Hospido cree que solo acusaron a Basterra para encajar el relato

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOÁN A. SOLER

La abogada del padre admite que Alfonso compró Orfidal que consumió su exmujer y carga contra la profesora de violín, «que parecía testigo profesional»

24 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Belén Hospido, la abogada de Alfonso Basterra, le compró ayer un envenenado argumento al fiscal, ni más ni menos que su idea-fuerza durante su alegato final del jueves: el crimen de Asunta ha sido cosa de dos. Pero la letrada le pone el filtro de su defendido para interpretar que es precisamente por eso, porque de otra manera no encajan las piezas de la investigación, del juez instructor y de la fiscalía, por lo que Basterra acudió estas semanas a los juzgados de Fontiñas en calidad de acusado y no como víctima. «Está aquí porque esto solo se explica si es cosa de dos», pero por lo demás no ve «ni una sola prueba de cargo» para implicar al padre de la niña y sí «hipótesis» que no valen para meter en la cárcel veinte años a una persona.

Orfidal

Lo compra, no hace acopio. Igual que las expertas en toxicología hicieron sus cálculos en la propia sala de vistas para indicar el número de pastillas que había ingerido Asunta el 21 de septiembre, Hospido también sacó ayer su calculadora. En su caso para justificar el número de comprimidos que tomó la acusada entre el 5 de julio y su estancia en los calabozos tras su detención, cuando Alfonso le lleva 24 unidades. Según la letrada, entre los que tenía prescritos (dos al día, pero toma uno y medio) y lo que se mete los días posteriores al crimen, se completan los 125 totales que sí compró Alfonso «en tres ocasiones» ese verano pero que siempre le dio a su exmujer.

Testigos

«Sabe cómo impactar». Especialmente dura se mostró la togada con un testimonio, el de la profesora de violín a la que, supuestamente, Asunta le habla de los «polvos blancos» que le da «mamá». Hospido, sin dudar de su validez, tuvo la sensación de está ante «una testigo profesional» que «sabe impactar» al jurado, que no es tan «espontánea» como cree la acusación y que incluso se «mosquea» con su defendido por su actitud al recoger a la niña el día en que no pudo acabar su clase en la academia Play por estar drogada. Por si se trata de un testimonio creíble, la abogada recordó que en la supuesta confesión de Asunta a una profesora no se habla de su cliente, sino de su madre, «pero en cualquier caso no creo que ese episodio signifique lo que se está diciendo». Fue algo más benévola con Clara Baltar, la excompañera de Asunta en la Alianza Francesa, que aseguró que había visto a Alfonso y a su hija en la calle más tarde de las seis. «No miente, se equivoca de día», interpreta la abogada, quien volvió a cuestionar la falta de rigor de la investigación, que no cotejó a tiempo la hora de un tique de compra que situaría ese encuentro callejero a la misma hora en la que Asunta va de camino a Teo.

La tarde en casa

No necesita coartada. Para Belén Hospido, tener coartada «no es una obligación», idea que sumada a que es la acusación la que tiene que demostrar las hipótesis se genera una colisión, y es el hecho de que el 21 de septiembre Alfonso hizo «vida normal. Cocinó albóndigas y leyó un libro», como cualquier persona, pero no bajó al restaurante a pedir sal. Para la letrada hay otro argumento que no vale, y es que Basterra «pudo salir» sin que le vieran las cámaras.

Los ensayos públicos

La «inteligencia» de Alfonso. La defensa utilizó otro argumento del fiscal y de la acusación popular para tratar de desmontar algunas situaciones que se dan por constatadas en sus relatos. Hospido hizo referencia hasta en dos ocasiones a que Basterra era un periodista «inteligentísimo», cargando las tintas para evidenciar que se trataba de una teoría ajena que tampoco ponía en duda. Sin embargo, a Hospido le parece «del género bobo» que si su cliente está haciendo ensayos para intentar asesinar a su hija con Orfidal «vaya haciendo ensayos» por Santiago adelante, dejando rastros en las escuelas de música y en el instituto en el que estudia, con una carta de dispensa incluida. Y se remite otra vez al día 21, cuando la madre y la niña salen de su vivienda con unos minutos de diferencia: «¿Es coherente que dejen salir a la niña sola a las cinco de la tarde si después de ingerir lorazepam en la comida debería estar en estado semicomatoso y cualquiera la podría ver o parar por la calle?», se preguntó.

El ordenador

Nadie se preocupó de él. La defensa de Basterra gastó tiempo y energía durante el juicio en un tema que desde el principio le pareció «intrascendente», y en las conclusiones tuvo su protagonismo. Para Hospido es un tema capital porque revela la calidad de la investigación y la instrucción. «No fue buena, pero eso ya no importa», concluyó. El ordenador, dice, estuvo siempre en el piso, y el único problema es que en el registro no lo vieron porque iban «con prisa» por la presión que había «en la calle» en ese momento, con decenas de personas increpando al detenido.

Sin móvil

Alfonso sin la niña no es nada. Las últimas frases del juicio las utilizó la abogada, al borde de la emoción, para preguntarse por el interés del padre para que Asunta muriera. «Alfonso, sin la niña, se queda sin nada». Por eso pidió un veredicto de «no culpabilidad», para que pueda «rehacer su vida sin ella» y averiguar «quién es el autor del crimen».