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Diecinueve nombres y una sentencia

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOÁN A. SOLER

Por la sala de la Audiencia pasaron 140 testigos, pero el juez solo necesitó unas pocas pruebas periciales y menos testimonios que el jurado para fundamentar su condena

13 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Qué fácil parece todo cuando se leen los 37 folios de la sentencia del caso Asunta. Pero atrás quedan dos años con una larga instrucción sustanciada en una montaña de 4.000 papeles, un mes de juicio, cuatro días de deliberaciones, decenas de pruebas periciales y 140 testigos... No hacían falta tantos. Al menos para el juez Cid Carballo, que en la redacción de la sentencia minimiza a 19 los nombres propios sobre los que fundamenta su condena.

Las profesoras de música

Las sedaciones previas. Hubiera sido difícil demostrar las sedaciones previas, y por tanto, la coautoría, sin el testimonio de cinco docentes de música que, para mayor solidez, procedían de diferentes ámbitos. Barbara Switalska y Elina Viksne, de la Escola de Altos Estudios Musicais, relataron en el juicio el episodio del 9 de julio. «Estaba como sonámbula», dijeron. José Dennis Romero, María Isabel Bello y María José Pampano vivieron las escenas más dramáticas de Asunta, que el 22 de julio habla por su boca: a la directora, Isabel, le cita los «polvos blancos», y con la profesora de violín se explaya: «No, no, yo no tengo alergia, no sé qué me está dando [mamá], que nadie me quiere decir la verdad».

Madrina y cuidadora

Dos mundos paralelos. Los testimonios de la madrina de Asunta, María Isabel Véliz, y de la cuidadora, Carmen Amarelle, son blanco sobre negro, y ponen de relieve «unos episodios anormales» entre julio y septiembre en una niña «con muy buena salud». Mientras Asunta estuvo con ellas, en agosto y septiembre, no hubo rastro de alergia, hasta el punto de que los padres no les dijeron nada sobre ese asunto.

La compañera de Asunta

Una losa sobre Basterra. El testimonio de Clara Baltar Lorenzo ha destrozado la coartada de Basterra. Dando por buena su implicación en las sedaciones previas, quedaban dudas sobre la participación de Alfonso la tarde de los hechos. Él dice que estuvo en casa, pero esta excompañera de Asunta en la Alianza Francesa sitúa al padre y a la niña en la calle a las 18.22 horas. Y no hay duda, es ese día, el 21 de septiembre, como ratifica su novio, Alejandro Neira, que conserva un tique de compra de una tienda.

La farmacéutica

Las compras de Basterra. Basterra compró en dos ocasiones Orfidal, como quedó registrado, pero hay al menos una tercera certificada por Leticia Pato, que ejercía de farmacéutica en el despacho de la rúa do Hórreo, a pocos metros de la casa de Alfonso.

Los científicos

Las pruebas hablan. De todos los especialistas que pasaron por los juzgados de Fontiñas el testimonio de cuatro de ellos es estratégico. Son Ana María Bermejo Barrera y María Jesús Tabernero, del Instituto de Ciencias Forenses de la Universidade de Santiago; José Blanco Pampín, del Instituto de Medicina Legal de Galicia; y Manuel Salguero, del Instituto Toxicológico de Sevilla. Sus palabras fueron más allá de los informes que acudían a defender. Dieron luz a aspectos del crimen que podrían parecer grises o complejos, como la autopsia, la hora de la muerte, la ingesta masiva de lorazepam o la asfixia mecánica. Entre otras cuestiones, dejaron claro que la niña sí podría caminar por la calle a las 18.22 horas o que su capacidad de defensa poco antes de morir era «limitada», como describe el magistrado.

Los Guardias Civiles

Las cuerdas naranjas. La actuación de los agentes J-01305-T y D-35737-A fue clave en la investigación, porque al acompañar a los padres en las horas posteriores al crimen fueron capaces de conectar la casa de Teo y la pista forestal en el mismo municipio. Pero también es determinante para la sentencia. De todos los guardias civiles que pasaron por Fontiñas, el juez solo cita a estos dos. La escena de Rosario Porto dirigiéndose a la papelera en la que había pañuelos y un trozo de cuerda se revela como esencial. Cuerdas de las que el jardinero, José Rama Guerra, no tenía ni idea de su existencia.

Los terceros

Mucha casualidad. El juez dedica un párrafo a descartar la participación de terceros, cuestión que las defensas sostuvieron antes y durante el juicio. Ni Ramiro Cerón, el hombre cuyo semen apareció en la camiseta de Asunta por una contaminación y que acudió de testigo al juicio, ni Antonio Ortiz, el supuesto pederasta de Ciudad Lineal, tuvieron acceso a la niña durante el verano, y sería mucha casualidad que, ese día, le hubiesen suministrado la misma sustancia. «Dichas hipótesis son increíbles».