos años y, a partir de los datos suministrados por su Espectrómetro de Imagen de Resolución Media, la Agencia Espacial Europea ha elaborado una animación que simula un vuelo por encima de la zona.