Con los gallegos de un Pret a Manger de Londres, donde los camareros son ingenieros

Alfonso Andrade Lago
a. andrade LONDRES / ENVIADO ESPECIAL

GALICIA

Rita Álvarez Tudela

09 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La cita es en Marbel Arch, junto a Oxford Street, turbamulta comercial de Londres. Allí se erige un local del Pret a Manger, gigante británico de la comida rápida. Sus restaurantes son un hervidero de jóvenes empleados gallegos. «Si quieres, para hacer la foto avisamos a más, que dentro hay otros compañeros», propone Iván Civantos, de Pontevedra. En un momento aparecen por la puerta Manuel Ferreiro, de A Coruña; Mariola Cardenete, andaluza, y Germán Mañas, catalán. De los cincuenta empleados, más de diez son españoles.

Iván viene en bici al trabajo, a las siete de la mañana. Así se ahorra unos 120 euros de la tarjeta Oyster, la del metro. «No nos hacemos ricos, pero aquí al menos trabajamos», valora con entusiasmo. Como a sus compañeros, el empleo le aporta dignidad. Está contento.

El Pret a Manger es destino frecuente de los gallegos que arriban a la capital del Támesis. Como es habitual en el Reino Unido, el currículo que puedas traer de España cuenta poco sin buen inglés. El empresario inglés quieren controlar el proceso de formación, instilar su conocimiento en el empleado desde abajo. Por eso los trabajadores asumen al principio tareas muy básicas, pero funciona la meritocracia, en pocos meses empiezan a subir y pronto llegan a ser encargados de alguna sección. Como repiten habitualmente los gallegos de Londres, «en España comienzas de camarero y te jubilas de camarero, aquí no».

Iván detalla lo que se cobra en el Pret a Manger: «Empiezas con 6,90 libras por hora [9,5 euros], más el bonus de una libra, y cuando pasas a encargado te pagan 8,20 [11,3 euros], también más el bonus». Además, está incluida la comida. «Coges lo que quieres -asegura-, y es sana y fresca, que la traen todos los días». En el menú del local hay pasta, ensaladas, sándwiches e incluso fruta, rara avis por estas latitudes.

Lo del bonus, un hábil mecanismo de incentivos de la firma británica, lo explica al detalle Mariola Cardenete, que enterró en Linares 11 años de experiencia en el departamento de Recursos Humanos de DHL cuando la empresa cerró sus puertas en esa localidad: «Todas las semanas, cada Pret a Manger recibe la visita anónima del Cliente Misterioso. Llega de incógnito y comprueba que todo está en orden: bien limpio, con la comida en su sitio, a la temperatura correcta; que el personal atienda con una sonrisa... Si el informe del Cliente Misterioso es favorable, todos los trabajadores del local cobrarán esa semana una libra extra por hora». Y es toda una fortuna en economías de subsistencia que dan para un cuarto probablemente pequeño, transporte, vuelos y, tal vez, para ahorrar un poco.

Sin horario fijo

En el Reino Unido no hay una jornada laboral establecida. Cada uno trabaja lo que quiere y trata de acomodar su horario. Mariola, por ejemplo, entra a las cinco de la madrugada. Le interesa porque deja libres las tardes para estudiar inglés. Empezó cobrando «685 libras al mes [941 euros]». Ahora es encargada de las comidas calientes y se lleva 1.200 [1.648 euros]. «Con el empleo que tenía en España y toda esa experiencia, imagínate lo que supuso venir aquí», rememora.

Pero está orgullosa de lo que ha logrado, después de llegar «con la llave del piso de una amiga y un mapa de Londres. Nada más». También está satisfecho Manuel Ferreiro, para más señas, ingeniero de Caminos en A Coruña y encargado en el Pret a Manger de Mabel Arch. «Llegué en el 2011 porque en Galicia no había trabajo. Y claro, vine con el inglés que tenemos allí».

Esa es una de las claves del mercado laboral en el Reino Unido. Sin un adecuado manejo del idioma es muy difícil trabajar en tu especialidad, y da igual que seas ingeniero, arquitecto o que tengas, como Mariola, un máster en prevención de riesgos laborales. Con una excepción, el sector sanitario, debido a la fortísima demanda de médicos y enfermeros que tiene el Reino Unido.

Volver a España es una tarea compleja para los empleados del Pret a Manger. «Cada vez que hablo con la gente de mi tierra me dicen lo mismo, que ni se me ocurra regresar, que aquello está fatal», sentencia Mariola.

A Manuel Ferreiro se le pasa el tiempo y vuela prudentemente al interior de la tienda. No quiere que le llamen la atención. Los demás han terminado su turno y se van a casa. No sin antes informar sobre la fiesta del viernes, la que se celebra siempre a fin de mes. Es para los empleados y cada producto vale una libra, tomen lo que tomen. «Yo tomo té, que ya soy medio inglés», bromea Iván.

Más de 330 locales abiertos

La cadena de comida rápida Pret a Manger fue creada en 1986 por Sinclair Beecham y Julian Metcalfe. Cuenta con 335 restaurantes en el mundo, la mayoría en Londres. Hay cientos de españoles trabajando en ellos. Ofrecen comida orgánica, sin aditivos.

«En Galicia no me espera nada», dice Merchi, camarera

Los contratos eventuales de empresas auxiliares de automoción extirparon de Vigo a Merchi Martínez Abal. «A las diez de la mañana me decían si ese día podría trabajar o no. Llegó a ser insoportable, y como no había manera de encontrar empleo, con 40 años me lie la manta a la cabeza y aparecí en Londres. Allá, en Galicia, no me espera nada», zanja con absoluto desencanto.

Merchi es camarera en La Plaza Spanish Tapas, uno de los restaurantes gallegos de Portobello Road, que es una de las zonas más españolas de la ciudad. El trabajo en estos locales tiene para ella sus pros y sus contras. Por un lado encontró facilidades para empezar en un lugar reconocible para los que vienen del Finisterre europeo. Pero por otro, «aprendes poco el idioma porque estás todo el día hablando castellano». En Inglaterra ha constatado además que «el inglés que se enseña en nuestro país es un desastre».

Rita Álvarez Tudela

Merchi no recomienda Londres como destino: «Está lleno de españoles, es mejor buscar otro sitio». Además, la vivienda «es carísima». Paga 120 libras semanales [165 euros] por una habitación en la que para poner la tele o la calefacción «hay que echar una moneda».

En el bar de al lado, La Bodega, encontramos a Manuel Andrés Antelo, de Zas. Su situación es muy diferente. Llegó el 8 de noviembre «a la aventura, de manera temporal» y con el inglés «como excusa», porque en realidad quería estar «solo» después de romper con su pareja.

Manuel Andrés Antelo, camarero gallego del restaurante La Bodega
Manuel Andrés Antelo, camarero gallego del restaurante La Bodega Rita Alvarez Tudela

En Galicia trabajó al mejor nivel posible: O Retiro da Costiña y el Hostal dos Reis Católicos. Y de hecho, confía en volver a hacerlo en la comunidad después de perfeccionar un poco el idioma. En breve empezará a estudiar «en la academia».