Practicantes de distintas religiones acudieron a un encuentro organizado por La Voz, donde explicaron su situación en Galicia y concluyeron que la pluralidad de creencias enriquece a la sociedad y supondrá un reto
19 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.«Bien, y si aquí, a tan pequeña escala, el nivel de diálogo y concordia es tal, ¿qué ocurre a gran escala? ¿Por qué hay enfrentamientos? ¿Entran en juego el poder, la política?», se les pregunta, para concluir. «Ah,¿ qué pensabas, que íbamos a pelear?», bromea uno de ellos. «El desconocimiento, eso pasa». Precisamente, buscando un estudio conjunto de la realidad de cada una de ellas en Galicia, fueron citados en La Voz representantes de distintas religiones: pudieron acudir José Carlos Alonso, sacerdote en varias parroquias de Oleiros (Iglesia católica), Martín García o Thupten Chophel (desde Vigo, el único monje budista en Galicia; adoptó el segundo nombre al convertirse), el padre Dámaso Couto (Iglesia ortodoxa), el pastor José Luis Zapata (Iglesia evangélica) y Ramzi Obeid (yemení, practicante del islam).
«Los domingos, en mi parroquia, que es católica, es fácil encontrar ortodoxos, evangélicos, mormones... sin problema alguno de integración», apunta el sacerdote José Carlos, primero en llegar. ¿Y cómo se vive el bajón de la práctica católica? «Con preocupación y esperanza. Estas crisis son cíclicas». ¿Y los jóvenes? «Parece que los confirmamos para despedirlos de la Iglesia, pero después esa semilla queda dentro y más tarde vuelven con sus hijos, para bautizarlos. Es un fenómeno un tanto curioso: poca gente en la celebración diaria, excepto el domingo, pero después la asistencia a las actividades en los locales es muchísima», explica.
Los siguientes en llegar (cosas del tráfico) son Thupten Chophel y el padre Dámaso Couto. «¡Pero hombre!», le dice el sacerdote al segundo. Se conocen. «Siento no haber podido ir a Santiago», le dice el católico (se refiere a la visita a Compostela de Theodosius Atallah Hanna, líder de la Iglesia ortodoxa griega en Jerusalén).
En un momento u otro, las religiones minoritarias se enfrentaron a la palabra secta . «Al principio, fueron muchos obstáculos, pero no nos podemos quedar con eso», alega Martín. Su conversión (procede de una «gran familia cristiana») empezó a trazarse en 1994. «Al entorno directo le costó asimilar que yo fuese monje budista y, además, cuando uno es monje, se le mira con lupa». En Galicia hay miles de personas atraídas por el budismo (tibetano -al que pertenece él- y zen) y también por la figura del dalái lama.
Heridas y buenas personas
«Somos una iglesia de servicio, no de proselitismo. Venimos a prestar un servicio a los inmigrantes [sobre todo rusos, rumanos, griegos, ucranianos y bielorrusos] de un modo integral: ropa, comida, orientación familiar, talleres, integración en el lugar y en el idioma». La Iglesia ortodoxa se enfrenta en Galicia con el problema del «minifundio»: «Tenemos 10 o 12 personas en Sigüeiro, 13 o 14 en Monforte... ni nosotros podemos llegar hasta allí ni ellos pueden venir aquí», explica el padre Dámaso Couto, de la parroquia ortodoxa San Juan Crisóstomo de A Coruña. Él pertenece al Patriarcado de Serbia. El otro escollo, más salvable, sería el del espacio para tanta actividad. «A veces celebramos algunos sacramentos o liturgia ocasional en otros lugares de Galicia. Acudimos a nuestros hermanos y compartimos una iglesia romana». Sin problema.
La mesa se completa con el pastor evangelizo José Luis Zapata y con Ramzi Obeid, que profesa el islam. «Falta visibilización. Sigue habiendo gente que, aunque sea evangélica, prefiere llevar su fe en silencio», explica el primero. Hay «heridas que tienen que cicatrizar». Buena parte del pueblo gitano o inmigrantes latinoamericanos, entre otros, profesan esta religión. «Proyectémonos hacia adelante. De otro modo, no avanzaremos», propone Martín. «Todos somos fundamentales, también las religiones que no están aquí y también los que no tienen creencias», apunta otro. «La convivencia enriquece a la sociedad», señalan. «La fe es libre. Que cada uno elija. Lo que importa es ser buena persona», apunta Ramzi. Llegó a Galicia en 1998. «No recuerdo malos momentos, pero sí percibo un gran cambio». Se casó con una «chica de aquí» y tiene un hijo de 10 años. «Puede haber heridas, pero prediquemos con el ejemplo. Casi siempre aparece [en los medios] la cara fea del islam y en esa imagen nos incluyen a todos. No es así. La yihad es algo interior». El futuro pasa por un espacio para todos y todos miran, desde diferentes puntos de vista, hacia la ley de libertad religiosa. «Nos unen más cosas de las que nos separan». Martín leyó, para concluir, la oración de san Francisco. «Y el que no lo comparta, que levante la mano». No se alzó ninguna.
Judaísmo y mormones
Cada uno de los asistentes aportó su visión. Imposible hablar en nombre de toda la religión. «Tendría que hacerlo un gran rabino, en nuestro caso», explicó Asaf Fernández, presidente de la Asociación Xudía de Galicia, quien disculpó su ausencia en la cita por coincidencias con la preparación del sabbat . Son unos 100 en Galicia, pese a que no manejan cifras: «No hacemos proselitismo». Celebran sus fiestas con normalidad. La sinagoga (un lugar de estudio) más próxima está en Oporto (Portugal), pero si todo va bien, podría haber una pronto entre Santiago y A Coruña. En septiembre, celebrarán su Año Nuevo: será en Monforte de Lemos y le darán la bienvenida al 5772.
«Considero a cualquier persona como mi prójimo y debo amarle indiferentemente de si tiene o no mis creencias», apunta José Manuel Cardona, en representación de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (conocidos como mormones porque, además de la Biblia, siguen el llamado Libro de Mormón). El trabajo impidió su presencia personal. Son unos 1.500 en Galicia, «no todos activos y repartidos entre las principales ciudades y sus áreas». «Diría que, efectivamente, a nivel general, todos creemos en el mismo Dios y en Jesucristo, basados en sus enseñanzas».