La pobrense lamenta la falta de avances en la legalización de la eutanasia, tras aquel 12 de enero de 1998 en el que ayudó a morir dignamente al tetrapléjico sonense
24 ene 2018 . Actualizado a las 15:39 h.«¿Pode ser que pense que fun un pouco ignorante? Non. Sabía moi ben o que facía». Con estas palabras, Ramona Maneiro Castro (A Pobra, 1961) comienza a recordar uno de los días más difíciles a los que referirse. «O día da cuestión», «o día do suceso», en definitiva, aquel 12 de enero de 1998 que tantos recuerdan como la jornada en la que el tetrapléjico sonense Ramón Sampedro bebió el cianuro potásico que acabó con su vida y las cadenas que le llevaban atando a la cama desde los 25 años. Sin embargo, dos décadas después, Maneiro también recuerda perfectamente que nada ha cambiado en lo referente a la legalización de la eutanasia.
«Vivimos nun país xenial, pero temos uns politicuchos que dan pena, que se pelexan pola cadeira e non fan caso do que se reclama. Provócame tristeza que en 20 anos non conseguiramos nada», explica la persona que puso los medios para que Ramón Sampedro pudiese materializar una decisión tan difícil. Aún así, Ramona Maneiro guarda en su memoria cada detalle y cada sentimiento de lo sucedido y vivido.
Los vídeos
«Lembro como fun canda el á hora acordada, como fixen punto por punto todas as cousas que el me dicía», fue relatando, para detenerse en seco, «¿sabes que foi o peor? Empatar os vídeos». Se trataba de montar, con los otros dos, el último corte en el que se reproducía el momento de la muerte de Sampedro: «Pechei todo con... ¿frialdade? Chámalle o que queiras, pero tiven coraxe a facelo, ¿non?».
Lo cierto es que Maneiro desconocía cómo serían los últimos instantes de Sampedro, tras ingerir el mismo veneno con el que Sócrates se quitó la vida: «A veces penso para min mesma, ¿como fun capaz de facelo? Despois do mal que o estaba a pasar neses momentos e de que o conto non remataba como el me tiña dito».
«Non. De feito non me tremeron as mans», responde acto seguido la pobrense a la pregunta de si dudó en algún momento. Y es la misma respuesta que Maneiro emplea cuando la cuestionan sobre si fue duro exponerse públicamente. «Falando con Ramón os días previos, sempre me dicía todo o que podía pasar. A opción era dar a cara dende o principio ou esperar as reaccións», indicó la pobrense, cuya primera intención fue la de contarlo todo, pero se decantó por el consejo que el sonense le había dado, esperar a que su hijo Ricardo fuese mayor: «Cando ía a Ribeira cara ao xulgado só pensaba en soltalo todo».
Lo que él pensaría
«Eu só fun as mans de Ramón», ese es el mensaje que Ramona Maneiro ha repetido desde aquel día a todos los «que cren que fun eu a pensadora». Después de 20 años, las críticas se han ido diluyendo en bromas, de las que cree que hoy Sampedro también estaría ironizando con un «me cago en la leche, despois de tanto tempo e nada...».
Maneiro también destacó que el empeoramiento de la relación con la familia y su estado físico influyó en que se precipitasen los hechos: «Díxome que ía esperar a que se legalizase a eutanasia, pero el realmente estaba nunha mala situación. Creo que hoxe aínda seguiría loitando».
La relevancia de esta historia fue plasmada en la película Mar adentro, de Alejandro Amenábar. No obstante, Ramona Maneiro no se ve reflejada en el papel interpretado por Lola Dueñas, a la que agradece todo el esfuerzo vertido por conocerla a ella y ser fiel al personaje: «Reflicte perfectamente a historia de Ramón, pero non a miña, eu non son esa muller submisa».
Antes de despedirse, Maneiro desvela que sigue soñando que la eutanasia regulada llegará a ser legal. Igual que pensó el día que estuvo allí, junto a Ramón.