La pelea que enfrentó a 70 menores en A Coruña le sorprende por su dimensión
22 ene 2015 . Actualizado a las 10:03 h.Lleva más de una década investigando las nuevas tecnologías y los delitos relacionados con ellas y dedica buena parte de su tiempo a tratar de evitar los peligros que Internet esconde para los más jóvenes. Desde su experiencia cree que la clave está en la educación; en su opinión, solo a través de ella se podrían evitar peleas multitudinarias como la que hace unos días reunió a setenta menores en A Coruña con un objetivo: pelearse.
-¿Son habituales las peleas de este tipo?
-Reuniones de este tipo con tanta gente no es lo normal. Que la gente se cite por redes sociales sí es usual.
-Llama la atención que haya sido una reunión de menores.
-Quienes más utilizan las redes sociales son los menores, así que no nos extraña que sean menores.
-¿Hay otros casos?
-Sí, pero siempre eran reuniones más pequeñas. Antes para juntar a un grupo de gente nos llamábamos por teléfono. Hoy es a través de las redes sociales. El problema es que las cosas se amplifican muchísimo más, porque si yo invito a una persona, y esa persona lo rebota a otros, evidentemente llega a más usuarios.
-Así que no es algo nuevo.
-Sí, ese fenómeno existía. Lo que pasa es que en las quedadas, que antes estarían limitadas a un círculo más cercano, hoy podemos encontrarnos a gente que no conocemos.
-Pero de ahí a quedar para pelearse.
-Se puede quedar para cualquier cuestión, y desgraciadamente también para pelearse. Lo que llama la atención de este caso es precisamente el motivo final, que queden para pelearse.
-Uno puede tener el teléfono de sus amigos, pero sorprende que se mensajeen con sus «rivales».
-Es lo típico. Montar un grupo en el WhatsApp, de unos, de otros, que al final se calientan las cosas y acaban quedando para estos menesteres. Entre ellos es muy habitual, no es extraordinario.
-¿Y hay motivos para estas peleas?
-No sé si tienen algún motivo; realmente no hay ningún motivo.
-Participan jóvenes, pero también adultos -sin ir más lejos, la pelea entre hinchas del Deportivo y del Atlético que acabó hace unas semanas con la vida de un aficionado-. Chicos y también chicas. No hay un perfil.
-Las nuevas tecnologías lo que han hecho ha sido igualar a todos. De repente el problema lo tenemos todos, también los adultos, que al final también nos vemos arrastrados a las nuevas tecnologías. Lo que pasa es que los jóvenes son los que más lo utilizan y los que lo utilizan de una forma más natural. Es lo que hacen todos los días.
-Hay incluso público en esas aglomeraciones.
-Sí, claro. Si yo me entero y no quiero meterme en el problema, pues me quedo mirando. Antes las quedadas se hacían entre un grupo reducido de gente, o un grupo amplio de gente, pero era esa gente. Hoy por hoy tienen una repercusión muy grande, una amplificación brutal porque las redes sociales lo permiten. Luego uno puede participar o no.
-Quizá el miedo a que se ponga en duda su valentía lleve a muchos chicos a participar.
-¡Claro! Luego está lo que hubo siempre, la integración en el grupo, y el tema de quedarse atrás o de no ir.
-¿Qué se puede hacer?
-Es una lucha en la que llevamos unos cuantos años, y creo que lo fundamental es la educación. Hay que ser conscientes del mundo en el que vivimos. Los chavales no quedan por teléfono, quedan por WhatsApp, o por Twitter.
-Hay dos opiniones a la hora de hablar de los jóvenes: la de que los de ahora son peores que nunca y la de que la juventud es siempre igual, solo que con herramientas y contextos diferentes. ¿Por cuál se decanta?
-Yo soy más de la segunda idea. Todos fuimos jóvenes y siempre hemos sido así. Lo que pasa es que las herramientas han cambiado, y han cambiado de una forma brutal. Antes quedábamos y si no aparecían nuestros amigos, esperábamos a que llegaran. Nadie tenía un teléfono móvil. Esto ha cambiado radicalmente. El problema es que muchas veces los chavales desconocen hasta dónde llegan las consecuencias de lo que pueden hacer a través de estas herramientas. Ese quizás sea el problema: tienen unas herramientas fabulosas, increíbles, en sus manos, que han cambiado el mundo, el de todos nosotros, pero el de ellos muchísimo más, pero no los estamos educando convenientemente en el uso responsable de ellas. No es que sean malos, no hay chavales malos, son como fueron siempre, como fuimos todos, pero con herramientas diferentes.
-En un encuentro de ese tipo ¿podemos esperar niños que calificaríamos como modélicos?
-De todo tipo. Vamos a hacer una gran quedada, incluso pueden hablar de pegarse, pero realmente la mayoría de ellos no están pensando en pegarse. Sin embargo sí van, van por la pertenencia al grupo, por ver qué pasa. La intención no es criminalizar a nadie de los que estén ahí, sino reflexionar sobre el uso que se le está dando. Es necesario que vean que los actos que realizan con esa identidad digital sí pueden tener consecuencias en la vida real. Algo que antes no tenía trascendencia hoy puede ser un acto vejatorio, si es una quedada con los amigos puede llegar a ser un problema de orden público dependiendo de quién vaya. Eso es lo que hay que ver, la trascendencia que tienen las nuevas tecnologías y lo importante que es la educación.