Carteles recuerdan el suceso hace 4 años en la piscina de un colegio
13 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.De unas semanas a esta parte, los coruñeses se encuentran, vayan donde vayan, miren donde miren, con carteles en los que aparece la foto silueteada de un niño de cuatro años junto a una frase. No siempre es la misma. En algunas pancartas, colgadas en puentes y pasarelas o pegados en paredes y fachadas, se lee «Justicia para Diego Novo». En otras, «Todos somos Diego Novo». Es el coro de su memoria. Es así como los familiares y amigos de ese pequeño quieren llamar la atención sobre el juicio que comienza mañana, en el que se discutirá si su muerte en la piscina del colegio Liceo La Paz se produjo por una negligencia o estamos ante un desgraciado accidente.
Solo una vez han hablado en público los padres de Diego para denunciar no ya que su hijo murió bajo el cuidado y responsabilidad del centro, sino también para criticar la actitud del colegio hacia ellos. El resto de los días, y ya van cuatro años de aquello, lo que han hecho es escribir y dejar el curso de la investigación en manos de un abogado, José luis Gutiérrez Aranguren. La madre del pequeño ha creado un blog que hoy es una referencia para centenares de padres. Un altavoz de sentimientos. En él habla con su hijo. Le cuenta cosas como que le escribió la carta a los Reyes Magos y a Baltasar le pidió que «nos traiga esa justicia que toda la gente que te adora reclama para ti, que los que te han apartado de nuestro lado, por no hacer bien su trabajo reciban el castigo que se merecen, en su justa medida». Mañana empieza el juicio.
Imputados
El pequeño Diego Novo murió en clases de natación. En el colegio Liceo La paz, uno de los centros educativos de más prestigio en A Coruña. Sobre las 10 de la mañana del 30 de marzo del 2009. Apareció en el fondo y, tras cuatro años de instrucción, la Justicia sentó en el banquillo a siete personas. Los dos propietarios del centro, la monitora de natación, el socorrista, el coordinador de las actividad de piscina, el jefe de estudios y el director técnico. Las acusaciones piden para ellos penas de entre tres y cuatro años de prisión como supuestos autores de un delito de homicidio por imprudencia.
La jueza instructora repasa en un auto lo que ocurrió aquella mañana. La clase en la que murió el menor se prolongó de 10 a 10.30, estando presentes en la piscina tanto la monitora como el socorrista. El protocolo era el siguiente: los niños llegaban al vestuario conducidos por una profesora. Se les cambiaba de ropa y eran conducidos a la piscina, donde los recogía el monitor, que les colocaba los flotadores para luego introducirlos en el agua.
La clase transcurrió sin incidencias hasta que, diez minutos antes de su finalización, una profesora de apoyo ve al niño solo, sin chanclas, en los vestuarios. Nadie supo decir cómo había llegado Diego hasta ahí, pues lo habitual era que los niños pidiesen permiso para ir al baño y que alguien los acompañase, al menos hasta la puerta de los vestuarios. Nadie lo acompañó aquella mañana. Lo cierto es que el crío regresó al agua. Cuando la clase terminó y salieron todos de la piscina, nadie se percató de su ausencia. Se dieron cuenta de la tragedia cuando entró en la piscina el siguiente grupo.
Otro juez, este de la Audiencia Provincial, que se encargó de resolver el recurso presentado por los padres del pequeño pidiendo la imputación de los dueños del colegio, escribía un auto en el que explicaba que el socorrista no tiene toda la responsabilidad de los hechos, «sino que de algún modo podría haber responsabilidades de la persona a la que correspondiera asegurar que el socorrista no hiciera actividad alguna que pudiera suponer una desatención del perímetro de la piscina».
El tribunal destacó además que los propietarios del centro «pudieron haber vulnerado el papel de garantes asumiendo así una flexibilización de la seguridad de los niños. Además, se deberá investigar si pudieron evitar la relajación tanto en las medidas de seguridad como de coordinación en una actividad destinada a niños».