La acumulación de centros escolares en el casco urbano y las obras en la calle Progreso, principal arteria de la capital ourensana, provocan constantes atascos
23 mar 2010 . Actualizado a las 12:59 h.Cuatro veces al día durante cinco días a la semana la ciudad de Ourense se convierte en un embudo circulatorio. Detrás de este atasco perfecto están los centros escolares repartidos estratégicamente por el casco urbano. La molestia habitual al conductor se convierte en insoportable cuando la lluvia hace acto de presencia, y provoca que circular por el centro ourensano sea una prueba severa para el sistema nervioso. De aparcar, en esos casos, mejor ni hablar.
Uno de los puntos negros se sitúa en la calle Progreso. Se trata de una de las principales arterias de circulación ourensana y punto de entrada para unos 20.000 coches diarios, que acceden a la ciudad desde la N-120 y desde el recientemente abierto acceso centro de la autovía A-52.
La escena que desencadena el atasco de tráfico se repite miméticamente cada día laborable. Padres que colapsan carriles y pasos de peatones con el coche aparcado en doble fila, ante la desesperación de los agentes que tratan sin éxito de controlar la situación. Cada uno se detiene donde puede o quiere. Es el caso del colegio de Salesianos, a la entrada de Progreso, donde a la hora en que los alumnos entran a clase circulan una media de 5.000 coches.
A la acumulación de tubos de escape en la calle Progreso ayudan desde hace unas semanas las obras. Una actuación de la Xunta de Galicia para reponer la calzada y las aceras de uno de los tramos del céntrico vial hacen que el atasco se convierta en una rutina, al eliminarse uno de los cuatro carriles de circulación. Esa supresión pasará a ser un problema definitivo dentro de cinco meses, ya que la intervención prevé la ampliación de las aceras a costa de uno de los carriles. Los comerciantes y vecinos ya han puesto el grito en el cielo, ante una decisión que consideran que colapsará la arteria ourensana.
Si el conductor logra dejar atrás la montonera de Progreso y se adentra en la trama urbana, la situación lejos de mejorar se complica, ya que las pequeñas calles ourensanas están llenas de emboscadas. En un radio de unos 500 metros se concentran hasta cuatro centros escolares -Maristas, Concepción Arenal, La Purísima y Carmelitas- con sus respectivos alumnos y padres que los llevan hasta la puerta del colegio. «Hacen falta más policías para evitar este caos», es la frase más repetida en las calles Ramón Cabanillas, Pena Trevinca, avenida de Buenos Aires o Bedoya.
Movilizaciones
La convivencia entre los padres conductores y la policía no siempre acaba bien. En el colegio de las Josefinas, en la calle Progreso y a cincuenta metros de la emblemática fuente de As Burgas, el exceso de celo profesional de los agentes llevó a los padres a manifestarse. Salieron a la calle una vez por semana para exigir que se les permitiera aparcar en doble fila durante el tiempo necesario para recoger a las criaturas a la salida del colegio. Su moción cayó en el olvido.
Nuevos accesos
Tampoco son buenos puntos para circular con prisa las entradas a la ciudad. Históricamente, la más complicada es el acceso a la trama urbana desde la carretera de Madrid (N-525), por la calle de Marcelo Macías. En ese punto, el desmedido crecimiento del limítrofe concello de Barbadás convirtió el vial en una caravana de coches.
A día de hoy, en este punto de la ciudad se ha ampliado un carril para agilizar la circulación. También están en marcha las obras de acceso al centro comercial Carrefour, una vieja demanda histórica, que cuando se convierta en una realidad servirá para paliar los atascos que ahora sufren miles de conductores. Con las obras, el tráfico se está desviando por la autovía de las Rías Baixas.