El que fue alcalde de Corcubión durante más de 20 años recuerda el naufragio del carguero panameño en Fisterra, que dejó 23 fallecidos y más de 15.000 evacuados

Marta López
Redactora en La Voz de Galicia, delegación de Carballo, desde 2017. marta.lopez@lavoz.es

Era un sábado por la tarde. Rafael Mouzo conducía hacia su casa de Corcubión desde A Coruña, donde se había pasado la mañana haciendo gestiones. Recuerda que la Radio Galega no funcionó durante buena parte del trayecto. «Raro», pensó. Fue en Vimianzo cuando logró captar una señal con calidad y enterarse de que el Cason, un carguero de bandera panameña y 137 metros de eslora, había embarrancado esa madrugada en la Punta do Castelo, al sur de la playa de O Rostro (Fisterra), y una nube tóxica amenazaba a la población.

«As noticias eran contraditorias, mesmo as que proviñan dos organismos oficiais: que carga traía o barco, cales eran os riscos para a poboación en caso de que se vertese, de qué xeito proceder... Era unha absoluta desinformación», explica Mouzo, que en aquel momento era alcalde del vecino municipio de Corcubión. Lo único que recibían, recuerda, eran instrucciones del gobierno civil, que les pedía a los alcaldes «planos de lugares amplos onde puidesen dar volta os autobuses en caso de que houbese unha evacuación».

La incertidumbre, como es lógico, reinaba entonces entre los vecinos, que durante cinco días miraron al mar con desasosiego aguardando lo inevitable. Sucedió el día 10 de diciembre, tras producirse un incendio en el navío y una aparatosa explosión más tarde. Entonces la comarca de Fisterra se vio sumida en un absoluto caos entre el control militar y la evacuación de más de 15.000 personas. «Cando rematamos de trasladar aos últimos veciños eran as tres da mañá e o cheiro era insoportable. A nosa sorte foi que os ventos do sueste levaron cara ao mar a nube tóxica, se non, non sei que tería sucedido», explica Mouzo, que afirma haber sufrido secuelas físicas después de esas dramáticas jornadas. «Atopámonos con moita xente maior que non quería marchar, querían morrer nas súas casas».

Carga tóxica

El buque transportaba hasta Shanghái 1.100 toneladas de productos químicos tóxicos y corrosivos, algunos incluso inflamables al contacto con el agua. A este respecto, crecían las especulaciones: «Greenpeace informou na televisión aqueles días que o Cason era case como unha bomba atómica fronte as costas de Fisterra».

Algunos afirmaban que contenía materiales radiactivos de intensidad moderada; otros, que únicamente portaba productos y sustancias de contrabando. El nerviosismo fue tal que incluso hoy en día se especula con los posibles efectos adversos que hayan podido darse con el paso del tiempo. «A algunha xente preocúpalle que as verteduras poidan gardar relación co aumento dos casos de cancro que houbo na comarca nos últimos anos». Nada se ha resuelto al respecto, pero la angustia, cree Mouzo, está ahí, presente.

El fatídico suceso se cobró 23 víctimas mortales, todos chinos y miembros de la tripulación, incluido el propio capitán. Imposible olvidar la fantasmagórica imagen de los cadáveres en el suelo de la lonja, a la espera de que el juez ordenara el levantamiento. Pero para Rafael Mouzo, una vez transcurridos tres decenios, la conclusión que extrae de lo sucedido se resume en tres palabras: una gestión catastrófica.

Y fue entonces cuando, quince años después, y con la tragedia casi superada, el Prestige abría viejas heridas, no solo en los recuerdos del exalcalde sino de toda la población de la Costa da Morte, que de nuevo lloraba al mar pidiendo clemencia. «Cando souben da noticia pensei: ‘por deus, outra vez non’. Parece ata cíclico, pois cada certo tempo temos que enfrontarnos a unha catástrofe similar. Agora, pasados outros quince anos, e sen ter aínda un protocolo de actuación definido, deberiamos ir preparándonos, non vaia ser que este ano lle toque de novo».