Protesta y llanto por «Calcetíns»

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOÁN A. SOLER

Vecinos de Santiago se concentraron en el compostelano barrio de Sar por una oleada de actos de violencia contra los gatos, dos de ellos tiroteados

22 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los gatos quieren conocer mundo y curiosear. Y la curiosidad a veces mata a los gatos. Calcetíns le pidió con los ojos a su dueña, Verónica, que le dejase salir para darse un garbeo por el barrio santiagués de Sar. Y Verónica le dejó airearse. Unos minutos más tarde lo vio regresar con el morro chorreando sangre. Lo llevo al veterinario y este le informó que le habían disparado al bicho.

Transcurrieron algunas jornadas y el estado de la mascota se agravó. El agonizante animal visitó de nuevo, débil e implorante, la consulta del especialista y aterrizó en la incineradora de la Xunta. Verónica lloró a Calcetíns, pero se tragó el dolor y denunció el caso en la comisaría de policía. Al propio tiempo, comunicó los hechos a la asociación de protección de animales Abeiro.

Y, con ello, encendió una yesca que llameó el ámbito animalista. La sempiterna resignación del maltrato a los bichos se transformó en un «ya está bien» que anteayer lanzó a la calle a cerca de doscientas personas para protestar contra la violencia animal.

«Eu esperaba unhas trinta persoas como moito, pero cando vexo chegar a unhas setenta e media hora despois a duascentas non o podía crer», dice Verónica, que repartió calcetines pequeñitos entre los asistentes y se le agotaron a las primeras de cambio. Calcetíns había colmado el vaso de la paciencia de los animalistas, que vieron discurrir atónitos una oleada de violencia gratuita contra gatos (quemaduras, envenenamientos, cristales pulverizados mezclados con la comida, disparos, ahogamientos) en los últimos treinta días. El fiscal tiene la lista sobre su mesa.

«Maltratos sempre houbo, pero agora a xente anímase e empeza a denunciar e estes casos son moi graves», dice Dudú, integrante de la asociación Abeiro.

Experiencias sangrientas

La concentración se celebró junto al puente del Sar, donde días atrás aparecieron unos gatos flotando y unos policías autonómicos buscaron infructuosamente pistas. Fue una protesta y un animado velatorio, en donde los presentes intercambiaron comentarios y experiencias: «A min matáronme un can», «A min envelenáronme o meu», «O meu gato apedráronmo»... El acto se tradujo en un espontáneo simposio sobre maltrato en donde casi todos aportaron experiencias propias. Todas juntas teñirían de rojo el río que pasaba por abajo.

«¿Cres que a policía estará investigando a fondo o asasinato de Calcetíns?», pregunta alguien. Es preferible para los agentes que la respuesta sea positiva, porque algunos colegas suyos no se lo perdonarían. Una asociación española de policías en defensa de los animales (APDA) pidió «Justicia para Calcetines» y publicó en su rincón digital la fotografía de la concentración de Sar. Unas horas antes del acto de protesta, que para sus promotores es un hito en la condena del maltrato animal, el gato Cinza era tiroteado en el barrio santiagués de Villestro. El veterinario le extrajo un perdigón y lo salvó por los pelos.

«A min paréceme mal esa crueldade, pero teño un serio problema polos gatos», protesta José María. El haz y el envés en el mundo felino. No es la queja de un insomne por el marramao gatuno: José María, que vive en el barrio de Conxo, denuncia el abandono en la calle por sus dueños de media docena de gatos que, aparte de llenarla de orines y atentar contra las pituitarias, son un riesgo para una familiar suya encamada desde hace años.

Los felinos, dicen los animalistas, no son los culpables. Son los bípedos.