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TIENE 62 AÑOS. El gallego en que se inspiró Quino para dibujar a Manolito, el amigo de Mafalda, vive de lo que le da el célebre almacén Don Manolo. NO TIENE el pelo de punta, no es gordito, ni siquiera un niño obsesionado con el dinero. Tiene 62 años y la frente despejada. Es Manolo Fernández, la encarnación real de Manolito, el amigo de Mafalda. Eso sí, como el personaje que inspiró al dibujante Quino allá por 1965, es hijo de emigrantes gallegos en Buenos Aires, donde permanece abierto el célebre almacén Don Manolo en pleno barrio de San Telmo, considerado el universo mafaldiano. Ahora es una mezcla de estanco, tienda de chucherías y bocatería ubicado a dos calles del establecimiento original, pero allí pervive el espíritu del lugar donde Mafalda iba a comprar fideos para su sopa. «Mis padres atendieron el almacén desde 1929. Quino, que vivía muy cerca en los años en que hizo Mafalda, era cliente nuestro». Ahí nació Manolito, aunque su alter ego real sólo se reconoce a medias en él: «Se habrá inspirado en nosotros porque éramos la típica familia gallega, mi papá llevaba boina y todo eso. Lo que no sé es qué vio en mí para construir el personaje de gallego bruto. Sería por el tópico», dice. A Manolo Fernández también le gustan los números (estudió dos años de Economía) pero desde un prisma bien diferente al niño que idolatraba a Rockefeller: él lucha para que Argentina no pague la deuda externa. Estuvo preso en la dictadura y ahora zanja su visión del mundo con una frase más de Mafalda que de Manolito: «Los políticos son como los helados de un peso. No saben a nada». En la tienda, junto a las fotos de dirigentes del partido Radical y del Che, tiene colocada una frase suya: «En la diversidad construir la unidad e identidad nacional». Tampoco le es ajena la política gallega. De hecho, no tiene reparos en decir sus preferencias: «En las últimas tres elecciones voté al Bloque». Conoció a Luis Seoane y Arturo Cuadrado, asegura haber leído a Rosalía y se atreve a entonar una rianxeira con acento porteño. Muy al contrario del Manolito del dibujo, que soñaba con montar una cadena de supermercados, Fernández vive de su modesta tienda, coronada por un cartel de Manolito y Mafalda. Y al contrario que el personaje, peleado con el sexo opuesto, tuvo donde elegir: se casó cuatro veces y tiene cinco hijos. «Soy un gallego atípico», concluye.