El abogado de la familia cree que si una tragedia como la Diego Novo no ocurrió más veces en ese colegio «es porque Dios no lo quiso»
19 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Los padres de Diego Novo llevaron a su hijo al centro «más seguro porque así lo dice su publicidad. Lo apuntaron en natación porque le tenía miedo al agua y para que aprendiese a nadar. Pero murió porque la gente que lo cuidaba no le prestó atención». Así es como empezó su alegato final José Luis Gutiérrez Aranguren, el abogado que representa a la familia del pequeño. Fue más duro incluso. Cuando dijo que «un hecho así no ocurrió más veces en ese colegio porque Dios no lo quiso».
El letrado de la acusación particular criticó «el oscurantismo» en el que desde el primer momento se movieron los responsables del centro, un oscurantismo «buscado e interesado. Tramado y urdido» para huir de sus responsabilidades. Está seguro de que los imputados y ciertos testigos «pactaron» las declaraciones para llevar a la confusión y «tenernos como nos tienen, sin saber cómo murió Diego».
Tras reprochar la actitud de algunos de los imputados, como los propietarios, a lo largo del juicio, Gutiérrez Aranguren recordó a la sala que tanto la monitora como el socorrista «se intercambiaron los papeles» durante la clase de natación y «eso siempre era así», lo que convirtió esa piscina en «un círculo etéreo sin control exterior por parte de los responsables».
Recordó que aquella mañana la persona que tenía que dar la clase de natación pidió a una compañera que la sustituyese. Esta «intercambió» los papeles con el socorrista y al final «nadie sabía muy bien lo que hacía». Luego se fue al baño, dejando solo al socorrista, que «verdaderamente fue quien dio la clase». Los tiempos y las declaraciones de los testigos -continuó- indican que Diego «pidió ir al baño minutos antes de concluir la clase. El socorrista le quitó la burbuja y se olvidó de él. Nadie se preocupó de su regreso y cuando el crío volvió a la piscina ahí no había nadie».
Por su parte, la fiscala incidió en el intercambio de papeles de los adultos que aquella mañana estaban en la piscina. «La monitora asumió funciones de socorrista y el socorrista de monitor». Recordó que la imputada no siguió el protocolo, que ordenaba que un adulto se pusiera al principio de la fila para dirigirse a los vestuarios y el otro al final, «para evitar que alguno de los niños, que tenían entre 3 y 4 años, se quedara atrás».
Sobre la culpabilidad de los responsables -el coordinador de piscina, el director técnico y los dueños-, dijo que «no llevaban control alguno y había una falta de seguimiento patente».