REPELENTE EFICAZ. Los daños que causa el jabalí, arriba, llevan a los agricultores a recurrir a curiosos repelentes, como el pelo de mujer (abajo). EL ÚLTIMO recurso de José Luis, de la casa de O Pico en Gaibor (Begonte), para proteger sus campos de maíz de los jabalíes ha sido esparcir pelo humano -concretamente de mujer, al ser el más tratado y perfumado- en el contorno de las fincas. Sobre la eficacia de la medida señala: «Probei o ano pasado e o xabarín non volveu, pero tampouco estou convencido ao cen por cento da súa efectividade». Ni mosquitos, ni orugas o escarabajos. La plaga más temida por los agricultores son los jabalíes, que saltan del monte a los huertos, resultando muy difícil desalojarlos de prados y maizales. Dos días de incursión en un campo de millo maduro y arruinan el ensilado para las frisonas. Ocurre a principios de otoño y José Luis asegura que ha visto maizales con sólo dos filas de plantas perimetrales en pie, después del paso del jabalí. Para alejarlo surgieron artilugios: tupidos vallados, pastores eléctricos o explosiones de aire comprimido para espantar piaras. Pero el hambre vence al miedo animal. Y el hombre debe aguzar el ingenio o montar guardia en zonas de paso cuando las mazorcas amarillean. El jabalí ve poco y en blanco y negro, pero su olfato y oído son extraordinarios. Los jabalíes pronto se acostumbran y distinguen sonidos inofensivos, como los de las motosierras, para retomar las incursiones. Los agricultores probaron a conectar la radio día y noche. Pero hasta las más ácidas pullas acaban por resultarles digeribles a los puercos. Otros métodos son atraerlos al gancho, como hacen los cazadores, tentando el olfato del jabalí con orines de cerda doméstica en celo, o diseminando tabaco, porque la nicotina les resulta desagradable. El colocar bolsas de pelo, recogidas en las peluquerías, puede parecer extravagante, pero José Luis dice que, de momento, le dio resultado.