Redujo su jornada laboral, cuenta con los abuelos de apoyo y se queja del precio de leche y cereales
16 abr 2015 . Actualizado a las 15:52 h.Miriam Cociña Mariña vigila a su pequeña hija Clara, de 20 meses, mientras juega en el parque al borde de la ría de Viveiro. Acaba de cumplir 30 años, y se considera afortunada porque los dos miembros de la pareja tienen trabajo. Y lo conservan dos años después de haber decidido dar el paso de ser padres. «Fue buscada, tenía 28 años, y con trabajo los dos, por lo que decidimos que no íbamos a esperar más por si la situación cambiaba», explica con su tranquila hija de grandes ojos castaños en brazos. De hecho, la pareja viveirense se plantea, a no mucho tardar, ir en busca de un segundo hijo, «porque no queremos que se lleve mucho con Clara». No quieren que sea hija única, a pesar de que ampliar la familia la primera vez supuso reajustes, pedir apoyo a los abuelos, destinar buena parte de los salarios a la crianza de la pequeña Clara y a pesar de que el futuro es incierto.
Trabaja en el sector de seguros, y tiene la guardería al lado, en Celeiro. Miriam pidió la reducción de jornada para poder estar con su hija por la tarde sin dejar de tener ingresos. Los abuelos maternos, «jóvenes, con cincuenta y pocos años» son el enlace que permite a la pareja atender por la mañana sus ocupaciones laborales. «Ellos llevan a Clara a las 10 a la guardería, y la recogen unas horas después», explica. Y añade: «Podía hacerlo yo, porque la tengo al lado», pero a los abuelos les gusta también atender a la nieta aunque sea solo un rato al día. La joven mamá y su niña atraen la atención de otros usuarios del parque. Las madres, y algún padre, vigilan que no haya riesgos cuando se suben al tobogán o se deslizan en el balancín. Ninguna de ellas baja de los 30 años. «Con la crisis no es extraño que la gente tarde, porque puedes tener un trajecito en vez de dos, pero casi todos los productos básicos son carísimos. La leche, los cereales, los biberones, son muy caros», remarca Miriam.