La visión de la agresión a María San Gil en la capital no entró en matices y recurrió a generalizaciones negativas
16 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Parafraseando a Winston Churchill, nunca tan pocos hicieron semejante daño a tantos. Las vergonzosas imágenes de los energúmenos que abuchearon y boicotearon en Santiago a la presidenta del PP vasco, María San Gil, han avergonzado a la inmensa mayoría de los gallegos, que han repudiado siempre semejantes comportamientos. Pero en una muestra más de que la distancia entre Madrid y Galicia es superior, incluso, a la que reflejan los mapas, el grueso de la prensa y los opinantes capitalinos han impedido entrar en matices. Muchos estaban esperando cualquier incidente de este tipo para, en lugar de cargar contra los culpables, atribuir lo ocurrido a la generalidad de la sociedad gallega y a toda su clase política. Presentar a Santiago como el casco viejo de San Sebastián y a Padrón como si fuera Hernani, más o menos.
Tampoco las estrategias de política con minúsculas que han impedido que el Parlamento gallego condene de manera unánime lo ocurrido han contribuido a situar el problema en sus justos términos. En Galicia se sabe que todos los diputados gallegos abominan de la violencia y que esto son pequeñas escaramuzas parlamentarias. Pero en las tertulias de Madrid ha quedado solo eso: que El Parlamento gallego no condena. Y luego, en tropel, ataques al BNG equiparándolo con Batasuna; a Touriño calificándolo del Maragall gallego y hasta a Feijoo y al propio Fraga los acusan de sembrar vientos con aquello del galleguismo.
El primero que pagó cara la incomprensión de la prensa capitalina y los errores políticos fue el portavoz nacional del BNG, Anxo Quintana. Presentaba el líder del Bloque por todo lo alto el programa común de Galeuscat y los plumillas insistían en pedirle explicaciones por los ataques a San Gil. Y Quintana se veía obligado a repetir hasta la saciedad que tanto él como su partido y la Xunta condenan «sin paliativos» las agresiones que sufrió la dirigente popular. Y de nuevo, a hacer pedagogía y a repetir que fueron 25 exaltados los que perpetraron los insultos y los zarandeos a María San Gil.
Insistiendo en el error en lo que afecta a los matices, Quintana reprocha al PP que utilice lo ocurrido para sacar rédito electoral. Con lo que, fuera sutilezas, queda en ciertos salones de Madrid la imagen de que el BNG convierte a las víctimas en verdugos.
Lo ocurrido es un buen ejemplo de que, ante hechos de este tipo, los políticos deben salir unidos a condenar lo ocurrido y repudiar a los agresores. Y dejar los matices (BNG y PSdeG) y la política con minúsculas (PPdeG) para mejor ocasión.