El Parlamento conmemora su aniversario invocando su renovación
20 dic 2011 . Actualizado a las 13:25 h.El 19 de diciembre de 1981 se constituía en el pazo de Xelmírez el Parlamento gallego, compuesto entonces por 71 diputados -cuatro menos que ahora- que decidieron celebrar las sesiones por las tardes, porque por las mañanas tenían que atender sus actividades profesionales. Aquella Cámara que echaba a andar el mismo año que Tejero entró con las pistolas en el Congreso estaba casi tan cargada de inexpertos como de voluntarismo para superar las dificultades y dejar asentado el poder autonómico. Esa determinación fundacional fue evocada ayer en el pleno conmemorativo de los 30 años del Parlamento, donde los portavoces de los grupos y la propia presidenta, Pilar Rojo, hicieron votos para «repensar» o «actualizar» el papel que debe tener en el futuro el órgano legislativo gallego.
En el libro que acaba de editar el Parlamento sobre sus 30 años de vida, Mariano Rajoy, que era en 1981 el diputado más joven, dejó constancia de su puño y letra que uno de los primeros debates fue para decidir si los diputados tenían o no que cobrar un sueldo. Ganó el sí. Y empezaron a cobrar 60.000 pesetas (360 euros al mes), más 5.000 pesetas por cada pleno. El salario estaba en la media de la época, aunque la inflación de los ochenta lo revalorizaba a un ritmo de entre el 9 y el 11 % anual.
Ni aquellos sueldos ni aquel Parlamento tienen ya nada que ver con el de ahora. El perfil que impera hoy en el hemiciclo no es el del profesional que destina horas extras a hacer política, sino el del político profesional, y del consenso que dominó la primera etapa para promulgar leyes tan importantes como la de normalización lingüística, la del reconocimiento de la galleguidad u otras para asentar instituciones como el Valedor do Pobo o el Consello de Contas se evolucionó a una dinámica marcada por la disciplina partidaria, en la que resulta extravagante ver a la oposición respaldando una iniciativa del Gobierno.
Pero también sería injusto no reconocer el papel que tuvo el Parlamento, y por extensión todo el poder autonómico, en darle a Galicia una de sus etapas de mayor desarrollo de toda sus historia. Lo reconocía Pilar Rojo en su discurso, al destacar que la Cámara «comandou» este avance.
Arropado por los ex
El acto solemne, que acabó con la interpretación del himno gallego, contó con la presencia en la tribuna de invitados de todos los expresidentes de la Cámara vivos (Pérez Vidal, García Leira y Dolores Villarino), y también con tres expresidentes de la Xunta, Fernández Albor, González Laxe y Emilio Pérez Touriño, así como una nutrida representación de las autoridades políticas, judiciales y militares de la comunidad.
Y junto a ellos estuvieron arropando el acto algunos de los diputados que tuvieron escaño en la primera legislatura, como el socialista Ceferino Díaz, que no suele perderse un acto de este tipo; el exportavoz del PP Vázquez Portomeñe, el nacionalista Camilo Nogueira o el exalcalde de Ribeira Ricardo Pérez Queiruga.
Todo ellos, por formar parte hace 30 años de aquella generación pionera, recibieron la felicitación de los grupos políticos y de la propia presidenta, que destacó que supieron dar «exemplo co seu traballo e compromiso». Y a la vez, en todos los discursos se abrió la puerta a una renovación de la Cámara. Empezando por Pilar Rojo, que apeló a la necesidad de avanzar hacia un Parlamento más «dinámico, áxil e moderno» para dar las respuestas que se demandan.
Si Rojo apostó por la «actualización» del legislador, el socialista Abel Losada consideraba «innegable» que hoy se ha convertido en un órgano con una «excesiva dependencia ao Executivo» debido a la proliferación de mayorías que pueden entrañar «unha serie de riscos», dijo, para cuestiones sociales que se consideraban inalterables.
Pedro Puy, por parte del PP, resaltó que el de Galicia es el Parlamento que más hora dedica al debate en España, y el nacionalista Carlos Aymerich dijo, al hilo de lo ocurrido en Grecia o Italia, que los 30 años son una buena ocasión para «repensar» si la labor de los diputados sigue siendo «leal» con su país o está al servicios de las oligarquías o de los mercados.