El Concello de Soutomaior gestiona como puede su avalancha de niños, un caso único en Galicia
19 may 2013 . Actualizado a las 11:47 h.Al fondo de la ensenada de San Simón y con una infinita panorámica de la ría de Vigo ante la vista, se levanta un parque infantil en medio de un pequeño paseo marítimo por el que no pasea nadie. Son las cuatro de la tarde, llueve y hace frío. Todo está en silencio. En algún lugar se refugia el ejército de niños que ha convertido al concello de Soutomaior en el de mayor tasa de natalidad de toda Galicia. ¿Por qué?
Soutomaior es un ayuntamiento que tiene 7.265 vecinos censados y donde en el 2011 nacieron 115 criaturas, unos datos desproporcionados para la mayoría de los concellos gallegos. Su curva demográfica cambió de ritmo en el 2002 y, desde entonces, no ha hecho más que progresar. A su favor juega una situación estratégica, al fondo de la ría y prácticamente equidistante entre Pontevedra y Vigo. El cierre paulatino de la industria en la que trabajaron muchos de sus vecinos más mayores se fue compensando con el crecimiento del sector hostelero y el bum de la construcción. Frente a los precios de la vivienda en las dos capitales, incluso en Redondela, Arcade se convirtió en un destino muy competitivo, con la vivienda casi un 20 % más barata. Así que se llenó de parejas jóvenes, con trabajo, deseosas de firmar una hipoteca y de traer hijos al mundo.
Abajo, en O Peirao, todo es nuevo. Tanto que la mayoría de los bajos están sin estrenar. Varios edificios se asoman a la única playa del concello. Allí, en medio del nuevo barrio está la escuela infantil: «Temos tantos nenos matriculados como os que quedaron fóra», reconoce la directora. No es de extrañar que otra guardería absorba el excedente de bebés. Y que una tercera atienda a los niños de 3 a 6 años en el medio rural.
«Cuando iniciamos el programa de actividades para niños, en el curso 2001-2002, se inscribieron 52. Este año tenemos 357», explica Agustín Reguera, el concejal delegado de Juventud y Deportes, del PP, que admite que el crecimiento se ha abordado «con más imaginación que presupuesto». El concello presume de estar saneado, pagar sus cuentas y mantener una presión fiscal acorde a su tamaño: «Los impuestos son más baratos que en Pontevedra -responde una madre mientras acomoda a su hijo en el coche-. Solo en el de circulación ya te ahorras más de 40 euros». Claro que, no es lo mismo tener un negocio en Arcade que en Redondela: «Yo tuve este mismo negocio doce años en Redondela y ganaba veinte veces más que aquí», se lamenta un comerciante en una de las dos travesías que vertebran la villa y por las que se anda mal con los carritos que, aprovechando los claros del día desapacible, empiezan a tomar las calles.
Menos empleo
«É que isto é moi bonito», aclara una abuela de 63 años, cuando le pregunto por qué cree que se trasladaron tantas parejas jóvenes a Arcade. «E ten de todo». «De todo menos diñeiro», completa otra señora que la acompaña camino del parque con los nietos. Sin duda, la crisis también se nota en Arcade: «Estoy pendiente de que me desahucien», explica el empleado de una desangelada cafetería. Es un tipo fuera del perfil medio, porque a sus 36 años no tiene hijos: «Afortunadamente», dice. Hace casi seis meses que dejó de pagar la hipoteca: «Porque no podía. Era comer o pagar el recibo. ¿Usted que haría?». Ahora espera que fructifique la negociación con el banco para seguir pagando, toda vez que ha encontrado empleo. Pero, en realidad, no sabe muy bien qué pasará.
«Antes viñan moitas parellas que traballaban os dous e que tiñan que deixar os nenos todo o tempo. Agora xa non tantas, aínda que hai rapaces que seguen ficando aquí oito horas ao día», cuenta la directora de la escuela infantil. Algunas de aquellas parejas que se trasladaron en los años felices procedentes de Pontevedra o Vigo se han quedado varadas en este pequeño concello que apenas suma 25 kilómetros cuadrados.
Por todo el pueblo se ven pegatinas de «Bebé a bordo», bicicletas dentro de los coches y cochecitos sorteando el tráfico. Flavio, un joven brasileño que pasea con un bebé de 9 meses, es de los que se vinieron a vivir a Arcade. Se queja del paro y de que, al fin y al cabo, es un pueblo pequeño: «Solo hay cafeterías. Si un día quieres ir al cine, tienes que ir a Pontevedra». Claro que las noches de cine y las salidas se han limitado con el bebé: «De otra manera, es más barato vivir aquí. Si necesitas un papel, te lo tramitan. En Pontevedra pagaba por todo».
Un instituto
Pese a que la mayoría de los vecinos parecen contentos con los servicios, da la impresión de que a Soutomaior le ha pillado un poco el toro. Los chavales están creciendo y ya salen en tropel a cursar la ESO a otros concellos: «Es nuestra primera prioridad, un instituto -afirma el concejal Agustín Reguera-. Ya hemos comprado los terrenos, aunque no creo que esté listo antes de dos cursos. Ya ve cómo están las cosas». A los chavales que nacieron al amor del bum económico les espera ahora un crecimiento con recortes, aunque no lo sepan. De momento les va bien con las actividades municipales y la calidez que baña el fondo de la ensenada mientras se columpian felices. Aunque hoy, bajo la lluvia, no pueda verlo, resulta fácil de imaginar. Tal vez en esa agradable y sencilla sensación esté la explicación al misterio de la asombrosa fertilidad de Soutomaior.