Solo la figura de Fraga fue capaz de animar el bajo tono de los asistentes
21 ene 2013 . Actualizado a las 06:00 h.¿Crisis en los aplausos? ¿Austeridad en las emociones? Cuando a mediados de diciembre la ejecutiva del PP acordó premiar los buenos resultados de las elecciones de los populares de Lugo con la celebración de un congreso en la ciudad amurallada, pocos se podrían imaginar el panorama de tono bajo y de falta de emoción que tuvo el cónclave de este fin de semana. A nadie se le escapa que los comentarios ayer en los corrillos de los pasillos del Pazo de Feiras de Lugo no eran, precisamente, sobre la magnífica reválida electoral del pasado otoño o sobre la unanimidad para reelegir a Feijoo como el líder de los populares gallegos. Los grupos de compromisarios hablaban de Luis Bárcenas y los «dichosos» sobres, de las «inoportunas» palabras de Ana Botella sobre las Nueva Generaciones, de los problemas judiciales de José Luis Baltar, o del caso Pokémon en su vertiente santiaguesa.
Pero como señaló un dirigente popular lugués, eran conversaciones discretas, sin tampoco «mojarse del todo». La sensación de despiste era generalizada. Lejos quedan aquellas imágenes de los congresos del PP de los años noventa y de la bonanza de la pasada década en la que se repartían besos y abrazos por cualquier esquina. Hasta un detalle tan simple como la llegada del presidente Núñez Feijoo al congreso se convirtió en algo discreto, austero. Son los nuevos tiempos. El líder del PP gallego accedía a la sala congresual de una manera muy diferente a como lo hacía el personaje más añorado este fin de semana en Lugo, Manuel Fraga. Donde antes había un tumulto, un estruendo, ayer era la entrada de un simple militante que llegaba al congreso de su partido.
A pesar de la frialdad del ambiente e incluso del escenario -el Pazo de Feiras de Lugo es de por sí un edificio desangelado-, Feijoo sí arrancó aplausos durante sus discursos. De los pocos sentidos que se pudieron escuchar en la jornada de ayer. También los recibió el líder provincial, José Manuel Barreiro, quien tuvo un cariñoso recuerdo para los jóvenes de Nuevas Generaciones, a los que valoró por su esfuerzo. En ese momento hubo aplausos. Y por supuesto don Manuel se llevó una ovación cuando se proyectó un vídeo sobre su figura. Y Alfonso Rueda emocionó al público al decir de los políticos: «Temos familia». Pero poco más de entusiasmo. La falta de un enemigo político al que criticar en los discursos no ayudaba a calentar el ambiente. No había guerras con el Gobierno de Zapatero ni con los partidos de la oposición. Tampoco la música discotequera que se escuchó durante las votaciones tenía que ver con la gaita alegre de otros congresos anteriores.
Y luego quedaba la calle, el exterior lluvioso y frío, acorde con el sentir de gran parte de la sociedad, y que ayer se concretó en diferentes maneras de protesta. Un millar de lucenses, entre ellos el alcalde José López Orozco, demandaban que se cumpla la promesa que hizo en febrero del 2011 Feijoo para que el hospital de Lugo cuente con los servicios de hemodinámica, radioterapia y medicina nuclear. Además, se juntaron los afectados por las participaciones preferentes (muy combativos en sus reclamaciones y con abucheos a los militantes del PP), miembros de la plataforma Stop Desafiuzamentos, activistas del 15-M e incluso los trabajadores de Alimentos Lácteos, con un futuro más que incierto sobre sus empleos.