Cientos de vecinos se coordinaron para apagar las llamas ante la falta de medios en la parte alta de la villa
17 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.La de una Baiona cercada por las llamas será una de las imágenes de la oleada de incendios del domingo. Los vecinos de esta localidad se defendieron del ataque de las llamas con sus propias manos. Si no fuera por su intervención, numerosas viviendas se habrían visto afectadas, ya que faltaban medios. Los residentes de la villa no se quedaron de brazos cruzados ante el insuficiente número de bomberos en una situación que se tornó caótica.
Cientos de personas se organizaron rápidamente para combatir el fuego en los lugares de mayor peligro. Formaron cadenas humanas bien coordinadas para llevar el agua en baldes y así frenar el avance de las llamas. La situación se volvió peligrosa, porque el fuego avanzaba con mucha fuerza. Las partes altas del municipio fueron las más amenazadas. En el barrio de San Antón, los residentes se plantaron ante el incendio que había comenzado en las inmediaciones de la Virgen de la Roca y que no pudo ser controlado por la mañana. Pero el viento, tan caprichosamente cambiante durante toda la jornada, les jugó una mala pasada cuando expulsó una lengua de fuego en su dirección.
Impotentes
Decenas de personas tuvieron que escapar corriendo para no ser alcanzados por una gigantesca llamarada. «Hubo momentos en los que sí que pasamos miedo, pero no podíamos rendirnos», manifestaba Mari Carmen, vecina del municipio. «Se te venía el fuego encima y te veías impotente», añade Carlos Zamorano. El esfuerzo también fue titánico en la urbanización de O Loureiral, conocida como Las Maclas.
No se veían bomberos, pero numerosos vecinos acudieron con mangueras a atajar el fuego. Del mismo modo, en el barrio cercano de La Anunciada se vivieron momentos de mucha tensión porque las llamas, que se tragaban árboles de grandes dimensiones en cuestión de minutos, amenazaban el área donde se construyeron las primeras viviendas de protección oficial. Los vecinos también defendieron el barrio del Chaparral, ubicado bajo una gran superficie forestal.
Los retenes de voluntarios se mantuvieron de madrugada en la parroquia de Baíña. Más de 150 personas pelearon para que el fuego no atravesara la carretera y afectara a viviendas. Las llamas llegaron a la fortaleza de Monterreal, uno de los lugares más emblemáticos de la villa turística. Aquí se encuentra el parador Conde de Gondomar. Cuando el fuego se reprodujo dentro de las murallas, los trabajadores lo apagaron con agua traída desde el establecimiento turístico. Pero no estaban solos en este empeño.
Con agua del mar
También colaboraron vecinos para defender el establecimiento hotelero más importante de la comarca. El incendio también se reprodujo fuera de las murallas. Ardió una gran extensión vegetal del paseo de Monte Boi. Aquí los voluntarios hicieron gala de una gran fortaleza subiendo hasta la zona afectada agua que recogían en el mar. Unas 200 personas tuvieron que ser desalojadas como medida de prevención. Hoteles de la zona mostraron su solidaridad acogiendo a vecinos que no pudieron dormir en sus casas. También hubo quien prefirió quedarse en domicilios particulares.
Gracias a la actuación coordinada de los residentes de Baiona, las llamas rodearon casas, pero no llegaron a causar daños. El alcalde, Ángel Rodal, confirmó el lunes que ninguna edificación resultó afectada por el fuego, salvo algunos jardines.
La tensión se mantuvo hasta las cuatro y media de la madrugada del lunes, hora en la que empezó a llover y la gente pudo regresar a sus casas con la sensación de que lo peor ya había pasado. Con el susto todavía en el cuerpo, el municipio amaneció el lunes sin ningún foco activo. El Ayuntamiento guardó un minuto de silencio al mediodía para mostrar su repulsa por lo que el regidor del PP calificó como un delito medioambiental.
La tensión sí se mantuvo el lunes por la mañana en el municipio vecino de Gondomar. El alcalde, Francisco Ferreira, confirmaba que el fuego se había reavivado en Vilaza, a la altura de Montecastelo, y también en la entidad local menor de Morgadáns. En ambos casos la situación estaba controlada y no había peligro para las viviendas.