La tragedia ocurrida la pasada madrugada en la ría de Vigo por la colisión entre el pesquero Mar de Marín y el car carrier Baltic Breeze supone el segundo hundimiento en pocas semanas de un arrastrero saliendo de puerto. Aparentemente, ambos navegaban en rumbos opuestos; el primero, hacia sus zonas de pesca, y el segundo, a cargar al puerto de Vigo.
Lo más extraño en este nuevo accidente, y a tenor de las trayectorias de ambos buques, es la caída a babor del pesquero Mar de Marín. Ambos buques navegaban de vuelta encontrada, por lo que deberían caer a estribor para no colisionar, lo que sí parece hizo el buque mercante.
La investigación deberá determinar lo ocurrido. ¿Por qué ese rumbo en el pesquero? ¿Un fallo humano? Puede ser, pero también podría haber ocurrido una avería en el sistema de gobierno, o una «caída de planta», un bloqueo de timón, quizás. El arrastrero Mar de Marín salía de puerto y en caso de algún problema técnico debería haber podido notificarlo por radio a la torre de control de tráfico y a los buques que se encontraban en sus proximidades.
En el caso del hundimiento del pesquero Santa Ana, tras embarrancar hace unas semanas a la salida del puerto de Avilés, la situación es distinta. Pudieron haber influido otras circunstancias, tales como un manejo incorrecto de los aparatos de navegación o que a causa del mal tiempo se hubiera desviado del rumbo haciéndolo abatir hacia las rocas.
Duro trabajo a bordo
Lo que sin duda pone de manifiesto este y otros accidentes es la dureza del trabajo a bordo, aunque algunos se esfuercen en negarlo con la excusa de los avances tecnológicos, la sobrecarga de tareas y la necesidad de evaluar todos los factores que intervienen en la navegación, los posibles fallos o errores, para desarrollar protocolos de actuación que mejoren la seguridad, y no solo una vez acaecido el siniestro.
José M.ª Arrojo es secretario general del Colegio de Oficiales de la Marina Mercante.