Galegos coma vos

Lois Blanco, lois.blanco@lavoz.es

GALICIA

DENTRO de dos domingos cambia la hora. Se estiran los días y las tardes de sol exprimen la humedad reumática de los inviernos gallegos. Volverán los incendios.

10 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

Ya lo ha dicho Touriño en el Parlamento: «O monte arde sempre». Bienvenido al club, presidente, y vaya un responso para el destierro oficial a las teorías de mafias y conspiradores fantasma, como una Santa Compaña que recorría en agosto las fragas con antorchas en rebelión contra el advenimiento del bipartito. El preámbulo de la campaña anual del fuego es la constitución de las brigadas, la cual arrancó en febrero con una preselección de los candidatos. Hay nueva Xunta y hay nuevas normas. Desaparecen las cuadrillas constituidas por los ayuntamientos y se centraliza el control absoluto del dispositivo en la capital autonómica. La elección de los brigadistas se profesionaliza: deben superar una prueba física y acreditar con un título el conocimiento de gallego. Abierto el plazo, se apuntaron los que ya habían estado en las cuadrillas municipales en los últimos años, pero la lista de preseleccionados, publicada el 27 de febrero, laminó a la mayoría. Motivo: no fueron capaces de acreditar el conocimiento del gallego. Lo que ocurrió, por ejemplo, en Muxía sirve de explicación práctica. Concurrieron siete brigadistas de las antiguas cuadrillas, pero sólo fue seleccionado uno, el que disponía de estudios de FP y, por tanto, tiene un aval para atestiguar haber hecho cursos de gallego. Los otros, fuera. El brigadista tipo es un hombre del lugar con estudios básicos, años de experiencia y que combina el empleo temporal del fuego con trabajos en la agricultura o en la albañilería. Son de la zona y, por tanto, conocen los cruces de caminos en sus montes. Viven allí y, cuando aparece el fuego, son los primeros en llegar. Entre ellos los hay héroes y los hay pirómanos, como en la calle. Quizá uno de entre esos cientos y cientos de brigadistas de los últimos años no entienda o no hable el gallego, pero lo paradójico es que una gran mayoría no han podido acreditar ante los burócratas de la Xunta que lo conocen y se han caído de la lista. Seguro que existen casos en los que se den razones para pensar que la criba de la preselección obedece a afinidades ideológicas, aplicándose aquello de «botar aos outros para meter aos nosos». Seguro también que otros sólo ven una imposición lingüística de una consellería, la de Medio Rural, del Bloque. Pero lo evidente, de momento, es que la convocatoria se elaboró desde un ignorante desconocimiento del medio. El requisito de acreditar cursos de gallego ha provocado que la consellería se encontrase con que tenía menos candidatos preseleccionados que plazas. ¿Qué hacer? Ponerle de sentido común al proceso. El pasado día 7, miércoles, la Xunta emitió la siguiente resolución oficial: «Ponse en coñecemento dos aspirantes... que figuran como excluídos por non acreditar o coñecemento do galego que poderase acreditar mediante unha proba (no especifica si oral, se supone, o escrita), unha vez que rematen os exames de aptitude física» En definitiva, los excluidos han sido readmitidos. La Xunta se la ha envainado. Pero con su regreso al realismo ha conseguido, al menos, que cientos de brigadistas honestos de anteriores temporadas que conocen el gallego, porque forma parte de su hábitat -aunque digan chinos en vez de chineses-, no se echen las manos a la cabeza e indignados exclamen a los conselleiros: «¡Somos galegos coma vos!».