Rabia y dolor. Ese es el cóctel anímico que ayer atenazaba la cabeza y el cuerpo de la edila boirense Begoña Díaz. «Tuvimos que irnos del País Vasco después del atentado. Carlos [su marido] nunca superó tener que abandonar su casa y apartar a nuestros hijos de lo que era su vida». Por eso, ayer reconocía que al escuchar al Bloque en el pleno del jueves no podía creérselo. «Volvieron viejos fantasmas... Necesité mucho tiempo y horas de psicólogo para poder asimilar que tenía una nueva vida en Galicia. Carlos se fue deteriorando por dentro, sus órganos sabíamos que irían a peor y que era cuestión de tiempo que acabase muriendo».
Begoña Díaz revelaba ayer que «ya no podré mirarles más a la cara», en alusión a los ediles del Bloque: «No pueden defender públicamente esa postura. El terrorismo o se rechaza o no se rechaza. Pero ser ambiguo con un tema que en España conocemos tan de cerca, por desgracia, es una canallada».
Esta edila de ICB espera que el sentimiento de furia que la dominaba aún ayer se diluya con el paso del tiempo. Lo único que espera es que el Bloque «entre en razón y no sigan alentando a organizaciones criminales como Resistencia Galega».