Ya no hay focos activos, pero la recuperación de los montes calcinados será un proceso lento que dependerá mucho de si hay escorrentías en los suelos y del tipo de árboles afectados
19 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.35.500 hectáreas. 355 kilómetros cuadrados. Más de tres veces la superficie del término municipal de Vigo y casi diez la del de A Coruña. Es la cifra de la desolación que, según las primeras estimaciones de la Xunta, dejó la ola de incendios del fin de semana. En apenas unas horas, el fuego se llevó por delante una superficie superior a la suma de las hectáreas quemadas en los tres años anteriores hasta el 18 de octubre.
A esas 35.500 hectáreas calcinadas en este puente se añaden las 12.600 que habían ardido hasta este fin de semana. En total, 48.100 hectáreas que representan el peor año del último decenio. Porque hay que remontarse hasta el fatídico 2006 para encontrar un dato peor que el actual. Entre el 1 de enero y el 18 de octubre de ese año se habían quemado en Galicia 95.880 hectáreas. Desde entonces, únicamente en el 2011 la cifra de hectáreas arrasadas de los diez primeros meses del año, 38.168, superó a las quemadas este fin de semana. En todos los ejercicios restantes ardió menos monte que este fin de semana.
Las lluvias de las últimas horas, combinadas con el trabajo de los equipos de extinción, han permitido que la situación mejore sensiblemente. A lo largo de la mañana de ayer fue posible controlar los incendios que quedaban activos, y a última hora de la tarde el parte hecho público por la Consellería do Medio Rural recogía una treintena de incendios ya controlados en los que continuaban trabajando los servicios antiincendios.
El nivel de incidencia del fuego
Recuperar toda el área calcinada desde el pasado fin de semana va a depender de muchos factores. Sobre todo, del nivel de incidencia que el fuego haya tenido en las especies arbóreas, en el resto de la vegetación y, principalmente, en el suelo. El peor de los escenarios puede darse en aquellas superficies que están en pendiente y donde se puede producir erosión del suelo. En ese caso, y si además se producen lluvias torrenciales y escorrentías, tardaría entre cien y doscientos años en recuperar apenas un centímetro cuadrado de suelo orgánico.
«Para que un monte calcinado vuelva a ser lo que era con la misma comunidad vegetal y animal que tenía antes pueden pasar siglos», explica Antonio Rigueiro, catedrático de la Universidade de Santiago de Compostela y director de la estación científica de O Courel, que puntualiza que esto no significa que no se puedan ir recuperando otros elementos incluso al año siguiente: «Todo depende de la intensidad del fuego. Por ejemplo, si no afectó demasiado a las plantas y siguen vivas, en un año pueden ya aparecer brotes. Esto a veces es engañoso, sobre todo en Galicia, donde todo brota fácilmente, porque no significa que el monte se haya recuperado», explica. En el caso de las especies arbóreas, el proceso de recuperación dependerá del tipo de árbol: «Por ejemplo, si son pinos pueden tardar entre diez o veinte años, los robles y los castaños tienen un proceso más lento. Y en el caso de los abedules, en reforestar un bosque se tardaría entre cuarenta y cincuenta años», dice.
De la misma opinión es Francisco Díaz-Fierros, catedrático emérito de la USC, que considera importante el comportamiento de las lluvias en estas zonas: «Se falamos do solo e sobrevén a erosión con chuvias de outono e inverno, a recuperación deste recurso é moi lenta, podíamos estar a falar de milleiros de anos. Se falamos da vexetación, os carballos para recuperar o porte que terían hoxe necesitarían máis de cen anos, se son castiñeiros ao mellor cincuenta. Os piñeiros, trinta ou vinte anos, os eucaliptos, entre dez ou quince, e se consideramos o mato, en cinco ou sete anos ten recuperado todo o seu vigor», explica.
Sin pastos
Además de los daños al terreno y a las viviendas afectadas por el fuego, otro de los grandes problemas es la ausencia de pastos para la ganadería extensiva de las zonas afectadas, principalmente en el sur de Ourense. Es ahí donde los efectos de la sequía ya se estaban notando más y los ganaderos ya tuvieron que hacer uso de las reservas de forraje previstas para el invierno, porque apenas había ya pastos. Ahora, con los montes calcinados, la situación empeora todavía más. Salir con las ovejas para que coman es casi misión imposible. El suelo calcinado ha arrasado los montes, pero también las pocas reservas de forraje que les quedaban.
Mientras los ganaderos ourensanos ven con desolación el futuro que les espera, los comuneros del sur de Pontevedra reconocen que la catástrofe «botou por terra os investimentos e ilusións de comuneiros e xuntas reitoras que durante os últimos 30 anos fixeron un gran esforzo de capitalización e planificación destes montes», indica la Asociación Forestal de Galicia, que pide que se inicie un programa de restauración de las áreas forestales calcinadas y solicita el apoyo de las Administraciones públicas.