La película «Heroína» rememora la lucha de unas madres que le enseñaron los dientes a un enemigo tan grande y tan poderoso que acabó siendo víctima de su propia soberbia. Entrevistas anteriores:
01 may 2005 . Actualizado a las 07:00 h.La de Mari Carmen Avendaño Otero (Lavadores-Vigo, 1945) es una de esas vidas basadas en hechos reales. La película Heroína, de Gerardo Herrero, retoma ahora algunos de los episodios más duros e intensos de la fundadora de Érguete, un tiempo complicado en el que otra heroína se coló en casa de Mari Carmen para convertirse en una nuera indeseable. -La pantalla revive años de pesadilla, pero también de triunfo... -Todo realidades. Es la primera época, la más difícil, cuando asumes que tienes un hijo con problemas y se desestructura todo. Pero no me siento una heroína, hay madres que lo son mucho más que yo, que han visto morir a sus hijos, que han sido abandonadas por sus maridos. -¿La peor parte para la madre? -Las madres sufrimos más; algunos padres tienden a culparnos de la educación de los hijos, por lo menos era así en mi generación. -Al menos, usted siempre tuvo a su lado al padre de sus hijos... -Siempre, pero no siempre entendía lo que pasaba. En la película me interesaba que se viese esa parte y también la reacción de la sociedad contra el narcotráfico. Quizás no nos damos cuenta, pero de aquellos elementos que estaban tan bien vistos, tan protegidos, no queda ni uno en la calle, están todos en prisión y sus bienes embargados. -Usted vivió el infierno en la piel de dos de sus cinco hijos... -Dentro de lo malo, tuvimos suerte. Yo no perdí a ninguno, pero han estado muchísimo tiempo en la cárcel y han pagado muy duramente su adición. -¿Es creyente? -Soy creyente «de comenencia». Pero me sostuvo más mi creencia en el ser humano que la fe. -¿Dios aprieta pero no ahoga? -No es cierto. Cuando Dios aprieta, ahoga bien, hasta que te asfixia. -¿De dónde sacó ese tesón? Seguro que tiene algo que ver el haber nacido en Lavadores, un barrio obrero y luchador... -¡Por algo nos llamaban la Rusia Chica! Soy la mayor de diez hermanos y eso también habrá influido. Mi madre, la pobriña, era muy buena, y a mí me tocaba ser la mala, la hermana mayor, la mandona. -He leído que la película retrata también sus «sombras»... -Tengo muchas sombras; yo no soy esa señora bondadosa y pobriña, tengo muchos defectos, muchos. -Si uno es consciente de ello, ya es algo. ¿Y ambición política? -Toda la vida he participado políticamente, pero no he tenido ambición política, no quiero hacerme rica, ni siquiera famosa. Me tocó jugar este papel y lo asumo. -¿Guarda rencor? -En absoluto, ni siquiera tengo ese odio que tienen otros compañeros hacia el narcotraficante; soy impulsiva y le puedo llamar a uno cabrón a la cara, pero nada más. -¿Qué la reconcilia con la vida? -Estar en casa, leer. Con mi enfermedad he redescubierto las labores; bordo, hago ajuares para casi toda la familia, nunca me aburro, me adapto a las circunstancias. -¿Hay algo peor que ver sufrir o morir a un hijo? -No, es contra natura. Una cosa es tener un hijo con una deficiencia, que nació así, y otra ver que uno sano empieza a destruirse y que tú intentes quitarles el arma sin conseguirlo. -¿No ha llegado a temer por su vida? Oubiña no es cualquiera... -Oubiña me da pena, es parvo de todo, se sentenció él. Los grandes eran tan soberbios que nos vieron como diciendo ¿a dónde van estas locas? No tuvieron tiempo de darse cuenta de que no éramos unas folclóricas. Pero nos llegaron a tener más miedo ellos a nosotras, la Guardia Civil nos decía en los juicios: «A éstes, tédelos acojonoados, xa preguntaron se estaban aí as de Érguete». -Parece que hoy ya no nos «erguemos» tanto... -Hoy es más difícil mandar el mensaje, la droga es diferente, el drogadicto no está en la calle, es un niño de marca, su familia tiene miedo, no sale a denunciar el tema¿ La película quiere ser un llamamiento; callados no arreglamos nada.