Un trozo gigante de América en Poio

Xavier Fonseca Blanco
XAVIER FONSECA REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Xavier Fonseca / Emilio J. Cerviño

Las secuoyas que hace 26 años el Gobierno de EE. UU. regaló a Galicia para conmemorar el descubrimiento han alcanzado ya los 15 metros de altura

03 abr 2018 . Actualizado a las 23:15 h.

En el monte de O Castrove, en la localidad pontevedresa de Poio, se esconde un bosque único. Sus habitantes tienen 26 años, llegaron de Estados Unidos y desde octubre de 1992 siguen cumpliendo con su misión. Vencer a la gravedad y elevarse hacia el cielo para honrar al navegante más famoso de todos los tiempos, Cristóbal Colón. Las 500 secuoyas que hay plantadas allí ya miden 15 metros. La historia de este tesoro natural guarda ciertas similitudes con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Su protagonista no es un gallego que descubrió un continente pero sí un americano que se topó con una tierra única situada al noroeste de España. Y de la misma forma que el viaje de Colón por el Atlántico no puede entenderse sin la influencia de los vientos alisios, la meteorología también juega un papel fundamental en esta historia.

Galicia y California están situados al oeste de sus respectivos continentes. Esta coincidencia geográfica permite que tengan climas similares debido a las borrascas que llegan por el oeste en invierno y a los efectos de sus respectivos anticiclones termodinámicos en verano, como el de las Azores. En 1969 el profesor norteamericano John Harmon McElroy disfrutaba de una estancia en la Universidad de Salamanca, donde ampliaba su investigación sobre el navegante Cristóbal Colón para elaborar una nueva edición comentada de La Historia de la Vida y los Viajes de Cristóbal Colón, de Washington Irving. Durante la estadía, McElroy visitó el sur de Galicia, el primer lugar de Europa que escuchó noticias de América y donde algunas tesis sitúan el origen del navegante. «Acepto la conclusión de Irving que explica en su obra que Colón era genovés, pero hay pruebas históricas para pensar de otra manera, y que podría haber tenido otra nacionalidad, inclusive gallega», explica a La Voz desde la Universidad de Arizona, donde hoy es profesor emérito. Visitando las Rías Baixas, McElroy fue testigo de esa simbiosis climática. «Me llamó la atención la niebla y la lluvia anual abundante, igual que en California. También las temperaturas templadas de esa zona marítima durante la mayor parte del año», subraya.

Años después de su paso por nuestra comunidad, en abril de 1989, McElroy se acordó de Galicia. Faltaba poco para celebrar el quinto centenario de un viaje que cambió el mapa del mundo y dio paso a la mayor migración humana. McElroy pensó que la comunidad atlántica tenía todo lo necesario para volver a unir, medio milenio después, el viejo con el nuevo mundo. Dos ideas emergieron en la mente del profesor: clima y secuoyas, un árbol que abunda en los bosques californianos. «Puede vivir miles de años, alcanza un gran tamaño y fue el árbol único de América que Colón descubrió», señala. Se propuso viajar a Galicia en 1992 para plantar 500 secuoyas en la costa sur de la comunidad.

Carta al presidente Bush

Era una iniciativa muy ambiciosa, así que McElroy empezó por la Casa Blanca, escribiendo una carta al presidente, George H. W Bush para explicar el proyecto del bosque de Colón: «Señor Presidente. Tengo una idea para un regalo nacional de Estados Unidos a España para conmemorar el 500 aniversario del primer viaje de Colón que se celebrará el 12 de octubre de 1992. Propongo que como nación plantemos 500 secuoyas rojas de California en la región noroccidental del país. La mayoría de los estadounidenses, cuando piensan en España, piensan en secas regiones centrales del país. Pero Galicia, en el noroeste, es muy diferente. Es la parte celta, cuyos antiguos habitantes usaban gaitas. Las costas son húmedas, verdes y con nieblas. No soy un experto en clima, pero creo que las secuoyas sobrevivirán allí». Su propuesta encontró el apoyo necesario y se aprobó la Resolución Conjunta 529 en el Congreso para poner en marcha el proyecto a través de la sociedad para el regalo del Bosque de Colón. El lugar elegido para el Bosque de Colón fue Poio. En diciembre de 1992 McElroy y 24 estudiantes de seis estados americanos diferentes llegaron a localidad pontevedresa para plantar los árboles con la ayuda de voluntarios gallegos que fueron designados por el gobierno local y la comunidad de montes de San Xoán.

Voluntarios americanos en Galicia
Voluntarios americanos en Galicia

Hundimiento del Mar Egeo

El 4 de diciembre de 1992 tenía que haber sido una jornada de celebración. Lamentablemente, unas horas antes había naufragado frente a la costa gallega el Mar Egeo y ningún miembro de la Xunta pudo asistir a la plantación de la secuoyas. «Recuerdo vivamente el día que plantamos el Bosque de Colón como una jornada de lluvia torrencial y viento fuerte. La tormenta que hundió al petrolero impidió que el señor Fraga y otros miembros del gobierno asistieran, al igual que el aterrizaje en Galicia del avión que traía al embajador de Estados Unidos». Nada salió como estaba previsto y el bosque de Colón no tuvo el reconocimiento que merecía. Todos estos años, el conocimiento de este rincón por parte de vecinos y turistas ha sido más fruto de la casualidad que de la curiosidad.

En el 2017 el Partido Popular de Poio presentó una moción para declararlo el Año del Bosque de Colón y fomentar su difusión como atractivo turístico, ambiental y cultural. En octubre de ese mismo año se celebró un acto para festejar el 25 aniversario de la plantación de las secuoyas, que tal y como había pronosticado el profesor, hoy gozan de buena salud. «Al principio hubo algún problema por culpa de los pájaros que se colocaban en la punta de las secuoyas pero finalmente empezaron a crecer e incluso se libraron de los incendios del 2006», explica Ángel Moldes, portavoz del PP en Poio. Moldes ha conseguido contactar con el profesor y convencerle para que este mes de abril regrese a Galicia y pueda contemplar el estado actual del bosque. Una invitación que McElroy ha aceptado. «He visitado los árboles tres veces en los últimos 25 años, y me alegra mucho ver que están prosperando en el suelo del primer lugar de Europa que recibió la noticia trascendental del descubrimiento de nuevas tierras al oeste», reconoce. Aunque esta nueva visita será diferente. En esta ocasión no viaja solo. Le acompañan siete de aquellos jóvenes que en 1992 formaban parte del grupo de voluntarios que plantaron las secuoyas para que Galicia y Estados Unidos pudiesen establecer un vínculo histórico a través de la naturaleza.

EL DISCURSO DE MCELROY

«Protejan estas semillas, que tienen el potencial de vivir más de 2.000 años»

«Venimos desde América para homenajear al marino que hace 500 años realizó el mayor servicio al reino de España. Estos árboles plantados hoy en el suelo de Galicia crecerán rápidamente. Dentro de seis generaciones alcanzarán los 70 metros. Más aún, estas pequeñas semillas tienen el potencial de vivir 2.000 años. Son árboles verdaderamente nobles, perfectos para esta antigua y noble tierra de Galicia. El pueblo gallego ama las cosas que perduran, por eso hacen las casas de granito. Si vuestros hijos y nietos lo protegen, en cinco siglos, cuando se recuerde el 1.000 aniversario del viaje de Colón, aquí en Castrove existirá un bosque de árboles inmensos elevándose hacia el cielo, como las torres de la Catedral de Santiago, que la gente de todo el planeta querrá venir a ver».

El profesor John Harmon McElroy
El profesor John Harmon McElroy