De una villa de cuatrocientos vecinos a las galerías de Nueva York
22 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Dice un compañero de la infancia de Carlos Bergantiños, Tata, como lo conocen en Parga, que un día cuando eran niños trató de cruzar un río y cayó en medio. «Para que a nai non lle reñira foi secando o pantalón cunhas cerillas que levaba e claro acabou a caixa», recuerda. Años más tarde tuvo más suerte al cruzar el Atlántico y en la Gran Manzana logró codearse con importantes galerías de arte. Su triunfo en Nueva York no fue tan fugaz como el fuego de aquellas cerillas, pero acabó extinguiéndose con la orden de búsqueda lanzada por Estados Unidos por su presunta implicación en el comercio de cuadros falsos.
Poco antes de que ayer hubiese trascendido la noticia de su puesta en libertad y la de su hermano mayor, Jesús, investigado en Lugo por la misma razón, algunos vecinos de Parga -la villa de 465 habitantes del concello de Guitiriz donde nacieron y se criaron los Bergantiños- comentaban que lo que había ocurrido «era visto» porque el caso llevaba ya mucho tiempo latente. «Viámolo todo por Internet», explicaban
«¿Detiveron a Suso? Pero esta fin de semana aínda estivo por aquí», comentaba uno de ellos. Aquel hombre, que dijo ser su amigo íntimo, lamentaba la detención al tiempo que echaba las manos a la cabeza y repetía «era visto, era visto». Y añadía: «Pero Bárcenas levaba os cartos para fóra e de ser verdade do que os acusan polo menos traían o diñeiro para aquí».
Porque hacía tiempo que, según apuntaron algunos de los clientes de uno de los bares del pueblo, que «a Garda Civil xa viñera por aquí preguntando» por Tata o por Maletilla, otro de los motes que le habían puesto de joven. «Ese outro apodo venlle porque hai moitos anos veu por aquí un grupo de cómicos cun touro de xoguete e pediron un voluntario e alá foi él», recuerdan. «Despois dixo que ía ir a México a que lle deran a alternativa», comenta otro de los que le conocen de aquella época. Pero Carlos, tal y como cuentan, no fue a México. «Estivo comigo de camareiro no Camba -dice uno-. Era moi bo camareiro, despois foi para Madrid e logo xa marchou para alá». Fue, como dicen, con una mano delante y otra detrás. A labrar un futuro.
Hacía años de aquello, pero nunca perdió el vínculo con su Parga. «Ven bastante, unha ou dúas veces no ano. Dende hai un ano ou por aí vai e ben, pero xa non debía de andar por EE.?UU.», cuenta otro de los que lo conocen bien. En lo que coinciden todos es en que tanto Carlos, como su hermano Suso, como toda la familia «son moi boas persoas». ¿Por qué pudieron hacer lo que supuestamente hicieron? «Non sei, non sei... Avaricia, pode ser a avaricia...», responde también un vecino.
Al primero lo describen como una persona alocada, incluso inocente, pero con gran labia. Al segundo como «moi intelixente», y dicen que ayudó a más de uno a aprobar las materias suspensas con las clases particulares que daba en verano. Lo que les sorprende es que, de ser verdad la acusación, lograran que alguien comprara los cuadros. «Nunca estiven en Estados Unidos, pero a verdade é que os americanos teñen que ser un pouco pardillos para picar», dicen.