La investigación del crimen de Santoalla añade una prueba de disparos al aire para comprobar si alguien pudo oír el tiro fatal

p. s. OURENSE / LA VOZ

GALICIA

LOLITA VÁZQUEZ

El principal encausado confesó, con titubeos y matizaciones posteriores, que había disparado contra su vecino de la aldea de Santoalla el día 19 de enero del 2010

03 nov 2016 . Actualizado a las 12:17 h.

A la investigación judicial del crimen del holandés Martín Verfondern parecía quedarle poco recorrido cuando el principal encausado confesó -con titubeos y matizaciones posteriores- que había disparado contra su vecino de la aldea de Santoalla el día 19 de enero del 2010. Lleva en prisión Juan Carlos R. G. desde primeros de diciembre del 2014, pero la instrucción aún no está cerrada. Falta hacer una prueba en la que los peritos de la Guardia Civil deberán casar conocimientos de balística y de acústica para establecer unas conclusiones cuyo valor se presume discutible. La defensa quiere saber en qué radio se pudo oír el disparo presuntamente realizado por el sospechoso para, de ese modo, determinar si es posible que lo hubiera escuchado otra persona.

En la aldea de Santoalla se encontraba entonces un israelí errante, que en su día había sido la persona que se percató de la desaparición de Martin y alertó por teléfono a su viuda, que entonces estaba en Alemania. Ni vio ni oyó nada, según entonces declaró, pero la defensa quiere que se le localice para que declare. Y, de paso, que la Guardia Civil determine hasta qué distancia se podía oír el disparo. La prueba ha sido autorizada por la instructora, por lo que el día que la jueza señale volverá a haber tiros en Santoalla, esta vez más de uno, al aire y con un sonómetro para detallar el nivel de ruido que genera y la distancia hasta la que se podrá escuchar. Que una persona ajena pueda llegar a identificarlo ya es otra historia.

Juan Carlos R. G., en cualquier caso, sigue en Pereiro, a la espera de que la jueza resuelva sobre su situación de prisión preventiva. La defensa pidió su libertad, pero el fiscal cree que es más seguro que permanezca en la cárcel a la espera de un juicio que no debería demorarse mucho más.

Mientras, el hermano del presunto autor del disparo, a quien el fiscal considera encubridor por haberle ayudado a trasladar el coche y el cadáver del holandés desde Santoalla hasta un paraje de difícil acceso donde se descubrió por casualidad en el verano del 2014, sigue en libertad. Sobre él pesa, no obstante, una orden de alejamiento que le impide acercarse a la aislada aldea donde antes vivían dos familias y ahora solo resiste la viuda del holandés fallecido, Margo Pool.